Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Cuba ha sido, y es, por estos días, tema constante en los medios internacionales. Fuente de emigrantes que provocaron una crisis en varios países centroamericanos en su privilegiada ruta hacia el sueño americano, sede de las negociaciones de paz en Colombia, del encuentro entre el Papa Francisco y Patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y próxima anfitriona de iconos occidentales como el Presidente estadounidense Barack Obama o la banda británica de rock The Rolling Stones, la Isla debe ser interpretada y explicada a un mundo que ve de pronto convertirse el infierno en una especie de purgatorio de celebridades que en dependencia de su comportamiento en La Habana serán condenadas o aplaudidas.


Los medios de comunicación que, como los políticos estadounidenses, tienen posturas muy diversas sobre la política a adoptar hacia Cuba, son unánimes en cuanto a que esta debe cambiar y, aun más, lo son también al abordar con qué objetivo se debe producir ese cambio: el aterrizaje, ya sea “suave” o forzoso, en la economía de mercado y el pluripartidismo.

En esa diversidad unanimista se pueden leer cosas muy interesantes como que las personas emigran de Cuba porque no se les permite la iniciativa privada, obviando que en muchos países del entorno cubano donde, además de como dice el Manifiesto comunista estar abolida en la práctica para las nueve décimas partes de la población, la iniciativa privada despliega sus virtudes de la mano del narcotráfico y las maras y las tasas de emigración son superiores  a la de la mayor de las Antillas. Incluso Puerto Rico, que posee la bendición de ser “Estado Libre Asociado” de la meca de la iniciativa privada, tiene más nacionales residiendo en EEUU que en su territorio.

Otra lectura habitual es la que nos dice que La Habana puede ser sede de las históricas reuniones entre el gobierno colombiano y las FARC-EP, o entre Kirill y Francisco, que han llevado a este último a denominarla “capital de la unidad” por la seguridad y discreción que garantiza un estado dictatorial, represivo, sin decir lo mismo de Ottawa o Roma, ciudades donde sesionaron las negociaciones secretas que condujeron a los anuncios del 17 de diciembre de 2014 entre Cuba y EEUU.

Sin embargo, el crecimiento de turistas que visitan Cuba nunca es asociado a la seguridad y tranquilidad del país menos violento de Latinoamérica sino al deseo de ver la Isla antes de que los viajeros estadounidenses la transformen al capitalismo, como Obama ha planteado que espera. Ninguno de los tres millones de turistas que visitaron la Isla en el 2015 vino de un país socialista pero pareciera que los estadounidenses, a quienes hasta hoy se les prohíbe por su gobierno hacer turismo en Cuba, son superhombres capaces de lograr lo que viajeros del resto del mundo no han podido.

A pesar de esa seguridad que hace prácticamente imposible un acto terrorista, reconocida hasta en los propios documentos de los diplomáticos estadounidenses en La Habana revelados por Wikileaks, nada ha indicado en los medios de comunicación que Obama viaje a Cuba sin las decenas de autos blindados y helicópteros que suelen acompañarlo a todas partes. Tampoco se han preguntado por qué el jefe de la democracia mundial necesitará esa protección en un país supuestamente dictatorial donde la mayoría de los ministros andan sin escolta y cuyos servicios de contrainteligencia derrotaron más de seiscientos planes de atentados fraguados por la CIA contra su principal dirigente, no por poseer muchos blindados o armamentos sino por contar una gran colaboración popular.

Fidel Castro, a quien no se sabe si el Presidente de EEUU visitará para que le cuente cómo ha sido posible lo anterior, es para esa prensa un dictador que ha utilizado su carisma para engatusar a las masas. Pero, a diferencia de los presidentes estadounidenses, incluyendo a Obama que lo hace semanalmente, Fidel jamás ha ordenado un asesinato extrajudicial ni tampoco ha perdonado a un torturador, y basa su actuación en la ética, el conocimiento profundo, la consagración al bien de los demás y el apego a la verdad, aprendidos de José Martí. Hoy, cuando el líder revolucionario está a punto de cumplir noventa años, sólo esa conducta y no el carisma -que sin dudas posee Fidel pero también personajes como Obama y el hoy desmoralizado e impopular Gorbachov- puede explicar su permanencia en el imaginario cubano y universal.

Los grandes medios no se cansan de repetir que la burocracia cubana es lenta y opaca pero es la norteamericana la que se ha demorado el doble que ella para autorizar la instalación en el puerto cubano de Mariel de una fábrica de pequeños tractores con destino a agricultores privados en Cuba y aun no ha respondido una solicitud de junio de 2015 de las Grandes Ligas del béisbol estadounidense que permitiría a los peloteros jugar allí sin romper con su país como sucede hoy gracias a la libertad de movimiento y la iniciativa privada que el gobierno de Obama les restringió aun más en los últimos meses.

A propósito del béisbol, el gobierno cubano es acusado constantemente de politizar el deporte pero en la reciente Serie del Caribe vimos en el estado sede del evento una enorme valla con el texto “Danilo presidente, siempre con la gente” en alusión al mandatario del país sede, República Dominicana, cosa inimaginable en Cuba, sin que nadie afirmara que eso era politización como tampoco lo fue que Medina se reuniera con el equipo dominicano antes de comenzar el evento o que el Presidente mexicano recibiera al equipo azteca luego de ganar ese campeonato.

En 2009 el gobierno de Obama negó la visa al trovador cubano Silvio Rodríguez para participar en un homenaje al músico estadounidense Pete Seeger, como también impidió durante cinco décadas a miles de artistas y escritores cubanos el acceso a EEUU y el recibir los ingresos  que les corresponderían por la difusión de su obra allí. Ahora  que Barack Obama visita Cuba, nadie recuerda un hecho bastante reciente contra el que muchos consideran el más grande autor de la canción en lengua española ni el enorme acto de censura que ha significado el bloqueo en la cultura pero la prensa que calla eso se inventa que en la Isla “podías ir a prisión por tu afición a los “ritmos del capitalismo”.

Cada paso que dará en Cuba Barack Obama será seguido del servicio a la desmemoria. Por eso, cuando se anuncia su presencia en el Estadio Latinoamericano de La Habana para un partido de béisbol entre un equipo cubano y otro de las Grandes Ligas estadounidenses, muchos evaden mencionar el nombre de la instalación, fruto de un congreso latinoamericano de estudiantes clausurado allí por Fidel y evitan mencionar las incontables veces que el mayor animador del deporte cubano tiró la primera bola o bateó en una instalación ampliada radicalmente en 1972 con el trabajo voluntario de decenas de miles de miembros de los demonizados Comités de Defensa de la Revolución.

Si, como hizo su Secretario de Estado John Kerry, el ilustre visitante recorrerá La Habana Vieja, ¿podremos leer en alguna parte que ese impresionante patrimonio está en pie gracias a que la Revolución impidió los planes de la mafia estadounidense y el dictador pronorteamericano Fulgencio Batista de convertir todo ese espacio en lo que hoy es Las Vegas?

El pobre Obama, según uno de los portavoces de su nueva política para Cuba, está atrapado por el “fuego cruzado” de cubanos extremistas  de ambos lados, pero  el Sr. An­tony Blinken, Subse­cretario de Estado de los Estados Unidos acaba desmentir a quien escribe tal cosa. Blinken ha anunciado  en Ginebra que el Presidente estadounidense vendrá a aleccionarnos sobre Derechos Humanos y Democracia tal como la entienden EEUU y los contrarrevolucionarios que el gobierno norteamericano paga en Cuba.

Es que aun no hemos dejado de ser infierno pero pronto, si asumimos el modelo que EEUU ha impuesto amablemente en sus vecinos cercanos estaremos en camino de ser un paradisíaco “país normal”. Sin embargo, ya no lo contarán los medios porque entonces, por normales, como sucede allí, la violencia, las enfermedades, la demagogia, el narcotráfico, la mentira y la corrupción dejarán de ser noticia.

(Al Mayadeen)

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