Pasados varios meses del gobierno de Trump, en medio de turbias informaciones provocadas por el advenedizo miembro del Partido Republicano, elevado nada menos que a la magistratura presidencial, el pastor (nada que ver con la raza canina) Robert Jeffress se presenta con la noticia que “Dios le ha dado a Trump la autoridad de liquidar a Kim Jong Un”.
¿Alguien recuerda haber visto esta película?
Han transcurrido 17 años desde la última vez que un Presidente habló directamente con Dios. En esta ocasión uno de sus “asesores”, sí señores, tal y como escuchan uno de sus “asesores”, el reverendísimo pastor Robert Jeffress, le ha comunicado al Presidente “la Voz de Dios”. Y este Dios con el que hablan en Estados Unidos parece gustar de cohetes nucleares, tanques blindados, guerra de las galaxias y otros entretenimientos de esta naturaleza.
El señor Jeffress es un “asesor” del Presidente que, de acuerdo a su especialidad, debe ser la conexión entre la alta magistratura terrestre y el Supremo Celestial. Al parecer Washington también tiene derecho de tener sus propios babalaos. Por supuesto no son babalaos comunes y corrientes. ¿A quién se le podría ocurrir que un país tan civilizado, estético y aséptico, pudiera caer en esa vulgaridad africana? Los babalaos estadounidenses visten de traje, pronuncian escatológicos discursos y viven en mansiones tan grandes, que poco les falta para requerir transportación interior para ir de una habitación a otra. Además, los presidentes los llaman y le consultan, siempre pendientes (me imagino que además temerosos) de lo que Dios piense de ellos y para saber si han recibido algún correo del infinito estratosférico y misterioso. En ocasiones el mensaje Divino viene cargado de leche, ordenando joder a alguien en algún rincón del Planeta Tierra, donde rige la autoridad Imperial de Washington. Para estas actividades cuentan con las “fuerzas especiales”, término que encubre un grupo de sicópatas “organizados bajo el peso de la Ley”, a cargo de asesinar “objetivos”. Esta gente ni siquiera se enteran del nombre del “tipo que se van a echar”, como se dice en el lenguaje de los guapetones de barrio.
En aquella primera ocasión que “el Creador” habló con Washington, digo con George W. Bush, le dijo que “jodiera a Sadam Hussein”. Sin consideración y sirviendo las órdenes Divinas, la arremetió de inmediato contra Irak. Primeramente, con los “cohetes Tomahawk”, luego la aviación, la infantería y finalmente con cuanto equipo de guerra “moralmente obsoleto” existía en ese instante en los inventarios luctuosos del Pentágono. El resultado fue la “Madre de todas las Guerras”, algo que Sadam sabiamente anticipó antes de los ataques. El desmadre fue tan tremendo y tan ciertas fueron las palabras de Sadam a quien nadie creyó, que todos los presidentes posteriores, funcionarios, dirigentes de los dos partidos que gobiernan y otros de quienes no he escuchado, han acusado al Presidente Bush de las catástrofes ocurridas en esa región como consecuencia de ese proceder. Por supuesto no piensen que culpo a Dios del asunto, estoy seguro que Bush no entendió bien lo que le dijo aquel día el Señor, quizás porque la conversación fue tarde en la noche o demasiado temprano y el Presidente no tenía aguzados los sentidos.
Lo importante del momento es este nuevo mensaje que el pastor Robert Jeffress ha trasladado al Presidente Donald Trump, de contenido catastrófico tan grande, que nadie ha pronunciado un veredicto de qué sucedería si le meten un cohetazo al chino norcoreano, cuyas fotos recuerdan a los niños en Disney World cada vez que lanza al aire uno de esos jugueticos nucleares. ¿Se iría por el caño de aguas sucias la industria surcoreana en pleno? ¿Entraría China en la contienda, poniendo en juego sus avances industriales y tecnológicos alcanzados a partir de la década del ochenta? ¿Sobreviviría New York, la Gran Manzana para convertirse en un campo de lechuga contaminada?
Bueno no les abrumo con preguntas y suposiciones, porque el asunto es que el pollo del arroz con pollo radica en el primer cohetazo.
Pienso que Trump cree mucho esto de que alguien habla con Dios tan fácilmente. Muncho menos sin “dirigirse primeramente a él, quien es el Emperador del Trump Tower” que, aunque no la construyó en siete días, reunió seguramente su capital con de siete trampas. Pero el mensaje del “pastor”, le viene como anillo al dedo, sobre todo porque para un Presidente de Estados Unidos es más fácil atacar otro país que lograr la aprobación de una ley de salud, la construcción de un muro, aumentar los impuestos o impedir los abortos.
La primera película, la invasión a Irak, fue mala, la segunda será apocalíptica.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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