Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Hace unos días, en el Aeropuerto Internacional de Miami, fue arrestado por la policía local el cantante Fernando Medina, líder del grupo rock Reincidentes. Medina fue detenido después de protagonizar un escándalo en el lugar y fue acusado con un cargo de desorden público. Resulta que el cantante empezó a insultar a un empleado de la aerolínea. Cuando llegó la policía, le conminó a que abandonara el edificio y este, sin hacerle el menor caso a las autoridades, siguió insultando al empleado con lo cual procedieron a su arresto. Tres días después fue puesto en libertad y abandono el país de regreso a Madrid.


Durante los tres días que estuvo detenido, nadie de su banda pudo contactarlo, a pesar de innumerables gestiones con diferentes departamentos estatales, los cuales negaban que lo tuvieran detenido. Se puso dichoso el vocalista de ese grupo de haber solo insultado a un empleado de una aerolínea ya que, si lo hubiera hecho con un oficial de inmigración o de la aduana, bien caro le hubiese costado el soltar la lengua como lo hizo. Mi consejo a los lectores de esta columna, si piensan viajar, cuando entren en este país o en cualquier otro del mundo, lo mejor que pueden hacer es respetar a las autoridades, limítense a contestar las preguntas que les hacen los oficiales si no quieren caer, por un buen tiempo, con sus huesos en la cárcel más cercana a la terminal aérea.

Dichoso también se puso el vocalista del grupo de rock que no formó ese escándalo en su país, España, ya que el Consejo de Ministro español acaba de aprobar un anteproyecto de ley con el cual intenta silenciar cualquier tipo de protesta en las calles o en las edificaciones gubernamentales. El proyecto es conocido como Ley de la Seguridad Ciudadana, y es tan fuerte en sus restricciones a la población, que sus detractores están acusando al gobierno de Mariano Rajoy de tratar de imponer un régimen fascista en España. Bueno, esa extrema derecha española sigue soñando con la época de Franco. En el proyecto de ley las multas se dividen entre las infracciones muy graves y las infracciones graves, de 1000 euros hasta 30,000 euros para las graves y de 30,000 a 600,000 euros las más graves, por supuesto que los que no pague las multas, pues terminarán en la prisión.

Se considera una falta muy grave, entre otras, concentraciones no comunicadas ante el Congreso, el Senado o las Asambleas Legislativas de las comunidades y como falta grave el acudir a una protesta encapuchado, el cerrar una vía pública o injuriar, vejar o amenazar a las fuerzas de seguridad, así que ya saben qué caro la va a pagar cualquiera que por cualquier razón insulte a un policía. Eso de estarle gritando a un miembro de la autoridad no se va a aceptar en las calles de las ciudades españolas.

Según los portavoces de la policía, esta no cree que pueda ser posible arrestar a los miles que los insultan en una manifestación, pero tampoco pueden aceptar que una persona pase frente a un agente de la autoridad y le insulte gravemente, gritándole groserías. Los guardianes del orden público afirman que quienes van por la policía para insultarla o para atentar contra ella, lo hacen en realidad contra el principio de autoridad y que eso es inaceptable.

Es verdad que no hay Estado que pueda aceptar el desorden público y que en nombre de la libertad se cree el caos. Todos los países del mundo tienen leyes y esas se deben de obedecer. El problema es que a palo limpio no se llega a ningún lugar y para detener a cualquier ciudadano las autoridades no deben de utilizar el palo o la porra como lo hacen en las llamadas grandes democracia de occidente, lo mismo en Madrid que en Atenas, Santiago de Chile o New York. Pero a la policía española, en especial, no le hace ninguna falta que le hagan una ley a su favor, ya que es un cuerpo que anda con el palo en la mano, el cual se ha cansado de usarlo contra las cabezas de los que han salido a las calles a protestar. Y allí sí son verdad las palizas. Allí la policía sí no anda con cuentos ni con paños tibios a la hora de arrestar y palear. Lo he visto en varias ocasiones, tanto personalmente, como en la pantalla de la televisión. Que Dios le valga a un ciudadano de cualquier país de esos que se llaman campeones de la democracia y que se pasan la vida criticando a otros que no piensan como ellos resistirse ante un arresto, ya que se lo llevan, no cargadito o a empujones, sino a palo limpio.

*Lázaro Fariñas, periodista cubano residente en EE.UU.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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