Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- “Seguir la ruta del dinero es una receta popularizada por la literatura y el cine para discernir los motivos de la actuación de la gente; es un eslogan y una útil clave para descifrar los misterios de los procesos sociales y las instituciones. En una sociedad que fija un valor monetario a todo, incluso a las opiniones, las ideas y los valores personales, el seguimiento de los dólares y centavos se convierte en una de las mejores guías para comprender los acontecimientos que tienen lugar a nuestro alrededor”.


Así lo recomienda el reputado periodista marxista Zoltan Zaguedy el 9 de noviembre en su blog, ejemplificando este criterio con temas del proceso de las elecciones en su país.

Incluso antes de que los partidos dominaran la política y que la política partidista evolucionara hacia la política bipartidista, el dinero ha sido elemento favorecedor de temas, campañas y candidatos.

En la medida que se evidenciaba que con mítines, propaganda, encuestas, etc. era posible guiar la opinión pública hacia resultados electorales sin recurrir a la corrupción o al cambio de opinión por soborno, la democracia electoral mantuvo un aura de legitimidad. Comprar resultados electorales era algo reprochable y sucio, pero la credibilidad de las elecciones, con campañas que despiertan interés y compromiso, permanecía intacta.

Las nuevas y cambiantes tecnologías vinieron a proyectar una larga sombra en los procesos electorales. Medios noticiosos y de entretenimiento como la radio, recibieron jubilosos los dólares de la publicidad para promover campañas electorales. Ello erosionó la eficacia de las campañas tradicionales, dependientes del sudor y las suelas de los zapatos de los trabajadores involucrados en ellas.

Con la televisión e internet, el poder de los medios de prensa en los procesos electorales creció exponencialmente en detrimento del papel de los sindicatos, las organizaciones defensoras de los derechos civiles y otros promotores tradicionales.

La reciente decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de ampliar el rango autorizado de los aportes no regulados de dinero en las elecciones, ha hecho más difícil contrarrestar la compra directa de candidatos y resultados.

Volver a los días felices de la democracia electoral es, para los reformistas, simplemente una cuestión de establecer los límites financieros de las campañas y de las contribuciones de campaña. Ellos creen, o quieren hacer ver, que nivelando y limitando el campo del juego electoral, se restauraría la legitimidad manchada por el dinero.

Los partidarios de la reforma financiera de las campañas no parecen darse cuenta que el capitalismo es incompatible con procesos electorales auténticamente democráticos, independientes y transparentes. El capitalismo erosiona y asfixia la democracia. Eliminar, o incluso reducir, el poder del dinero en la política, bajo un sistema capitalista es un imposible, asegura Zoltan Zaguedy.

Desde la época del New Deal del demócrata FD Roosevelt, el partidismo político y el flujo de dinero acompañante han estado ligados a la política de los dos partidos.

Las corporaciones y los más ricos dieron generoso apoyo al partido republicano que se oponía al New Deal, en tanto que el partido demócrata se benefició de los aportes de los sindicatos y otras organizaciones progresistas que sirvieron de contrapeso a esos recursos de los ricos y poderosos.

La televisión y el papel del dinero en la elección del demócrata John F. Kennedy, en 1960, marcaron un hito en la maduración del marketing político. Los llaveros, botones y bolígrafos de propaganda electoral cedieron su lugar a millonarios anuncios de televisión.

Las cosas empezaron a cambiar cuando el partido demócrata retiró su apoyo al pensamiento económico del New Deal. Disminuyó la fiesta comicial y aumentó el culto a la promoción de la celebridad y la personalidad. Con la publicidad y el marketing dominando las campañas electorales, una narrativa personal atractiva reemplazó al contenido de las candidaturas.

Hoy, el sistema bipartidista tiene a la política electoral bajo su férreo control, la disminución de la sustancia en la política alentó la actividad de los cabilderos sórdidos y el tráfico de influencias. Los políticos no se enfrentan a los poderosos con principios, porque la política electoral les ha apartado de los principios, dice el periodista.

Con cinismo el partido republicano utilizó a sus fanáticos ideológicos del "Tea Party" para energizar sus campañas electorales y los rechazó tras los reveses de 2012, subordinándolo todo al principio de la elegibilidad.

El partido demócrata, por su parte, simplemente ignora a su izquierda, tratándola como una vergüenza o un hijastro molesto. A esta banalización de principios e ideología conduce el flujo del dinero, concluye Zoltan Zaguedy.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

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