Noel Manzanares Blanco - Cubainformación.- Por estos días, como millones de mis compatriotas, he pensado/pienso en la inmensa obra que para Cuba, para el Mundo, nos lega Fidel Alejandro Castro Ruz y —amén de compartir mis muestras de agradecimiento por su enorme quehacer— he meditado/medito en lo que soy por lo que me indujo mi Progenitora con respecto a qué significa la Revolución Cubana y el Ejemplo de su Comandante en Jefe.


Particularmente este 4 de Diciembre, día en que Fidel se situó en Santa Ifigenia, Santiago de Cuba, al pie de su Maestro y Apóstol José Martí, acompañado por el Padre de la Patria Carlos M. de Céspedes y la Madre de todos los cubanos/as Mariana Grajales, a resguardo del Héroe de Baraguá Antonio Maceo, recuerdo que en fecha similar en 1920 llegó al mundo la autora de mi existencia Bárbara Mérida Blanco Salas. Evoco, pues, motivado por esta coincidencia.

Mi Madre, humilde negra que apenas ejerció el oficio de tabaquera, con una descendencia de dos hembras y dos varones que tuvo que atender prácticamente sola, con un porvenir nublado a causa de las carencias comunes para los sujetos de su clase social, conquistó lo que fue su sueño más íntimo: ver a sus Hijas e Hijos convertidos en personas de bien y preparadas para enfrentar la vida, fruto de la Revolución encabezada por Fidel.

En este minuto, a mi mente llega que con cuatro años mi Madre me llevó al recibimiento que el pueblo camagüeyano le tributó a la Caravana de la Libertad a su paso por predios de Ignacio Agramonte el 4to. día de 1959. En este minuto, se agolpan en mí las muchísimas ocasiones en las que mi Madre aludía a que los negros/as cubanos/as nos convertimos en personas por el Gran Enero.

Tal vez la anécdota que sigue muestre a ciencia cierta el descomunal Agradecimiento que siempre acompañó a mi Madre: cada vez que quien escribe publicaba un trabajo en el Periódico Adelante de Camagüey, ella se lo mostraba a cuantas personas podía y con orgullo visible decía: “¡Esto es Gracias a la Revolución de Fidel!”

Confieso que encontré en el hecho de nombrar a mi Hijo Fidel Alejandro una manera de extender la presencia redentora de nuestro Líder Eterno en mis seres queridos, con el influjo de las tantas enseñanzas que con respecto al mejor discípulo de Martí me transmitió mi Madre. Confieso que a esta altura siento un sano orgullo por todo ello.

Mi Madre partió de este mundo el 3 de Septiembre de 1992, cuando nos adentrábamos en el Período Especial. Se conoce la tragedia que se apoderó del pueblo cubano en aquellos años difíciles y gloriosos. Fui entonces uno más de quienes a lo largo y ancho del país nos entregamos a Salvar la Patria, la Revolución y el Socialismo mientras que Cuba elevaba a la cúspide su Internacionalismo. Convertí mi aula y mi pluma en rifles contra el enemigo interno y externo.

Declaro que desde que tengo uso de razón y responsabilidad política, mi corazón ha latido/late al compás del Magisterio de mi Madre y mi Padre Fidel.

A partir de ahora nos Comanda Fidel desde su trinchera en Santa Ifigenia. Donde quiera que se encuentre mi Madre, le agradecerá a nuestro Máximo Líder por lo mucho, mucho, mucho que hizo para dignificar a su prole después de la Luz del Gran Enero. Y este humilde servidor, exclama a los cuatro vientos: ¡Fidel: por la Revolución Cubana, mi Madre me inculcó Lealtad a ti! ¡Así será mientras respire! ¡Lo Juro!

 

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