Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- En la Guerra Fría original había cierto equilibrio entre las partes en pugna, lo que llevaba a observadores independientes a pensar que los soviéticos, diezmados por la Segunda Guerra Mundial, tenían un interés tan marcado por la paz que Washington podría lograr, sin demasiadas concesiones, un acuerdo ventajoso para Occidente que evitara la posibilidad de una guerra nuclear.


No obstante, la diplomacia y la propaganda de Estados Unidos se habían embarcado tanto en una campaña por la demonización de Rusia que – aunque se había debilitado bastante a raíz de la disolución de la Unión Soviética- en tiempos muy recientes ésta se había intensificado por el odio visceral de los partidarios demócratas hacia Trump a raíz de la humillante derrota infligida por éste a Hillary Clinton en los recientes comicios presidenciales de 2016.

Los líderes del partido demócrata atribuyeron la derrota de Hillary Clinton a la intromisión de Vladimir Putin en los comicios estadounidenses, argumento justificativo para consumo de la militancia demócrata por lo vergonzosa que resultó para ellos su descalabro ante un contrincante “menor” como era Donald Trump, considerado entonces un advenedizo en la “política mayor”.

El periodista irlandés Bryan MacDonald analizó en un artículo de opinión de reciente publicación, la carrera presidencial de Vladímir Putin y los motivos de su creciente popularidad en Rusia. En primer lugar, consideraba que su victoria en las elecciones más recientes había sido impulsada involuntariamente por Occidente. Los líderes occidentales y los formadores de opinión de Washington creían que las sanciones y la presión económica alentarían a los rusos a volverse en contra de Putin. Pero no podrían haber estado más equivocados.

Al respecto, Alexey Pushkov, representante del Consejo de la Federación rusa apunta que: “La demonización occidental de Putin ha tenido un efecto contrario en Rusia: los ciudadanos se han unido en torno a su figura cumbre de una manera sin precedentes. Y los resultados de las elecciones así lo confirman”.

Se recuerda que en los años 2011 y 2012 hubo en Moscú manifestaciones en contra del presidente Putin organizadas por un grupo que fue bautizado como la "elite moscovita". Corresponsales occidentales de prensa acreditados en la capital rusa, con escaso conocimiento sobre la situación en el resto del país, hicieron creer a sus lectores y/o espectadores que algo sustancial se movía, cuando la realidad era mucho menos dramática.

Aunque el Kremlin sospechó entonces de una interferencia de la entonces Secretaria de Estado estadounidense (Hillary Clinton), su influencia en estas marchas había sido realmente muy escasa.

Bien distinto fue lo ocurrido en 2013 y 2014 en Ucrania, cuando EEUU intervino abiertamente en apoyo a las protestas callejeras contra el Gobierno ruso.

Otro elemento ilustrativo de esta situación fue la campaña de ataques padecida por Rusia en relación con el caso del ex doble agente Serguei Skripal. Según palabras de Andrej Kondrashov, portavoz de la campaña electoral de Putin en Moscú: "La participación de electores fue entre un ocho y un diez por ciento superior a lo que esperábamos, gracias a que el Reino Unido, pretendiendo lo contrario, nos presionó justo en el momento preciso en que debíamos movilizarnos para ejercer el voto.” Kondrashov, irónicamente, agradeció al Gobierno británico por ello.

Las acusaciones que profirió Londres contra Moscú en relación al envenenamiento del ex doble agente Skripal favorecieron el aumento de la participación electoral en los comicios presidenciales del domingo 18 de marzo de 2018, en Moscú.

El portavoz dijo que la alta asistencia a las urnas no era más que una prueba del modo de actuar del pueblo ruso cuando se acusa a su país "en voz alta y sin pruebas". La disputa en torno al asesinato con gas venenoso del agente Serguei Skripal aumentó la participación electoral en varios puntos porcentuales, según el vocero. Al término de la jornada, Putin fue amplio ganador de la contienda.

Los rusos están plenamente conscientes de que las campañas que se crean contra su país y la demonización de su presidente requieren de una respuesta firme de la ciudadanía que apoya en general el estatus de Crimea y está resentida por la histeria anti rusa de Occidente. De hecho, es precisamente esta imagen negativa de Rusia que se difunde en Occidente lo que ha determinado los continuos éxitos electorales de Putin en diversas consultas comiciales.

Es más que evidente hace muchos años que la política exterior de Estados Unidos debía extraer lecciones de estos procedimientos que han demostrado sobradamente su carácter contraproducente en otras partes del mundo. Ejemplo extremo de ello es la política de cerco genocida contra Cuba durante 60 años, rechazada de manera prácticamente unánime por la comunidad mundial de naciones.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

  • Especial para el diario POR ESTO! de Mérida, México.

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