Por: Osmany Sánchez (jimmy@umcc.cu / @JimmydeCuba).- Los dos contendientes se preparan desde hace meses, estudian al contrario, buscan la forma de desestabilizarlo, de asestar el primer golpe. Llega el momento, el público grita, corea los nombres de los rivales y levanta carteles con consignas…comienza el debate presidencial en los Estados Unidos.


Según lo previsto más de 100 millones de personas pudieron ver durante una hora y media las propuestas de ambos candidatos. Lo que dicen importa claro, pero quizás sea más importante cómo visten, cómo y cuándo sonríen, la forma en la que miran a la cámara…dicen que el sudor le costó la presidencia a Richard Nixon. En el debate presidencial no se muestra un programa político, sino que se vende una imagen.

Solo dos partidos se disputarán el poder en los próximos cuatro años. Supuestamente el resto de los partidos tiene iguales posibilidades, pero el sistema político se lo pone muy difícil para conseguir un mínimo de representación. Desde 1853 Estados Unidos ha tenido un presidente demócrata o republicano, antes de eso la decisión estaba entre demócratas y whigs, antes entre demócratas y nacional-republicanos y antes de eso entre demócratas y federalistas. La excepción es George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, que se proclamó independiente.

Según datos de junio de 2016 los votantes estadounidenses valoran negativamente tanto a Trump como a la Clinton (El 60 % valoran negativamente a Trump y el 55 % a Clinton), pero no tienen más opciones. Los grandes medios cubren solo a los dos principales partidos y hacia ellos van dirigidas las millonarias contribuciones (nadie apuesta al caballo perdedor) ¿Por qué sólo dos partidos tienen la posibilidad de hablar de su programa político ante millones de posibles electores?

Veamos. Además de los Republicanos y los Demócratas hay otros dos partidos que sobresalen entre los “partidos pequeños”, que son el Partido Libertario y el Partido Verde.

El Libertario está encabezado por Gary Johnson de 63 años, graduado de Ciencias Políticas en la Universidad de Nuevo México. Entre sus propuestas está la despenalización del aborto, la legalización de la marihuana, la reforma fiscal del estado para simplificar el sistema de tributación, la protección de los derechos civiles, la no intervención militar y la reducción de la deuda nacional.

El partido verde por su parte está liderado por la doctora Jill Stein de 66 años, nacida en Chicago y graduada cum laude en la Universidad de Harvard. Entre sus propuestas destaca su “agenda verde” que pretende lograr el uso de un 100 % de energía renovable para el 2030, la creación de empleo y el fin de la pobreza, la sanidad y educación como un derecho, establecer el salario mínimo en 15 dólares la hora y convertir el cambio climático en un pilar de la presidencia, prohibiendo prácticas peligrosas para el medio ambiente como el fracking y protegiendo la biodiversidad.

Las normas de los debates permiten que solo participen aquellos candidatos que superen el 15 % de los votos en las encuestas a nivel nacional, pero como superarlo si su voz no se escucha. El propio Johnson reconoció que “es imposible ganar si no se está en ellos (los debates)”. Los invito a hacer un experimento. Visiten el sitio del New York Times dedicado a las elecciones y verán que parece que en las elecciones de los Estados Unidos hay solo dos partidos políticos: Demócratas y Republicanos.

Contrario a lo que muchos piensan, en los Estados Unidos no se vota directamente por el presidente. Precisamente una de las causas por las que los terceros partidos no tienen chances es porque el candidato que gane un estado, aunque sea por un voto, se lleva todos los votos electorales en disputa, por eso los votantes van “al seguro” por los que saben que tendrán representación.

Un ejemplo. En las elecciones del año 2000 Al Gore obtuvo 50, 999, 897 votos a nivel nacional para el 48,4 %, mientras que George Bush obtuvo 50, 456,002 votos para un 47,9% sin embargo con 543.895 votos menos se convirtió en el cuadragésimo tercer presidente de los Estados Unidos.

El 19 de septiembre de 1796 fue publicada en los periódicos una especie de Alocución de Despedida de George Washington donde anunciaba que no aceptaría un tercer mandato y denunciaba el desarrollo de los partidos políticos y del espíritu partidista que invadía en forma creciente la política americana. Concretamente dijo:

“(Las facciones) colocan en lugar de la voluntad delegada de la nación la voluntad de un partido, y las miras pequeñas y artificiosas de unos pocos, y siguiendo los alternativos triunfos de las facciones diferentes, dirigen la administración pública por mal concertados e intempestivos proyectos, no por planes consistentes y saludables, dirigidos por consejos comunes, y modificados por intereses recíprocos. Por ahora no tenemos tan tristes acasos, pero en la serie de los tiempos y de las cosas, pueden aparecer hombres astutos, ambiciones, y sin principios, que logren trastornar el poder del pueblo, y usurpar las riendas del mando, arruinando después a aquellas mismas máquinas que les proporcionaron elevarse a una injusta dominación”.

El tiempo le dio la razón a George Washington, convirtiendo a los Estados Unidos en lo que es hoy. Un gran país para una parte de los que viven en él y un gran mal para los que han sufrido las ambiciones de sus distintos gobiernos.

No es mi intención juzgar a los Estados Unidos o a su sistema político o electoral. Si abordo el tema es porque creo que Estados Unidos no tiene fuerza moral para darnos lecciones y que multipartidismo no es sinónimo de democracia.

Para contactar con el autor: jimmy@umcc.cu

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