Con Donald Trump no ha ocurrido así. Su personalidad de mando corporativo no lo ayuda y peor aún la impunidad que ha disfrutado en los turbios manejos de sus negocios, incluyendo su vida privada.
Ahora choca con una desagradable realidad: sus “empleados”. O sea, quienes él consideraba empleados suyos, temerosos de la alta temperatura política en Washington tienen dudas sobre su futuro. Trump ha destituido tantos funcionarios de los órganos de justicia, que jueces y empleados por igual, están atemorizados.
Su presidencia ha sido un sainete desde el comienzo y la culpa ha sido del propio Presidente quien imaginó que, por ostentar la más alta magistratura del país más poderoso del mundo, es de facto el Hombre más Grande del Universo. Craso error.
El escándalo ocasionado por las señales de una interferencia rusa en las elecciones o de un acercamiento oficioso de los allegados de Trump con los rusos o de los lazos o sus simpatías con Vladimir Putin, ha convertido su mandato en una pesadilla.
Para colmo, un buen día, seguramente con su acostumbrada arrogancia, despidió al Director del FBI James Comey, con lo cual se enfrenta a los órganos de la inteligencia.
El turbulento comienzo ha hecho que estas instituciones de investigación y las legislativas inicien pesquisas y cuestionamientos. En definitiva ellos son los encargados de vigilar y defender la soberanía del país y han puesto sobre el tapete sus dudas sobre la interferencia rusa y también posibles obstrucciones a la justicia por parte de Trump.
El Comité judicial del Senado, al frente del cual está el Senador Republicano de Iowa, Charles Grassley, investiga probables intentos del Ejecutivo u otros, de influenciar el rumbo de las investigaciones del FBI. A sugerencia de la Senadora por California Dianne Fenstein, Grassley ha incluido investigar el despido de Comey y abrir nuevas pesquisas sobre el servidor privado de Hillary Clinton. Ésta última decisión es resultado de las recientes declaraciones del señor Comey, alegando que Loretta Lynch, Fiscal General en época de Obama, lo presionó para que abandonara la investigación de los servidores.
Sobre la posible interferencia rusa, el Comité Judicial ha manifestado, que deja ese asunto al Comité de Inteligencia de la Cámara, quien así lo ha confirmado. En medio de estas anomalías, el Representante Devin Nunes Jefe de dicho Comité, comunicó a la prensa haber detectado contactos y conversaciones de personas con autoridades rusas, todas ellas relacionadas con Trump, sin informar previamente Adam B. Schiff, el demócrata de más alto rango de ese comité. Todo un gran escándalo de familia.
Dada la envergadura de las revelaciones y las pistas existentes, el Comité Judicial de la Cámara decidió designar a Robert Mueller, antiguo Director del FBI, como consejero especial para investigar si Donald Trump obstruyó la justicia, al despedir a Comey.
Trump se disgustó al saberlo, sobre todo cuando se hizo público y le ha virado los cañones a Rod Rosenstein, el Fiscal General Adjunto, porque el Señor Mueller queda de facto bajo su autoridad, aun cuando el Comité Judicial del Senado, es quien supervisa y vigila al Departamento de Justicia y al Ministro, o sea, al Fiscal General. La tensión del Ejecutivo y la Fiscalía ha llegado a puntos de tensión tales, que el propio Trump ha insinuado y su abogado personal ha dicho, que posiblemente el Presidente destituya a Rosenstein. Esa declaración trajo una abrupta respuesta de la Senadora Dianne Fenstein, miembro de alto rango del Comité Judicial, diciendo que si se le ocurre a Trump expulsar al Fiscal Adjunto “va a tener un abrupto despertar”.
Recordemos que el impeachment del Presidente Andrew Johnson en 1867 fue debido a que destituyó a su Secretario de Estado por divergencias con las decisiones militares respecto al Sur, recién vencido en la Guerra Civil y no fue separado de la presidencia por un voto a su favor.
De acuerdo a la Ley (Tenure House Act), estas decisiones no pueden ser tomadas unilateralmente por el Ejecutivo, lo cual tiene sentido, una vez que las personas designadas, si bien son escogidas por el Presidente, deben ser aprobadas por el Congreso. No son subordinadas del Presidente en el sentido usual del término.
Para colmo, el otro hombre de confianza en el Departamento de Justicia, el Fiscal General Jeff Session, es decir el Ministro de Justicia, ante audiencia del Congreso manifestó recusarse “de cualquier investigación sobre la campaña presidencial”, lo cual significa “salirse del potaje”.
Las personas se preguntan: ¿cuál va a ser, en medio de este terremoto, el destino de los inmigrantes; la reforma de impuestos; el seguro de salud; la Muralla Trump; la cínica decisión sobre las relaciones con Cuba y el final de las tremebundas amenazas lanzadas durante la campaña electoral? ¿estaremos frente a un sainete, que es una pieza teatral breve, o ante un drama de envergadura?
Realmente es muy temprano para responder, en presencia de un gobierno tan disfuncional como el que le ha tocado a Estados Unidos de América. Ahora bien, si las cosas continúan, dentro de poco, la pregunta será: ¿Cuál será el destino del Presidente?
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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