Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- “En los albores de la era del capitalismo, cuando la producción de mercancías seguía aún embebida de feudalismo, hubo muchos comerciantes que establecieron redes de hogares campesinos desconectados entre sí, deseosos de procurarse mayores ingresos y poseedores de modestas habilidades de trabajo. Proveyeron a estas redes con materias primas y herramientas pagaderas con el trabajo asegurado de los productores que traían sus productos al mercado, obteniendo un beneficio.


Este sistema de extracción de la producción mercantil contribuyó a la acumulación inicial del capital necesario para el nuevo sistema cuando los trabajadores fueron agrupados bajo un mismo techo, en lo que se conocería como manufactura, una forma más eficiente de producción mercantil. A su vez, esta manufactura primitiva, con la mayor acumulación de capital y los cambios revolucionarios en las fuerzas productivas, dio lugar a un sistema de producción mercantil más eficiente aún, con maquinarias y fuentes de energía aparentemente inagotables y siempre disponibles”.

Así inicia el comentarista económico marxista estadounidense Zoltan Zigedy su descripción de los fundamentos de un fenómeno que está teniendo lugar en Estados Unidos y otros países desarrollados que comienza a perfilarse como una seria amenaza para la calidad de vida de la clase obrera en todo el mundo.

Comoquiera que el dirigente empresarial moderno y sus cortesanos corporativos han heredado el papel del empresario-comerciante primitivo, los trabajadores de hoy son los hijos del campesino vendedor de su  mano de obra al capitalista incipiente.

Siglos después, aquel protocapitalismo ha regresado a la idea de darles "trabajos" a los productores pequeños e independientes.

El capitalismo del siglo XXI está reviviendo aquella idea gracias a la omnipresente tecnología de los teléfonos inteligentes y los ordenadores. Los “modernos” empresarios vinculan, a través de Internet, los servicios de proveedores aislados, sin relación con los clientes. Los arreglos y los pagos se realizan por intermedio de una organización empresarial que arriesga poco y gana mucho.

Como ocurriera anteriormente con la evolución del sistema de fábricas, los capitalistas pretenden lograr mayores tasas de ganancia mediante formas superiores de organización que concentren los servicios.

En poco tiempo, esta nueva ola de creación de empresas de servicio organizados en torno a una empresa capitalista ha rivalizado o superado en ingresos o en utilidades a los competidores de negocios organizados de la manera habitual.

Comoquiera que sus servicios dependen de proveedores de servicios heterogéneos y disociados, su entrelazamiento con eficacia sólo es posible mediante el uso de los más recientes avances tecnológicos.

Los avances en la tecnología han permitido, por ejemplo, que una empresa de servicios de taxi estadounidense extienda su red corporativa a nivel nacional e internacional, creando una empresa mucho más amplia y flexible que las tradicionales de taxi u otros servicios de transportación existentes.

Estas nuevas empresas logran ventajas competitivas derivadas del abaratamiento de sus costos operacionales porque el grueso de sus empleados son “eventuales” a quienes se vende la idea de que son contratistas independientes o magnates corporativos.

Así evaden normas laborales (casi siempre obtenidas a base de enormes sacrificios por generaciones anteriores del obrerismo organizado) e imponen términos y condiciones de trabajo y de protección laboral y remuneración fijadas unilateralmente por los jefes capitalistas de las empresas.

Usando a empleados "eventuales" a quienes se les vende la idea de que forman parte de una "economía de intercambio" evaden normas laborales, presionan pagos fijados por voluntad del jefe y asignan trabajo sobre una base totalmente caprichosa. Como contratistas independientes, los empleados no tienen prácticamente derecho a trabajo suplementario; los términos y condiciones de empleo son completamente dictados por el jefe.

Sus defensores han bautizado a las nuevas empresas como "de economía compartida", expresión que evoca la falsa imagen de una nueva armonía utópica de cooperadores idealistas que en verdad no es más que una nueva fase del capitalismo monopolista en el sector de los servicios, con cambio en la ubicación del centro de trabajo propiciado por los avances en las fuerzas productivas, pero no del modo de explotación capitalista, que no varía.

Pero, al mismo tiempo, el fenómeno confirma la tendencia propia del capitalismo, que socializa cada vez más la producción y los servicios hasta extremos tales que llegan a ser incompatibles con las formas de apropiación de los resultados del trabajo y hacen objetivamente imprescindible la socialización del sistema: ¡el socialismo!

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

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