La sistemática absorción de aquellas que son más exitosas en su gestión por las grandes compañías o la quiebra irreparable de las que no resisten una competencia tan asimétrica con las mega compañías, constituyen una norma sistemática del desarrollo en el capitalismo monopolista.
Diríase que las grandes corporaciones y las pequeñas firmas son los dos extremos de una contradicción inevitable del desarrollo capitalista.
Por eso resulta tan asombroso que, tras los acuerdos entre los gobiernos cubano y estadounidense de trabajar en común por la “normalización” de las relaciones basadas en el respeto recíproco de las soberanías de ambas partes, Estados Unidos dedique tantos esfuerzos a presentarse como benevolente promotor de la pequeña empresa privada en la Isla.
Esto se aprecia fácilmente en las “espontáneas” ofertas de capacitación para la gestión negociadora que reciben en Cuba los nuevos propietarios de pequeñas empresas, por muchas vías.
Aunque es de suponer que todas las nuevas pequeñas y medianas empresas que surgen en Cuba al calor de legislaciones que favorecen el trabajo por cuenta propia como alternativa para evitar las plantillas exageradas en las entidades económicas estatales, cumplen con requisitos que las leyes cubanas establecen para la inversión extranjera, es común que la ciudadanía cubana, se sorprenda con frecuencia por la identidad de los dueños y se preocupe por el origen del capital implicado en tales pequeñas empresas.
Según Susan Crabtree, de The Washington Examiner, en días recientes la Casa Blanca convocó una reunión secreta destinada a tratar sobre los nexos con Cuba, organizada por el grupo ONG Business Forward que incluye algunas de las más poderosas corporaciones de Estados Unidos.
“Como parte de lo los actuales acuerdos con la comunidad de negocios acerca de los esfuerzos de Presidente por normalizar las relaciones con Cuba, el miércoles 25 de mayo, la Casa Blanca será anfitrión de una reunión de líderes de negocios pequeños y medianos de todo el país para ser informados acerca de la política de la Administración hacia Cuba”, informaba la convocatoria presidencial.
Parecería extraño que, faltando a los principios neoliberales más “sagrados” del capitalismo, el poder central estadounidense pueda dedicarse a intervenir en cosas tan pedestres de capitalismo primitivo.
Dado que Cuba aún sufre un duro bloqueo económico, financiero y comercial por parte de Washington que incluye la prohibición a ciudadanos estadounidenses de viajar a Cuba como turistas, solo pueden hacerlo especialmente autorizados por el Departamento del Tesoro estadounidense, quienes están viajando a Cuba con mayor frecuencia no son, como había sido hasta ahora, personas identificadas con el rechazo a las injustas políticas de aislamiento y hostilidad hacia la Isla.
En la actualidad la mayoría de los ciudadanos de EE.UU. que están ingresando en Cuba son personas sometidas al proceso de adoctrinamiento global promovido por las grandes corporaciones que, entre otras cosas, controlan los medios de comunicación, los de prensa, educación, entretenimiento y demás que sirven para conformar el pensamiento único promovido por la élite del poder imperialista estadounidense.
Están, por ello, impregnados de los prejuicios incrustados en sus conciencias durante más de medio siglo por la política hostil que convoca al cambio de régimen (regime change) y confunde el capitalismo con la democracia, que es casi su contrario absoluto.
Traslucen los esfuerzos por separar a la sociedad civil cubana del Estado socialista–con pretensiones de controlarla e influirla-. Estos objetivos han estado antes presentes en los “programas para la transición hacia la democracia en Cuba” formulados con insistencia desde 2003 y durante los gobiernos de George W. Bush de 2004 a 2006, unidos a propuestas similares de instituciones académicas norteamericanas como la Brookings Institution. insistencia desde 2003, durante el gobierno de W. Bush, de separar a la sociedad civil cubana del estado para controlarla/influir en ella/que dependa de EE.UU. y de su capital. ejemplos :
Sembrando falsas ilusiones y fantasías del sueño americano, tratan de generar en los nuevos trabajadores por cuenta propia cubanos el empeño por de enriquecerse mediante programas que les ofrecen desde Estados Unidos, sin acatar las regulaciones de las autoridades estatales cubanas. Cede en cualquier estado.
Cuentapropistas que caen en esta fantasía no se dan cuenta que solo si siguen las reglas del nuevo modelo económico y social cubano podrán formar parte de la economía del país y no quedar excluidos de ella cuando sean absorbidos por monopolios “nacionales” originalmente escogidos por EE.UU.
Parece evidente que, si ambas partes están interesadas en avanzar hacia el establecimiento de relaciones respetuosas, una y otra deben esforzarse por adaptarse a los procederes establecidos en la otra.
Cuba debe respetar la estructura económica capitalista que rige en Estados Unidos con la preeminencia de las corporaciones y sus métodos de relacionarse. La superpotencia, por su parte, tiene que reconocer la vigencia del sistema socialista cubano y el papel central del Estado con las características que le están asignadas al mercado como asistente para el cumplimiento de su papel eminentemente social.
Es incuestionable que la pequeña empresa, que en Cuba ha nacido y crece como parte de un sistema económico que tiene a la sociedad como beneficiario principal, está llamada a ser factor de notable importancia para el desarrollo de la nación.
*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.
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