Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- A finales de Abril, una Declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba rechazó una nueva patraña yanqui, teniendo en cuenta que el Departamento de Estado del vecino del Norte reiteró, por trigésima segunda ocasión, el irracional nombramiento de nuestra nación como “Estado Patrocinador del Terrorismo” en el Informe por Países sobre Terrorismo correspondiente al año 2013.


Al margen que en algún momento ese Informe inevitablemente tuvo que reconocer la obra cubana en oposición al Terrorismo, la infamia gringa se devela un tanto superior cuando se constata que la Mayor de las Antillas ha tenido que pagar un elevadísimo costo humano y material por el “sacrilegio” de defender su independencia y dignidad, al extremo que en más de cinco décadas hemos sufrido las consecuencias de actos terroristas que han sido organizados, financiados y ejecutados desde el espacio de los Estados Unidos, con un saldo de 3 478 muertos y 2 099 discapacitados.

Para ilustrar en concreto, baste esta pregunta:

¿Acaso es incierto que la Administración de Washington continúa albergando a terroristas de origen cubano, como Luis Posada Carriles, autor intelectual del primer atentado abominable contra la aviación civil en el Hemisferio Occidental, que provocó la explosión en pleno vuelo, frente a las costas de Barbados, de un avión de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976 y el fallecimiento de sus 73 pasajeros?

Como si fuera poca la tragedia/martirio a que hemos sido sometidos cubanos y cubanas desde Enero de 1959, hay que agregar el intento de otro acto vandálico vs. la Revolución Cubana, de acuerdo con la Nota Informativa del Ministerio del Interior que manifiesta que el 26 de Abril de 2014 fueron detenidos los ciudadanos de origen cubano y residentes en Miami, Estados Unidos, José Ortega Amador, Obdulio Rodríguez González, Raibel Pacheco Santos y Félix Monzón Álvarez, cuando planificaban ejecutar acciones terroristas en el archipiélago nacional.

Esa Nota también refleja que los detenidos reconocieron que pretendían atacar instalaciones militares con el objetivo de promover acciones violentas; que con tales fines, desde mediados del 2013, tres de ellos habían realizado varios viajes a la Isla para estudiar y modelar su ejecución; y que estos planes se han estado organizando bajo la dirección de los terroristas Santiago Álvarez Fernández Magriñá, Osvaldo Mitat y Manuel Alzugaray, quienes residen en Miami y mantienen estrechos vínculos con el connotado terrorista Luis Posada Carriles.

La fechoría Made in USA de última hora, me conduce a tres planteamientos: por un lado, sostengo una débil confianza en los frutos del acto que Cuba realice con las autoridades estadounidenses competentes para investigar estos hechos y evitar oportunamente que la actuación de elementos y organizaciones terroristas radicados en ese país pongan en peligro la vida de personas y la seguridad de ambas naciones.

En paralelo, le llamo la atención a mis lectores/as acerca de la realidad que revela cómo la Casa Blanca está muy distante de renunciar a sus múltiples maneras de agredir al pueblo cubano, incluyendo la Guerra Económica y la Subversión Ideológica, sin descartar un zarpazo militar. Percíbase, pues, que no es nada exagerada nuestra filosofía según la cual tenemos que derrochar esfuerzos materiales y personales para disuadir al enemigo de cualquier maniobra en el aspecto marcial.

Además, esta última fechoría evidencia la paradoja de la Casa Blanca en el tema Terrorismo, porque mantiene en prolongada e injusta prisión a auténticos luchadores contra el terrorismo como Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, por delitos que no cometieron. En rigor, ellos arriesgaron sus vidas para evitar crímenes contra los pueblos de Cuba, Estados Unidos y terceros países; mientras que a las razones para excusarlos se incorpora un aval reciente: Los Cinco acaban de ganar Premio de Derechos Humanos en Estados Unidos.

En este ambiente, hallé este jueves un reporte de EL PAÍS desde Miami informando del arresto en La Habana, hace una semana, de cuatro exiliados cubanos residentes en Estados Unidos que habrían confesado sus planes para atacar instalaciones militares en Cuba y que estarían vinculados con la vieja disidencia de Miami. La noticia, al tiempo que comunicó lo trascendido con objetividad, sin embargo aprovechó la ocasión para ¿sembrar la duda? He aquí un párrafo de su aviso:

“Hasta el momento, ningún miembro de las organizaciones más activas del exilio cubano en el sur de Florida dice haber escuchado algo sobre los detenidos y sus actividades en Miami o La Habana. 'Llamé a varios otros grupos y nadie los conoce. Todo puede suceder en la vida, a lo mejor son un grupo independiente, pero yo lo dudo mucho. Lo raro de esta aparición es que sucede en un momento muy coyuntural para el Gobierno cubano. Tengo el temor de que el régimen quiera utilizar cosas como esta para justificar represalias contra la oposición interna', ha dicho a EL PAÍS el presidente del Movimiento Democracia, Ramón Saúl Sánchez”.

Debo acotar que eso de ¿sembrar la duda? no es infundado. Recuérdese que se trata del mismo rotativo que gusta de acompañar a mercenarios/as cubanos/as. Ahí está cómo se movió entre manipulación y omisiones ante el “twitter cubano”. Ahí está el siguiente pasaje fruto del encuentro de su flamante director, Antonio Caño, con internautas:

Pregunta: Cuál es la mirada del Director del periódico más importante de habla hispana sobre el desarrollo de la democracia en América Latina, particularmente en países como Argentina o Venezuela, y cuál es su percepción sobre el futuro inmediato de las mismas [sic].

Respuesta: El País fue, en su momento, una pieza fundamental para empujar la transición a la democracia en Argentina, Chile y otros países bajo dictaduras militares de corte fascista. Es una actuación de la que estamos orgullosos y que sirvió para identificar nuestra cabecera con los mejores valores democráticos. En la circunstancias actuales, El País debe también contribuir a la transición hacia la democracia en países como Cuba o Venezuela. Como entonces, somos un periódico que pretende representar las aspiraciones de los ciudadanos, especialmente de la clase media, a la modernización, la libertad y el progreso [sic —las negritas son mías].

A modo de observación, me salta a la vista cómo, a pesar que al señor Caño no le preguntan acerca de Cuba, él se sintió en una suerte de obligación moral para aludir a la “transición hacia la democracia” en nuestro país. ¿Qué ampara su postura?, es una interrogante cuya respuesta es prácticamente obvia, si tenemos en cuenta el historial más reciente de esta prensa ante la Revolución Cubana.

No obstante, apenas voy a remembrar la esencia de lo que escribí en la primera de las Cuatro tesis sobre la Cuba actual, unos años atrás.

En este minuto, el primer dilema de Cuba es, como hace más de medio siglo, la preservación del Poder Político por el pueblo, condición sin la cual hubiera sido imposible llevar a efecto las transformaciones cuantitativas y cualitativas que necesitaba y necesita la sociedad cubana. Consiguientemente, hoy por hoy tenemos que luchar de modo incansable en la defensa-enriquecimiento de dicho Poder o sea, en nuestra salvaguarda presente y futura; a la vez que nos empeñemos en hacer más realidad palpable-participativa-decisiva la Democracia desde las masas, en general, y desde las personas, en particular. Es una verdad de Perogrullo que hasta los contrarrevolucionarios/as —muchos son mercenarios/as amamantados por el “Norte revuelto y brutal”—, tienen un espacio en el ejercicio democrático que comúnmente desarrollamos en el marco del sistema de Poder Popular —claro, sin facilitar el puñal por la espalda.

Entonces, en Cuba, a pesar de pesares, la mayoría de sus hijas e hijos desde diversas maneras y perspectivas estamos construyendo una sociedad genuinamente democrática que tiende cada vez más y mejor a garantizar la prosperidad y dignidad de cubanas y cubanos, sin despreciar nuestra contribución modesta al bienestar de otros pueblos, a contrapelo de El PAÍS, lo que representa ese periódico español y las ansias que tiene su director de tributar a la “transición” en La Habana al estilo de Bruselas y Washington.

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