Alberto Buitre - Oficio Rojo - La violencia fascista de Charlottesville no es casualidad. Nada en política lo es. Estamos frente a la reivindicación de una vieja agenda de la derecha estadounidense, la misma que proviene del esclavismo y aguardó en voz baja por muchos años su momento de resurgir. Ese momento es hoy.
No es algo nuevo. La historia de Estados Unidos es la historia de la discriminación. La Constitución está sentada sobre la libertad, sólo de unos cuantos. Padres fundadores como Thomas Jefferson o James Madison seguían poseyendo 300 y 700 esclavos, respectivamente, aún después de la revolución. Luego, todo movimiento que ha buscado verdadera igualdad ha sido aplastada de una u otra manera. Ha sido el caso de Martin Luther King o Bernie Sanders.
Se han ubicado en el Partido Republicano por simple pragmatismo. Pero sus objetivos van más allá. Buscan reinstalar la rebelión del Té, autonombrándose los únicos colonos de la nación, imponiendo por tal sus normas, incluida la segregación racial. Anclados en el mito de la supremacía esclavista, desprecian a otros inmigrantes, significados como enemigos, y sus ideas de democracia o diversidad. Les mueve el miedo. El miedo que mueve al odio. Odio que mueve a la violencia, porque temen perder lo que han conquistado, según les dijeron.
Y Trump los motiva. Pulsa su fobia al cambio. Se ha presentado como el padre que arreglará sus problemas. Por eso han salido sin temor a las calles, confiando que el poder está de su lado. Y no se equivocan. El presidente, no sólo se pronunció sobre los hechos dos días después de ocurridos –cuando normalmente le toma dos minutos censurar por twitter a un empresario que lo critica–, sino que dijo estar en contra de la violencia de “ambas partes”, criminalizando a lo que llamó la “alt-left” (izquierda alternativa, anarquistas en su mayoría) sin condenar al extremismo de derecha que de hecho asesinó a la activista Heather Heyes, de 32 años de edad. Cuan reaccionario resultó el mensaje del presidente que le valió los elogios del dirigente del KKK, David Duke.
Pero el mundo cambió. La diversidad llegó para quedarse. No hay vuelta al origen. Si algo enseñó Darwin es que el inadaptado está condenado a morir. ¿Cómo evitar que el fascismo avance? Kropotkin dijo que sin ayuda mutua no hay evolución. Es momento de la solidaridad. Pero también de la organización. De la toma del poder. Porque la segunda guerra mundial demostró que el fascismo no se detiene ante nada. Y esto no es exagerar. Retemos al pensamiento: ¿Cuántos muertos más se necesitan para hacer algo al respecto? ¿Cuáles son los límites de lo tolerable?
Sígueme en twitter: @albertobuitre