Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Días atrás, la publicación en  la revista Cuba Socialista de un artículo titulado “El “Progresismo” cubano y memorias del subdesarrollo”  provocó reacciones encontradas entre usuarios de las redes sociales en Cuba. Por tal razón La pupila insomne da la palabra a su autores.


Iroel Sánchez: Para comenzar, ¿quiénes son Karima Oliva y Vivani Jiménez, y qué los lleva a escribir un texto como “Progresismo” en Cuba y memorias del subdesarrollo?

Karima Oliva: Soy cubana, psicóloga de formación, graduada de la Universidad de la Habana y Doctora en Psicología por la Universidad Federal de Río de Janeiro. Actualmente resido y trabajo en México, soy profesora universitaria.

El artículo “Progresismo” cubano y memorias del subdesarrollo surge a raíz de una serie de análisis y debates que mi compañero y yo hemos sostenido al identificar aspectos que marcan una tendencia en el discurso de los medios “alternativos” y de los intelectuales que publican en ellos. Consideramos pertinente compartir nuestro punto de vista al respecto. Creo que el mundo vive un momento extremadamente delicado y tenemos que pensar el futuro de Cuba a la luz de esa complejidad. Considero que esta tendencia del pensamiento intelectual en Cuba tiene una mirada muy parcializada al respecto, y me pareció adecuado aportar una lectura crítica que pudiera traer luz sobre otras aristas que consideramos importantes.

Vivani Jiménez:  Soy de México, psicólogo de formación, interesado en las ciencias humanas y sociales, trabajador en el ámbito educativo no académico, participante en movimientos sociales de mi país en diferentes momentos, simpatizante del zapatismo y de la Revolución Cubana, adherente a la sexta declaración de la selva lacandona y solidario con las luchas anticapitalistas de abajo y a la izquierda en el mundo.  Visito Cuba con cierta frecuencia desde el año 2006, la primera vez por un evento en la UH, y el resto de las ocasiones por razones personales sin vínculo institucional alguno.

El motivo del texto es hacer una modesta aportación para la reflexión en torno a una corriente de pensamiento sobre Cuba que hace uso reiterado de una narrativa particular, desde donde pretende presentarse como de izquierdas, pero que en realidad coloca planteamientos francamente conservadores maquillados en ocasiones de buenas intenciones. Me pareció importante advertir su presencia mediática en Cuba, dado que no es un discurso nuevo, pues mantiene muchas similitudes con viejas corrientes de pensamiento, bien conocidas por las luchas anticapitalistas en América Latina, donde se sigue exactamente la misma retórica que pretende mantener, bajo diferentes formas, el orden de dominación capitalista. Este tipo de tendencias han contribuido históricamente a contener las corrientes de pensamiento y acción transformadores, y perpetuar así las crisis sociales de las que hoy somos testigos en los diferentes países del continente.

I.S: ¿Qué les han parecido las reacciones que ha suscitado la publicación de ese artículo? Entre las reacciones a su texto han existido quienes los han acusado de vínculos con funcionarios del Partido Comunista de Cuba (PCC) u otras autoridades cubanas, ¿tienen ustedes esas relaciones, militan en el PCC?

K.O: De modo general creo que sobre las reacciones solo valdría la pena resaltar tres aspectos fundamentales:

  1. Rápidamente algunos se sintieron aludidos y reaccionaron de forma defensiva ante el texto. Esto, a nuestro entender, pone en evidencia que la tendencia que estamos describiendo existe. Interpretamos la magnitud de su incomodidad con el grado de certeza que tuvimos en describir el fenómeno.
  1. Es muy marcada la incongruencia entre un discurso que se dice defensor de la pluralidad política, el debate, la diversidad de opiniones y la poca tolerancia ante criterios defendidos desde un lugar diferente al suyo. Hay una incapacidad para el diálogo desde el momento que solo se usan descalificaciones, se esgrimen prejuicios y ofensas. Solo pienso, si es esta la postura tan violenta simbólicamente ante lo diferente, desde un lugar de acumulación de cierto capital intelectual y estatus académico, cuál pudiera ser la postura de estos grupos ante el disenso, si en algún momento llegaran a manejar algunas cuotas de poder político real y efectivo en Cuba.
  1. No es la primera vez que mi punto de vista es desacreditado en espacios cubanos de discusión que se autodenominan “alternativos” y en defensa de la diversidad. Y soy cuestionada precisamente por emitir un criterio diferente al orden de racionalidad que, en estos medios, de forma contradictoria, se va estableciendo como hegemónico y poco tolerante ante lo que difiere de ellos. Es un tabú en estos espacios emitir algún juicio favorable al sistema político en Cuba. Si, en cambio, emites un criterio en sintonía con la narrativa hegemónica, no importa desde donde lo emitas, cuán lógica o informada esté tu argumentación, pasas el filtro de aceptación. Mi punto de vista ha sido desacreditado, de entrada, en función de determinadas pautas de discriminación, como la cantidad de artículos publicados, autores citados, medios donde público, etc. Es la enajenación propia de un sector académico muy elitista en nuestro país. Se da una descalificación que inhabilita el diálogo con lo diferente. Me queda clara la postura, que es prejuiciosa y discriminatoria, juzgan que no todos tienen el estatus requerido para poder dialogar si lo que vas a decir les contradice. No valen las experiencias ni la argumentación lógica, hay que poner por delante el estatus. Aquí hay otra incongruencia, no puede uno presentarse de izquierda desde la incapacidad de dialogar con aquellos que no hayan acumulado el mismo capital intelectual. Esto es algo que los intelectuales honestamente de izquierda en América Latina, comprometidos con los movimientos sociales, saben bien. El giro decolonial del pensamiento crítico latinoamericano nos ha demostrado que abajo, en condiciones muy diversas y adversas se construye un saber otro, que no necesita mirar al norte y reproducir el pensamiento eurocéntrico para legitimarse a sí mismo. Fanon, Dussel, González Casanova, por solo mencionar a algunos intelectuales, nos han aportado un camino de interpretación de Marx a la luz de nuestras problemáticas en el sur, en diálogo constante con otras voces, la de los grupos sociales más vulnerabilizados. Es claro que este plano de inteligibilidad resulta distante del interés de los intelectuales “progresistas” cubanos, que les es conveniente pensar Cuba al margen de este tipo de referentes.

Por lo demás, no soy militante del Partido Comunista de Cuba, ni de otra organización política en Cuba o en otro país. Los únicos miembros del PCC con los que tengo relaciones son antiguos colegas de trabajo, actuales amigos. No trabajo para los medios de comunicación en Cuba ni en el extranjero. No soy activista política. Tengo inquietudes políticas, pienso seriamente que toda persona debiera tenerlas. Siempre recuerdo la entrevista en la que preguntan a Foucault, cito textual, ¿“Por qué le interesa la política?”, y responde, “¿Por qué no me interesaría?” Cómo no interesarnos por la manera como están aconteciendo las cosas en el mundo hoy, en especial en América Latina y, ¿cómo no pensar Cuba a la luz de esa realidad? Mi simpatía por el gobierno de Cuba solo se corresponde con la capacidad efectiva que muestra de resistir los mismos mecanismos de presión y dominación económica extranjera que hoy asfixian a otras naciones y sostener el sistema de garantías de derechos efectivos que sostiene, en condiciones muy adversas, para cubanas y cubanos, con carácter universal. La experiencia cubana constituye una experiencia contrahegemónica importante, si analizamos lo que está pasando en el mundo de forma sistémica y le concedo a eso un valor significativo, más cuando veo el empuje del neoliberalismo, que está costando la vida a tantos en América Latina y globalmente. Es muy incongruente sentirse consternado con la crisis que la derecha está provocando en Ecuador o en Chile, por ejemplo, y no reconocer el valor de la postura contrahegemómica del gobierno de Cuba o, por lo contrario, criticarlo precisamente por no abrir espacio a la derecha, parapeteados tras el discurso del derecho a la pluralidad política.

VJ:  Evidentemente no tengo vínculo alguno con el PCC, ni con otra autoridad o institución cubana. Creo que es lamentable que ciertos grupos utilicen cualquier relación institucional con Cuba para desacreditar, de entrada, una postura diferente a la de ellos, como si el hecho de pertenecer a una institución cubana invalidara un planteamiento.

Me parecen reacciones esperables por parte de quienes se han visto reflejados en el texto, eso evidencia que realmente existen grupos identificados con esa corriente de pensamiento a la que nos referimos y, por tanto, la pertinencia del escrito. Por otra parte, en ese tipo de actitudes se aprecia intolerancia y un profundo desprecio ante una postura diferente, no basándose en argumentos, sino en descalificaciones.

Esas reacciones también tienen un carácter elitista, en tanto niegan la posibilidad de que otros piensen por sí mismos. Es por eso que, como de costumbre, necesitan culpar también a las instituciones cubanas de que otros piensen de forma distinta, ya que son incapaces de admitir que existan posturas independientes y diferentes a las suyas, que simpatizan con la Revolución Cubana y su gobierno, sostenidas en experiencias, valores y argumentos propios. Esto contradice nuevamente su pretendido respeto por la diversidad.

IS: También se les ha reprochado falta de seriedad por no citar nombres ni textos de personas que reflejen las posiciones que su texto critica, ¿por qué se abstuvieron de hacer esas referencias?

K.O: No nos referimos a ninguna persona o medio en específico porque lo significativo que vemos en ellos es precisamente el formar parte de lo que identificamos como una corriente de pensamiento con determinadas características dentro de cierto sector. Fue en la caracterización de esta corriente donde quisimos poner la mirada. No considero serio personalizar un análisis que precisamente adquiere interés para nosotros en la medida en que se va convirtiendo en análisis de una tendencia y no de la obra de algún intelectual en específico. Realmente, en lo que concierne a la obra personal de un intelectual, lo que valoro no es el número de publicaciones, a quiénes cite o la retórica que use, sino el compromiso real de su producción académica, científica, con las causas de los más desfavorecidos. En el caso del “progresismo” cubano, lo que nos llamó la atención fue la confluencia, la articulación, la manera como se va marcando una tendencia conservadora. La discursividad en torno a la democracia, el pluripartidismo, la libertad de expresión, etc., desde los referentes que está siendo presentada, me parece una retórica gastada y poco original (es la crítica que se ha hecho al sistema político cubano desde que tengo uso de razón, ahora adornada con una narrativa más ilustrada). Sobre todo, me parece enajenada y estéril frente al orden de contradicciones, desafíos y amenazas que enfrentan la mayoría de los pueblos hoy, ante las que Cuba no está inmune.

Ahora mismo, por ejemplo, mientras respondo esta entrevista, un medio mexicano publica las palabras con que Piñera se refiere en su cuenta de twitter a la represión sangrienta de las manifestaciones sociales que están teniendo lugar en Chile:

Dice Piñera: “La multitudinaria, alegre, pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza. Todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese Chile mejor para todos”.

No hay forma mejor de ilustrar la vacuidad tan dramática del discurso formal de la democracia, enunciado siempre desde determinados lugares de poder, ya sean políticos, económicos o académicos, frente a la realidad.

VJ: El propósito del escrito es, ante todo, analizar una corriente de pensamiento que se presenta a través de diversos actores mediáticos, en este sentido, la particularización y el señalamiento no son el objetivo del texto. Nos interesa describir el aspecto ideológico de un fenómeno mediático, por lo que no consideramos relevante para la coherencia del artículo, hacer personalizaciones citando a autores específicos. Eso, además, restaría alcance al planteamiento que busca, sobre todo, aportar una herramienta más al pensamiento crítico revolucionario y sus organizaciones, que sirva para cuestionar en cualquier momento y lugar que aparezca esa corriente a la que nos referimos.

En realidad, el texto no está dedicado a los actores mediáticos que se asumen dentro del progresismo, presentándose constantemente como lo que no son. Va dirigido sobre todo a quienes identificamos como compañeros de una lucha común por el socialismo, incluso más allá de las fronteras, para servir al diálogo honesto y la reflexión seria.

Pienso, además, que la seriedad y el rigor científico se sostienen a partir de los argumentos, la coherencia y la pertinencia, más allá de estatus académicos. La desacreditación apelando al autoritarismo academicista siempre me ha parecido un síntoma de esterilidad intelectual.

IS: Sin embargo, sí han citado en su artículo a intelectuales como Adolfo Sánchez Vázquez, Mario Benedetti y Fernando Martínez Heredia, y eso ha llevado a que en el caso de este último se diga que ustedes lo han manipulado, ¿qué pueden responder a eso?

K.O: Fernando Martínez Heredia fue un autor que redescubrí cuando salí de Cuba, lo reencuentro porque resulta que Fernando estuvo interesado en que se conociera la obra de Frantz Fanon en Cuba. Él había estudiado la obra de Fanon, ¿cómo no hacerlo? Fanon es un autor profundamente anticapitalista, anticolonialista, que hace una interpretación suigéneris del pensamiento de Marx. Ahí me identifiqué con Fernando. Comencé a recopilar sus publicaciones y estudiarlas de manera más rigurosa. Existía en él un compromiso cabal con el proceso de construcción del socialismo en Cuba y, al mismo tiempo, sin dudas por eso, lo considero uno de sus críticos más serios. Mi punto de vista sobre el “progresismo” cubano se inspira también en la crítica que Fernando hace del pensamiento intelectual conservador. En ese sentido, me resulta muy evocador un texto suyo del año 2012 en que reseña la obra de Fanon y la importancia que tenía su incorporación al curso del pensamiento cubano, texto en el que hablando del tipo de marxismo que necesitamos, apunta cómo, y cito, “el colonialismo mental resulta el más reacio a reconocerse, quizás porque porta las enfermedades de la soberbia y de la creencia en la civilización y la razón como entes superiores e inapelables”.

V.J: El estudio de los textos de Fernando Martínez Heredia, al igual que el de otros intelectuales latinoamericanos comprometidos con el pensamiento crítico revolucionario, es incluso uno de los motivos del artículo, por lo que su referencia me parece imprescindible. Basta recordar que Fernando, en diferentes trabajos, advierte sobre la importancia central de la batalla cultural en Cuba, la lucha de ideas entre dos modelos de sociedad con valores y principios antagónicos, el socialismo y el capitalismo. Una tendencia defendida por el pensamiento crítico revolucionario que apuesta por la profundización del socialismo revolucionario cubano, y la otra corriente presente en la tendencia que el autor denomina conservadora, que, apuesta, en última instancia, por el restablecimiento del capitalismo en Cuba.

Por otra parte, es también Fernando Martínez Heredia quien advierte en reiteradas ocasiones, la proclividad de asumir posturas conservadoras por parte de cierto sector, influido por un carácter elitista, clasista, es decir, burgués. Esto, debido a causas histórico sociales, también a egos personales, sin dejar de señalar al mismo tiempo, desde una perspectiva crítica, ciertas fallas en algunos espacios para el ejercicio del pensamiento crítico revolucionario, que por descuido dan lugar a la aparición de reacciones que podemos identificar dentro de esa corriente de pensamiento discutida en el texto.

Pienso que el profundo sentido crítico de Fernando Martínez Heredia, inseparable de su innegable compromiso político con la Revolución Cubana, hacen imprescindible el estudio de su pensamiento para la defensa del socialismo en Cuba y el mundo.

IS: En su texto, ustedes hablan de las experiencias de los Movimientos Sociales en América Latina de las que los revolucionarios cubanos deberíamos aprender, ¿cómo se compagina eso con el carácter descalificador y el sectarismo y el stalinismo que algunos han creído ver en este artículo?

K.O: Descalificarnos por sectarios y stalinistas creo que tiene que ver con la descalificación que de modo general ha tenido la categoría clase social como matriz de análisis de las contradicciones sistémicas de las sociedades contemporáneas. Los movimientos sociales verdaderamente antisistémicos hoy tienen muy claro que su lucha es una lucha de clases, y que, además, en ella les va la vida; algunos sectores de intelectuales no tanto o no les es conveniente reconocerlo en función de los intereses de clase que representan, declárenlo o no. Esta idea de que la clase ya es una categoría obsoleta, y de que todo el que se sitúe en una posición intelectual con conciencia de clase, por tanto, está hablando de manera dogmática, sectaria, panfletaria, stalinista, es equivocada, pero ha sido muy efectiva para desacreditar el uso de la categoría clase social como instrumento de intelección, precisamente por el poder tan grande que ella tiene de evocar un análisis sistémico y potenciar la acción política colectiva. Cuando Beck hace referencia a que la modernidad tardía se caracteriza porque los sujetos están cada vez más compulsados a la búsqueda de soluciones biográficas ante contradicciones que son sistémicas o, cuando Castells apunta que una de las resultantes más lamentables de la precarización del mundo del trabajo ha sido el ataque a las formas de articulación colectiva, queda claro que, en el plano ideológico, el capitalismo, aunque formalmente diga otra cosa, tiene muy presente la categoría clase y sabe que una de sus principales luchas tiene que ser el desmontaje de esta categoría y su poder de evocación de lo colectivo en la búsqueda de soluciones ante los problemas que crea el sistema. Es una época donde a todas luces son notorias las evidencias de que la lucha sigue siendo de clases, a donde quiera que miremos. Aunque, obviamente, hoy la clase no pueda entenderse en su carácter esencialista y universal y tenga que ser reconfigurada desde lugares, voces, experiencias, condiciones de género, de color de la piel, étnicas, etc. muy diversas.

V.J: Considero que existe una cercanía muy vigente entre la Revolución Cubana, sus principios, valores y objetivos, con diversos movimientos sociales anticapitalistas de abajo y a la izquierda en América Latina y el mundo, que comparten un carácter contrahegemónico en la lucha por la autodeterminación de los pueblos y la dignidad humana. Creo que puede existir un diálogo abierto y respetuoso que posibilite el aprendizaje mutuo entre quienes comparten una lucha común, siempre desde la diversidad en cuanto a formas organizativas y la historia propia de cada resistencia. Sin duda, los revolucionarios cubanos, desde su valiosa experiencia histórica, siguen aportando importantes enseñanzas a los pueblos en resistencia. Al mismo tiempo, creo que también pueden encontrar elementos útiles, para la defensa de su revolución socialista, en el saber que existe en las luchas populares anticapitalistas actuales y los movimientos sociales honestos y consecuentes que apuestan por un mundo radicalmente diferente.

En México y otras partes del mundo, los zapatistas nos han enseñado mucho al respecto, ya que, para apreciar y aprender de ese saber es necesaria una actitud intelectual diferente, comprometida y, al mismo tiempo, humilde y receptiva ante las experiencias de resistencia de los pueblos, donde ya se construye otro mundo posible y necesario. Ese tipo de saber conduce a la producción de otro tipo de teoría, que no nace exclusivamente de la academia, sino que se nutre del pensamiento universal y al mismo tiempo de las experiencias históricas de luchas concretas.

Intelectuales honestos y comprometidos con las causas justas de los pueblos, han sido receptivos, acercándose a los movimientos sociales en primer lugar con el afán de aprender. Desde el cuestionamiento del monopolio del saber, han reconocido la diversidad que existe en las resistencias, y han hecho aportaciones muy valiosas a ese otro tipo de teoría que nace de la realidad. Entre algunos de ellos podemos mencionar a Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vásquez, Luis Villoro, Noam Chomsky, Eduardo Galeano, entre muchos otros que, desde diversas aproximaciones teóricas, con sus diferencias y coincidencias, contribuyen al pensamiento crítico contrahegemónico.

Como se puede apreciar, es justamente lo contrario al sectarismo lo que caracteriza los planteamientos que animan el texto. Lo que sí está presente es un compromiso por defender la existencia de otras formas de convivencia en el mundo más allá del sistema hegemónico capitalista.

Por otra parte, en algunas reacciones al texto se percibe una cierta identidad ideológica, bien conocida por muchos movimientos sociales de América Latina, reacciones que juzgan el ser consecuente como sectarismo, la coherencia como dogmatismo, defender principios claros es panfletario, denunciar el capitalismo es signo de ultraizquierda, ejercer libremente el pensamiento crítico revolucionario es stalinismo. Desde ese tipo de actitudes cerradas es imposible establecer un diálogo o esperar alguna crítica honesta. Para las luchas del continente ese tipo de reacciones son intentos constantes de desacreditación por parte de las élites dominantes, para Cuba considero que ese tipo de reacción representa, sobre todo, memorias del subdesarrollo.

I.S: El hecho de no vivir en Cuba ha sido esgrimido también como una limitación a la hora de escribir este artículo, ¿qué piensan al respecto?

K.O: En Brasil me tocó vivir el proceso de impeachment a la Presidenta Dilma Rousseff y constatar cómo toda la institucionalidad jurídico-política existente y sus actores más importantes operaban en función de sus intereses económicos, a favor del Golpe de Estado inconstitucional. Entonces fue tan evidente para mí que el orden de racionalidad desde donde siempre se ha cuestionado al sistema político cubano y, que hoy nos viene a recordar el “progresismo” en Cuba, está tan fallido en sí mismo, tan agotado, que vi la necesidad de buscar otros referentes desde donde pensarme la realidad cubana contemporánea. Es claro que tengo una visión bastante crítica y serias preocupaciones sobre determinados fenómenos que emergen y se van consolidando en mi país, del cual nunca me he desconectado. Muchas de estas preocupaciones se foguearon, incluso, con la realización de mi tesis doctoral, que tuvo a Cuba en el centro de la mirada. Pero eso ya daría tema para otro análisis.

VJ: Considero que el hecho de no vivir en Cuba puede representar alguna limitación, pero no en todos los sentidos. Conocer la realidad cubana me ha mostrado la importancia de la defensa de la revolución para garantizar las condiciones que posibilitan seguir desarrollando el socialismo, en comparación con el difícil camino que aún nos falta por recorrer en otros lugares para alcanzar los logros que en Cuba son ya una realidad.

En ocasiones el mirar desde fuera también permite apreciar mejor ciertos aspectos, sobre todo cuando se comparte una lucha común por la humanidad y contra el capitalismo, y se escribe desde una realidad donde se viven y sufren los efectos reales de la dominación del capital. Pero como suele decirse, quienes sólo tienen aspiraciones individuales difícilmente entenderán el sentido de una lucha colectiva. Al final el único propósito del escrito es ser considerado por el pueblo cubano y sus organizaciones, quienes decidirán lo que les resulte útil y lo que es irrelevante del planteamiento.

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