Vincenzo Basile - blog Desde mi ínsula / Cubainformación. - El pasado 27 de julio, la revista económica internacional The Indian Economist publicó un artículo escrito por Geeta Spolia y titulado . En ese trabajo, la autora -una joven académica de la Universidad de Nueva Delhi- trataba de ofrecer un análisis sobre las futuras perspectivas del sistema vigente en la Isla tras el fin del mandato del actual presidente Raúl Castro y del inevitable rumbo al capitalismo que habría asumido la economía cubana. Dicho análisis nada más se reducía a una serie reiterada de tópicos y clichés internacionalmente reproducidos por la prensa imperante que la autora asumía como verdades irrefutables.
En ese sentido, la autora -tras citar una declaración de Raúl Castro, quien en 2010 afirmó que no fue elegido para restaurar el capitalismo ni para entregar la Revolución, y utilizar un viejo intento de manipulación mediática, es decir, cuando los medios de todo el mundo trataron de convertir una declaración de Fidel acerca de la necesidad de actualizar el modelo cubano en una admisión del fracaso del modelo socialista y, de ahí, la aceptación del capitalismo- sentenciaba el inevitable y necesario rumbo al capitalismo que Cuba ha tomado y que se intensificará tras el fin del mandato de Raúl Castro en 2018.
Sin embargo, además del reduccionismo exasperado que pretende convertir una necesaria actualización en un cambio del sistema económico, hay muchísimos fallos en el intento de análisis de Geeta Spolia.
Lo que más asombra es que la autora –una académica de una sociedad postcolonial como la India- hablaba de la pobreza de la Isla y -sin la mínima originalidad analítica- la atribuía por supuesto al socialismo, un ideal anacrónico y rígido, renunciando así a cualquier tipo de contextualización histórica y geopolítica, como cuatro siglos de colonización española, medio siglo de protectorado norteamericano y 54 años de intentos de destrucción económica y política por parte del gobierno de los Estados Unidos.
En ese sentido, para tratar evitar caer en el mismo reduccionismo que caracterizó su artículo, sería interesante saber cual tipo de análisis la autora ofrecería sobre la dinámica económica de su país, la India, que fue colonia británica durante siglos y se independizó en 1947 abrazando orgullosamente las recetas capitalistas occidentales y convirtiéndose en un fiel aliado del bloque occidental durante la guerra fría, con todas las innumerables ventajas económicas que eso implicaba.
Aunque hoy la India se encuentra en el tercer lugar en la lista de los países por PIB (a paridad de poder adquisitivo) tras Estados Unidos y China y se presenta al mundo como una futura potencia económica y política, hay que considerar también otros aspectos, como por ejemplo que la India tiene una tasa de mortalidad infantil del 46‰, que tiene una esperanza de vida al nacer de 67 años, una tasa de alfabetización del 66%, y un índice de desarrollo humano que la coloca en la posición número 136 (mientras que Cuba ocupa el lugar número 59).
Considerando todos estos datos y tratando de guardar un cierto nivel de coherencia analítica, si la actual pobreza de Cuba es consecuencia de 54 años de “fracasado proceso revolucionario socialista”, la India debería consecuentemente considerarse uno de los más emblemáticos paradigmas del fracaso de un capitalismo que en 66 años solo ha generado miseria, depauperación, y todo tipo de dualismo económico y social, alimentando una masa de centenares de millones de analfabetos, excluidos y olvidados.
La alternativa sería intentar contextualizar los problemas que sufrieron todas las sociedades que se liberaron de siglos de dominación europea y, sin caer por supuesto en un rígido determinismo histórico, tratar de analizar la realidad de cada país como inevitablemente condicionada por largos procesos de dependencia que no se pueden reducir a poco más de cincuenta años.
Claramente, no hace falta viajar tan lejos, hasta la inmensa India, para entender el doble rasero del llamado análisis de Geeta Spolia. En todo el entorno caribeño y centroamericano existen ejemplos de países mucho más pobres que Cuba, países que padecen la auténtica miseria, que han abrazado, más o menos espontáneamente, la camisa de fuerza dorada del neoliberalismo y que han obtenido dramáticos fracasos económicos, sociales y humanos. Por cierto, en estos casos, la culpa nunca se le atribuye al sistema económico y político vigente, y se tratan de encontrar improbables y ridículas explicaciones como la corrupción, la cultura no apta al desarrollo o varias contingencias endógenas poco favorables.
Queda evidente que un análisis sistémico mejor construido no serviría para publicar un artículo más sobre Cuba y su fracasado modelo, algo que parece haberse convertido en la moda periodística de hoy en día, incluso de los que en primera línea, como la autora, deberían haber vivido las trágicas consecuencias de siglos de dependencia militar, política, económica y cultural.