Mariana Monteagudo Fonseca* - Alma Mater / Cubainformación.- La ola coreana también se ha extendido a Cuba y no son poco quienes, en la isla, se suman a la fanaticada del kpop.


El proyecto sociocultural ARTCOR ha permitido a los kpopers cubanos un mejor desenvolvimiento y organización. Actualmente, tiene registrados más de cincuenta clubes de fans de agrupaciones y solistas del género.

El buen cubano tiene la costumbre de llamar «chino» a cualquier persona de ojos rasgados y piensa que todos los asiáticos son iguales. Pero quien se atreva a decir algo así en frente de un kpoper conseguirá, en el mejor de los casos, un buen regaño. Solo los fanáticos del Kpop, o pop coreano, reconocen a cada uno de los miembros de sus bandas favoritas aunque sea de espaldas.

Estos talentos del Oriente llaman la atención por su atractivo, los vestuarios vistosos, la excelente producción detrás de los videos musicales y sus complejas coreografías. Influyen, fundamentalmente, en el público más joven, quienes ven en ellos algo más que simples artistas: son sus ídolos.

A pesar de que son las agrupaciones idols las principales difusoras del género en la actualidad, sería erróneo decir que son sus únicas representantes. En Cuba, por ejemplo, el Kpop se hizo su camino a través de las bandas sonoras de los doramas (novelas coreanas), los cuales enamoraron a personas de todas las edades, no solo por su forma única de retratar el romance, sino también por su cultura tan diferente a la nuestra. Y cómo olvidar a PSY, el coreano loco que en el 2012 hizo bailar a reparteros, mikis y frikis con Gangnam Style.

En la Isla existe un movimiento masivo y organizado por parte de los aficionados al género, en gran parte gracias a la existencia de ARTCOR, un proyecto sociocultural reconocido por la Dirección Municipal y Provincial de Cultura de La Habana. Hasta ahora, la organización cuenta con más de cincuenta clubes de fans de celebridades del Kpop, los cuales seguramente irán en aumento a medida que nuevos artistas debuten en el mundo del entretenimiento coreano.

Un hecho que demuestra la dedicación y compromiso de los kpopers cubanos, es la participación de grupos juveniles en el ChangwonK pop World Festival (Festival Mundial de Kpop de Changwon), un concurso celebrado anualmente por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Corea del Sur. Cada año se presentan competidores de más de setenta países en las modalidades de canto y baile, entre los cuales solamente son seleccionados diez para concursar en Changwon. Cuba ha participado en las tres últimas ediciones, y en las del 2018 y 2019 fue el único país latinoamericano escogido para competir en Corea.

Los seguidores del género afirman que «una vez entras, no hay quien salga». ¿Tan contagiosas resultan las mezclas de pop, R&B, hip hop, rock y música electrónica, o es algo más lo que origina esta fascinación? Para personas como Noslen Hernández Pérez, actual presidenta del club oficial cubano de BTS, el más numeroso hasta el momento, el Kpop es parte de su día a día, no únicamente como una distracción, también como una fuente de valores como la disciplina y el esfuerzo para alcanzar sus metas.

«Mucha gente no ve más allá de la imagen que venden los grupos, pero ser ARMY (nombre de los fanáticos de BTS) o pertenecer a cualquier otro fandom, significa ser la razón por la que alguien trabaja, lucha y se supera», afirmó Noslen.

En el caso de Kendy Torres Mesías, miembro del club de BTS, aprender de sus idols significó un cambio positivo en su vida: «Llegué a un punto en el que no sabía que hacer: había abandonado la universidad y no ocupaba mi tiempo en nada útil. Entonces me encuentro con estos muchachos, la mayoría adolescentes, que ensayan durante quince horas diarias, dan lo mejor en los conciertos sin importar si están enfermos o tuvieron un mal día y siempre nos regalan una sonrisa. Si ellos se sacrifican por cumplir su sueño, yo también puedo. Decidí estudiar coreano y actualmente soy guía de turismo de Cubanacán».

Los principales consumidores del Kpop son los públicos más jóvenes, a quienes les atrae el estilo único y llamativo de los artistas coreanos.

Estos jóvenes, a los que la adultez llega antes, cambian totalmente el concepto de artista porque en Corea del Sur ser idol no es solo saber cantar y bailar. Es entrenar durante años sin tener idea de cuándo debutarás; es satisfacer a un público que exige la perfección por la que paga; es aprender a esconder el agotamiento y estrés detrás de una brillante sonrisa; es luchar por triunfar en una sociedad que ve un producto en lugar de una persona; y aún así, a pesar de los sacrificios, seguir dando los mejores espectáculos para sus admiradores.

 

* Estudiante de primer año de Periodismo, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.

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