Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- La ideología determinante en el “Primer Mundo” defiende la liberalización de los movimientos de mercancías y capitales pero excluye enfáticamente la posibilidad de que la fuerza laboral disfrute de esa misma libertad. Condena toda acción gubernamental en los países pobres para proteger sus producciones de los efectos de un enfrentamiento desigual en el mercado externo pero rechaza la posibilidad de que se desplace internacionalmente la mano de  obra según la misma ley de oferta y demanda que ellos reclaman para sus mercancías, capitales y demás factores de la producción.


En condiciones de absoluta libertad de movimiento de las mercancías en el mercado mundial, vence quien produzca a menor costo y eso solo se logra con una productividad más elevada, que es siempre aquella a la que acceden las grandes corporaciones de los países desarrollados mediante una tecnología más eficiente nacida de su superioridad financiera, dejando a los países pobres el único recurso de competir a base de una fuerza de trabajo más barata.

Una globalización económica genuinamente liberal, que enarbole el principio de competitividad y fije en el mercado las posibilidades de todas las partes, debía incluir la libertad de movimiento de todos los factores de la producción, incluida la fuerza de trabajo, pero esta posibilidad ni siquiera es mencionada en el discurso neoliberal. En América Latina, el polo receptor fundamental de los intercambios comerciales, Estados Unidos, cierra sus fronteras a la inmigración espontánea que promueven las leyes del mercado y proyecta programas destinados a captar inmigrantes con calificaciones específicas o refugiados políticos (reales o simulados) que convengan a sus propósitos políticos de dominación, obviando que es evidente que la economía de Estados Unidos necesita objetivamente de mano de obra, en especial la no calificada.

Tal inconsistencia refleja la voluntad de evitar los conflictos derivados de la  competencia entre los inmigrantes y sus propios trabajadores, sin olvidar las manifestaciones de xenofobia y discriminación de las minorías que se manifiestan en esa sociedad, por múltiples factores históricos.

Desde el punto de vista de los empresarios estadounidenses que explotan la mano de obra inmigrante, si bien sus intereses por la proscripción legal de los ingresos de inmigrantes son afectados, la continuidad del ingreso de trabajadores indocumentados -con derechos deprimidos- resuelve sus necesidades. Los grandes perdedores resultan los inmigrantes indocumentados, perseguidos, maltratados y súper explotados. La emigración a Estados Unidos pasa a ser el hecho dominante del panorama migratorio regional.

Pero, a partir de las últimas décadas del siglo XX, el proceso migratorio latinoamericano y del Caribe, que desde la época de la conquista hasta entonces había dejado un saldo positivo, pasa a ser negativo. Es decir, más emigrantes que inmigrantes.

En los años 80, con el auge del neoliberalismo impulsado por el gobierno de Ronald Reagan en los Estados Unidos, América Latina se sume, como todo el Tercer Mundo, en un período caracterizado por los efectos de una deuda externa impagable que frena su desarrollo, agravado por el auge de la corrupción, la malversación y el descrédito de los políticos tradicionales.

El desmoronamiento de la Unión Soviética y del sistema socialista de Europa oriental privó a los países subdesarrollados del mundo de una alternativa de asistencia económica y técnica, así como de mercados relativamente seguros y ventajosos.

Los países ricos aprovecharon la coyuntura para imponer una orientación neoliberal a la objetiva tendencia a la globalización que los avances tecnológicos determinan para la economía de las naciones: Aminoraron la asistencia al desarrollo, forzaron el debilitamiento de los aparatos estatales, la desestatificación de los recursos naturales y la privatización de las empresas estatales, preferentemente por adquisición de éstas por corporaciones estadounidenses. Fue así que América Latina, que por siglos fue receptora de migración se convirtió en  región de flujo emigrante.

Decenas de millones de latinoamericanos se han visto forzados a emigrar en los últimos 20 años.

Todo ello ha conducido a un fuerte incremento de las desigualdades y la concentración de las riquezas en un reducido número de personas y entidades en los países del Tercer Mundo.

Así como Inglaterra, cuando su flota era la mayor y más eficiente del mundo, reclamaba libertad de los mares sin medidas de protección que elevaran la competitividad a las flotas de otros países, hoy los países altamente desarrollados reclaman libertad para el movimiento de  sus mercancías y capitales, sin barreras que protejan las producciones de los países de menor desarrollo económico. Pero no incluyen esa libertad para la mano de obra.

  • Especial para el diario POR ESTO! de Mérida, México.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

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