Lilibeth Alfonso Martínez - blog La Equina de Lilith. - Desde #Baracoa luego de #Matthew, Noelvis Morales cuenta. Lo que trajo la mañana fue la constancia del desastre.

Tres horas de vientos fuertes, con el huracán estacionario y rachas por encima de los 250 km por hora. “Algunos reporteros extranjeros aseguran que esto no fue un huracán cuatro, sino cinco”, y luego una calma de una hora y media, la Ciudad Primada bajo el ojo del monstruo, tras lo cual regresó la “concretera”, porque así sonaba el huracán que no obstante según los especialistas se mantuvo en la categoría cuatro de la escala de cinco Saffir Simpson.


Los servicios de electricidad caídos desde las nueve de la mañana de ayer. El teléfono muerto en casi todas las casas. Sólo el celular respondió, a veces, y las ondas cortas, donde fue posible salir.

A media madrugada, las puertas de la biblioteca municipal se abrieron solidarias a varios trabajadores porque el mar, me dice esta baracoesa, llegaba a donde sea. En la calle Martí, tres cuadras más arriba del malecón, podían sentirse las olas chocando contra los muros de las casas.

La mañana, es la constancia del desastre imaginado, visto en la mente durante aquella noche larga. La vegetación de la Loma del paraíso, donde florecían los helechos sin que nadie los cuidara y está el sitio arqueológico, y el cementerio con sus muertos de toda la vida, y cientos de casas, está quemada por el viento, negra, y así toda la vegetación de la Villa, quemada porque los vientos no traían lluvia sino el agua salobre, que era como un látigo de fuego contra el verde.

Las palmas, los árboles están en el piso. Los techos fuera del sitio donde fueron colocados alguna vez. Las tejas criollas, las tejas francesas, el sinc, el fibrocemento. El malecón con varios huecos luego de ser restaurado hace solo unas semanas. Huecos también los edificios hasta los segundos pisos, aunque las olas llegaban más arriba. La Punta “limpia” casi. Cero bancos, cero árboles.

El mar, ahora, está elevado pero no cruza con demasiado empeño el muro del malecón, pero en la ciudad todo lo que se toca es agua de sal. La ropa, los vasos, las puertas y ventanas, las barandas, los pisos hasta donde no entró el mar directamente.

La disciplina grande. La gente, que en otros eventos había salido a recoger tejas voladoras y a resguardar bienes, esperó la mañana. Recogió los pedazos en la mañana, apartó los escombros en la mañana. Lloró en la mañana por la desgracia propia o la ajena, porque a esas horas es la ciudad compartida la que sufre,  y ella es madre.

Seis de la mañana y ya las cabezas del Consejo de Defensa Municipal salen a la calle. Las brigadas evalúan el éxito de la furia de #Matthew. Las caras son una elegía. Pero la ciudad no está muerta. La gente, que siempre es lo más importante, vive.

PUBLICADO EN EL BLOG "LA ESQUINA DE LILITH"

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