Es muy posible que nuestro tiempo nos depare la mayor desgracia, para eso la industria militar estadounidense ha instrumentalizado a Trump, un personaje de tal bajeza humana que es capaz de amenazar al mundo, de hacerse el firmante de más bombardeos que ningún otro anterior a él, (algo que callan los medios de propaganda yanqui de allí y de aquí) y de poseer un historial de estafador de gran calibre en la compra-venta de pisos y terrenos, historial que nadie quiere sacar a la luz aunque cuenta con numerosas denuncias sin resolverse en EEUU. ¿Por qué el emporio político financiero y militar de EEUU ha aprobado que sea éste su representante?.


Sus patrocinadores creen que sus contradicciones se resolverán poniendo al frente de su representación a un personaje de la más baja estofa, un personaje que haya demostrado sobradamente su parecido con Arturo Ui, el mafioso que dibujó el gran dramaturgo Bertolt Brecht en la obra de teatro del mismo nombre; allí Brecht exponía el camino seguido por su personaje y su ascenso al poder en la década de 1930 mediante el control de la venta de coliflores, ese vegetal que cuando se pudre huele a azufre, ¿azufre?, ¡qué casualidad!. Brecht se refería al ascenso de Hitler en Alemania, según parece, pero el relato transcurre en EEUU. ¿Qué veía Bertolt Brecht en 1941en el sistema de gobierno de EEUU?. En nuestros días Arturo Ui-Trump se propone salvar el imperio arruinando al mundo, y una vez hecho esto sus padrones se quedarían con el globo terráqueo para reconstruirlo a su gusto. El globo terráqueo, también Chaplin interpretó a Hitler jugando con la bola del mundo en la película “El gran dictador”, que él mismo escribió y dirigió, era el año 1940. “El gran dictador”, alegato contra el fascismo-nazismo, también la hizo en EEUU, Hollywood, y esto le costó su inclusión en la lista de perseguidos por el gobierno de EEUU. En inglés se escribió “The Tramp and the Dictator”, hay cierto parecido entre ese “Tramp” del título en inglés y el Trump del presidente de EEUU.

En estos días se me ha presentado la ocasión de escuchar a uno de los camareros que sirvieron la comida a Trump el Injerencista delante de los virreyes de Colombia (JM Santos), de Brasil (M Temer), de Panamá (JC Varela) y de Argentina (G Michetti), antes de que fuesen a la Asamblea General de la ONU. El camarero, (de quien callo el nombre para no exponerle a la ira del tipo del tupe con colorante paellero) es uno de mis mejores amigos desde la más tierna infancia, y debo decir que es él quien me ha contactado, a toda costa quería contarme, tal y como lo hizo Cide Hamate, primer autor de Don Quijote, a  Cervantes. Sabiendo que la política internacional me interesa ha puesto en mi oído lo que sucedió en el evento, que esta más allá de lo comunicado por los medios proimperiales. Lástima que el íntimo amigo tuviera que marcharse sin terminar, pues parece que le llamaba a voces el jefe de cocina. Yo le animaba: ¡sigue! ¡sigue!, estaba que no daba crédito al chivatazo que procuro resumir aquí. Puede que algún día sepamos más.

Según el amigo, él, camarero, estaba presente en el comedor, a pie firme, cuando los virreyes entraron en la sala  forzando un pequeño trote, mientras un cabo del ejército estadounidense de origen latino -que otro camarero le llamaba entre nosotros “la pelona”, y es que lucía calvicie de puro hueso y una mandíbula batiente de la muerte y su novio, eso cantan los legionarios “soy el novio de la muerte”- les daba la orden de “¡paso lí-gero!”, y conforme iban a su sitio les gritó “¡aaal trote!”, y echaron a correr como cuatro cochinos del apocalipsis con los brazos encogidos junto a sus costillas, para ponerse a un lado de las butacas frente a la mesa; entonces el cabo les dió la orden ejecutiva: “¡sen-tarse! ¡ar!”, y los cuatro retiraron los asientos y cayeron de culo sobre su poltrona.

Sin darles una palabra de recibimiento el injerencista supremo, que ya estaba masticando, se dirigió a ellos en inglés, (nuestro camarero sabe inglés, algo que los recién llegados no del todo y alguno nada), y debido, así me lo dijo, a su enfermedad degenerativa, la sialiorrea, a pesar de la distancia a la que estaban los invitados, dos metros más o menos, les salpicó de babas sin que éstos se inmutasen, obnubilados estaban, habían perdido toda capacidad mental en su presencia, y yo como camarero les ofrecí servilletas a los cuatro jinetes sin caballo, pero en su estado ninguno me prestó atención. Tampoco les habíamos servido, por órden expresa de Trump a su segundo, y éste a su tercero que mandó a un general que a su vez mandó al cabo a decirnos que no les pusiésemos “ni palillos ¡ar!”. Los virreyes no manifestaron ninguna esperanza de ver comida en los platos que tenían delante. Las primeras palabras de Trump a sus invitados fueron: “¡estados unidos primero!”, y repetió “¡estados unidos primero!”, ahí saltaban sus babas. Hablaba atropelladamente conforme roía una costilla frita de cerdo y bebía de un baso largo, que contenía un líquido de color negro que llevaba en una petaca licorera de esas de acero inoxidable, de bolsillo, y el mismo se servía; al dejarla en la mesa vi que tenía pintada una cruz de color blanco sobre fondo rojo y debajo ponía “MEDICINE”.  Para que luego se diga que los presidentes de EEUU no saben hacer dos cosas a la vez, aquí vemos que hasta tres, masticar, mientras bebe y habla.

El caso es que -continuó mi amigo- tardó en cenar 1 hora y 40 minutos. Le pregunté ¿qué cenó para estar 1 hora y 40 minutos?: costillas de cerdo, carne y sólo carne, con unos pedazos de grasa y huesos... ¿has oido eso tan de primitivos de “el hombre es un lobo para el hombre”?, pues lo parecía comiendo, un lobo, ¡cómo tragaba!. ¿Hasta los huesos?, bromeé, y para mi sorpresa le oí decir: sí, hasta los huesos. No estuve rápido y no continué, la broma se me había caído, de modo que lo cuento como me lo dijo sin aclarar más. Comerse el costillar de un cerdo, … en fín.

Mi amigo continuó: tardó 1 hora y 40 minutos, movía las manos, con las costillas grasientas agarradas en una o en otra mano, como suele hacer, arriba, abajo, como si dictase una sentencia, tragar, beber y farfullar. Mientras los cuatro cochinos del apocalipsis que tenía delante le sonreían con la saliva en los labios, sus ojos parecían estar a punto de salírseles de las órbitas. Sólo cuando el presidente, (le gritaban con el sonido gutural del homínido ¡presidente! ¡presidente!) se limpiaba la boca y la barbilla con el revés de las dos manos y con las mangas arremangadas de la camisa hasta los codos, se pegó un eructo que sonó desde lo más hondo del estómago: ¡no hay nadie como un emperador para dirigirse al mundo!. Después, mientras se urgaba con la lengua entre las muelas para sacarse los restos, entendí que decía a los cuatro: “ustedes son algunos de los mayores aliados de estados unidos, y ya saben, lo de Venezuela es completamente inaceptable.” Entonces le pregunté a mi amigo, pero ¿cuándo dijo eso no tenía la boca llena?, y me respondió con un tono irónico: no, esa vez no, se había sacado un trozo de costilla del agujero para poder hablar, la primera vez sí, el cerdo  parecía comerse a él mismo, comía costillas como un… me estoy liando, y siguió, no cuentes esto, yo lo cuento porque estamos en confianza, ( yo le dije que también lo iba a contar en confianza). Continuó: con la boca abarrotada de carne hasta salírsele, abrió cuanto pudo el agujero de la cara, era más un agujero enorme que una boca, y en la manera agresiva que se le conoce, y con el puño derecho cerrado sobre un pedazo de cuatro costillas y el índice estirado para arriba, lo meneó enérgicamente hacia el techo y hacia el suelo mientras decía con la misma voz de antes: “estamos preparados -hiiip- (le dió hipo) para tomar acciones si el Gobierno de Venezuela -hiiip- persiste en el camino de imponer (hizo una parada para sacarse de la boca con la otra mano parte de lo que tenía dentro y no le dejaba respirar, y continuó) su autoridad sobre la gente de ese país, estamos preparados, digo.”

Entonces sí, los virreyes, entusiasmados se pusieron a dar golpes con los puños en su espacio de mesa mientras con el sonido gutural de los simios homínidos se les entendía el grito “¡sanciones! ¡sanciones! ¡sanciones!”, y de la misma forma en que habían trepado al poder, dando un golpe en el suelo con sus botas, ¿botas?, si me fijé y ví que llevaban botas militares en vez de zapatos, lo que parece más normal cuando se viste con traje, la señora llevaba falda y aún me resultaba más raro que llevase botas militares, y con las botas y la agilidad característica del gorila dieron un salto y subieron a la mesa y la patearon a la vez que palmeaban y seguían con su grito “¡sanciones! ¡sanciones! ¡sanciones!”: eso le hacía mucha gracia a Trump, se reía bien fuerte sin despeinarse el tupe, que sí, como dijiste tu, parecía que se había echado colorante paellero.

Con lo de Cuba no dijo más que iba a apretarle las tuercas y aumentaría la presión, y lo dijo varias veces con ese ruido gutural de ... ¡aaah!, que asco, “¡a Cuba voy a apretarle las tuercas!”, “¡y cada vez más fuerte!”, eso mismo me decía yo, cada vez que respiraba notaba más fuerte el olor, estaba pasando algo en la atmósfera, lo notaba en mi naríz; al momento, discretamente otro camarero me dijo que fuese a la cocina, y me retiré con una bandeja de huesos de costillas, allí me esperaba otro compañero para decirme disimuladamente que parecía que el banco ING, siguiendo las consignas de Trump había adoptado una medida de boicot a Cuba, ING no aceptaba el envío de ninguna ayuda. Me dejó perplejo, el banco ING estaba preparado para satisfacer a King Kong, el mismo que en Hollywood le habían hecho salir de la isla Calavera.

Entonces pedí permiso para retirarme por un momento aduciendo que necesitaba respirar un poco, notaba que me faltaba el aire, notaba un olor raro en el ambiente, un olor como a huevos podridos, a coliflores podridas, luego supe que el Comandante Chávez había dicho que era olor a azufre, como huele el demonio, y el jefe de cocina, que también aspiraba oxígeno en una ventana abierta de par en par, me permitió salir al patio trasero. Allí ventilé mis pulmones y saqué de un bolsillo un recorte de periódico, leí: “Poetas de EEUU, Colombia, México, Brasil, Portugal y Argentina se sumaron al mensaje de los escritores y artistas cubanos dirigido a sus colegas norteamericanos que pone de relieve el carácter retrógrado de la política anticubana de la actual administración norteamericana y subraya la aspiración a sostener una relación cultural fecunda entre ambos pueblos.” Ya estaba reconfortado, el aire límpio me había devuelto a la vida, suficiente por el momento, y me guardaba la noticia cuando recordé una historia que me contó un compañero, ya sabes lo que hay que aguantar en nuestra profesión de camarero, quizá fuese una invención, quizá reflejase su deseo o una sencilla verdad, me dijo que un rico chulo cuando iba a comer al restaurante en el que trabajaba se dirigía a él como si fuese un esclavo, y en una ocasión, tras aguantarle sus majaderías racistas y después de insultarle le ordenó que le sirviese un café; mi amigo, tras prepararlo no pudo por menos que echarle un escupitajo en el brebaje, y yo lo recordaba conforme volvía a la cocina ...

En ese momento escuche que pronunciaban el nombre de mi amigo, le llamaban, y apresuradamente me dijo: lo siento, te tengo que dejar, me llama el jefe a retirar los platos y servirle a King Kong el (hizo un breve silencio y después dijo) ... café. Tras decir “café” continuó insinuante, como si tuviese una intención inconfesable, te llamo en otro momento. Yo le animaba: ¡sigue! ¡sigue!.Y ahí me quedé sin saber más. Espero que me siga contando.

(Ramón Pedregal Casanova ha publicado los libros: “Gaza 51 días” y “Palestina. Crónicas de vida y Resistencia”, “Dietario de Crisis”, Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero, y “Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios”. Es Presidente de la Asociación Europea de Cooperación Internacional).

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