Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Imaginar la vida cultural cubana sin su aporte hace buen rato que es muy difícil. Con un personal y espacio físico mínimos, el Centro Pablo, como suele llamársele, ha marcado zonas de la creación que de no existir su labor serían noablemente menos visibles. Así sucede con la promoción nacional e internacional de la música de los trovadores más jóvenes, su prestigiosa convocatoria anual para el arte digital o la sistemática labor editorial alrededor del rescate de la memoria y el testimonio.
El trabajo del Centro Pablo con la obra de figuras emblemáticas de la intelectualidad cubana protagonistas de la Revolución que en los años 30 del siglo XX conmovió Cuba (Raúl Roa, Rubén Martínez Villena y el propio Pablo entre otros), así como su amplia colaboración con instituciones de varios países latinoamericanos, es otro aporte notable a nuestra cultura.
Su director, el escritor y cineasta Víctor Casaus, ha sabido liderar un trabajo desburocratizado que es modelo de servicio a la cultura, a los jóvenes, a Cuba y su Revolución, con una efectividad que muchas veces no logran grandes aparatos con muchos más recursos y poder. Por ello, su fiesta veinteañera, que se prolongará todo este año, es la de muchos entre los que me enorgullezco de contarme.