Por Hedelberto López Blanch*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- El gobierno cubano desde los primeros días del triunfo de la Revolución en enero de 1959 ha manifestado reiteradamente que está en disposición de mantener relaciones diplomáticas con Estados Unidos sobre la base de igualdad, respeto mutuo y respetando su independencia y soberanía en todos los aspectos.
Cuba nunca ha hecho concesiones de principios en su política nacional o internacional que pudieran haber puesto en graves circunstancias su integridad territorial, la unidad con el pueblo, o que afectarán a terceros países en aras de alcanzar alguna prebenda.
Ejemplos sobran. Cuando el llamado período especial tras el derrumbe total del campo socialista europeo y de la ex Unión Soviética con los que Cuba mantenía el 85 % de su comercio internacional y que originaron la abrupta caída de su Producto Interno Bruto en alrededor de un 36 %, el gobierno, con la aprobación del pueblo, buscó soluciones que con dificultades pero sin concesiones de principios, lograron esquivar la enorme crisis y mantener los grandes éxitos alcanzados en la salud, la educación, las ciencias y las prestaciones sociales.
Cuando nadie pensaba que Cuba podría resistir los embates de ese desastre económico; aislada internacionalmente pues Estados Unidos se erigía como única potencia mundial y obligaba a sus aliados a cerrar el cerco contra la pequeña isla, muchos apostaban en sorteos organizados en el vecino del norte para ver quien adivinaba la fecha exacta de la inminente caída del gobierno. Cuba no cedió y siguió siendo el faro de libertad para muchos pueblos y movimientos sociales del orbe.
Recordemos que durante años, enviados norteamericanos propusieron a La Habana, mejorar las relaciones entre los dos países, si Cuba se alejaba de la Unión Soviética; o si retiraba las tropas de Angola (habían ido a solicitud del gobierno del presidente Agostinho Neto) y dejaba a merced de mercenarios y del régimen del apartheid a ese pueblo africano.
Los principios internacionalistas de la Revolución, primaron por encima de todo. Son solo dos acontecimientos entre los cientos que se pueden enumeras a lo largo de estos años.
Escribo este artículo porque varios amigos y conocidos me han preguntado qué se espera de estas relaciones; si Cuba estará en peligro, si Estados Unidos inundará el país con compañías transnacionales, etc.
Cierto que significa un nuevo desafío después de tantos años de relaciones destrozadas. Pero hay que comprender que Cuba no pide ni espera dádivas. El pueblo cubano es muy independiente y orgulloso de sus principios para pensar que se le puede adormecer con cantos de sirenas. Sus dirigentes han demostrado que se pueden sentar a la mesa de cualquier negociación siempre que impere el respeto y la no injerencia en los asuntos internos y externos del país.
Se desean relaciones normales de beneficio mutuo para ambas naciones, que tienen muchas cosas en común y desarrollo en campos como la medicina, el deporte, la educación o la cultura, por citar algunos.
Cuba goza de gran prestigio en todos los foros y organizaciones internacional debido que ha sabido defender con valentía sus principios y los de países amigos que en algún momento han tenido que enfrentarse a resoluciones agresivas impulsadas por naciones occidentales poderosas.
Hubo una etapa, hasta que comenzaron a surgir procesos democráticos en Latinoamérica, en que la voz de Cuba (junto a países hermanos de África y Asia) se alzaba contra resoluciones injustas.
Para los días 21 y 22 de enero se anuncia la llegada a La Habana de una delegación estadounidense de alto nivel, encabezada por la secretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson que comenzará con sus pares cubanos a tejer las futuras relaciones entre las dos naciones, rotas unilateralmente en 1960 por Washington.
Entre los aspectos a discutir aparecen la formalización de sedes diplomáticas y cómo crear una emigración segura, legal y ordenada, como lo ha solicitado Cuba en numerosas ocasiones. Las acciones conjuntas contra el narcotráfico en las que La Habana tiene a lo largo de decenios un amplio trabajo, los puede poner al servicio de su contraparte.
En definitiva, son muchos los campos en que los dos gobiernos podrán cooperar, siempre que el vecino del Norte converse y actúe con respeto, sin presiones ni injerencias. Cuba siempre ha sabido defender sus derechos soberanos en todo momento y este no será una excepción. Relaciones normales de beneficio mutuo, esa es la cuestión.
*Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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