Francisco Rodríguez - Blog "Paquito el de Cuba".- Sería por allá por el 2012 o quizás un poco antes que conocí a Eduard Fisa, Edu para nuestra familia. Cuando el joven catalán nos propuso hacer un documental de seguimiento a nuestra familia, nunca supusimos que la aventura duraría años ni que permitiría atrapar una parte tan cambiante y contradictoria de la historia reciente de Cuba.

El estreno el pasado 15 de octubre de su película, Conversaciones familiares, en el canal 33 de la Televisión de Cataluña,  fue quizás de lo mejor que nos ha sucedido en este fatídico 2020 de pandemia y suspensos.

Como dije en Facebook el mismo día de su primera trasmisión, solo me queda agradecerles una y mil veces. A mi familia, a Edu y a Mireia Salgado, su pareja que le acompañó y espoleó la mayor parte de ese largo camino cubano,  por este sueño suyo que tantas personas hicieron posible.

Con los escasos recursos de su propio peculio para enfrentar la producción, en viajes anuales casi siempre de mucho sacrificio para todas las partes, Edu y Mireia se convirtieron en parte de nuestra familia, y nos ganaron para su proyecto con mucha paciencia y cariño.

Del resultado, qué decir. La recomendación vendría de muy cerca. Pero en casa nos gustó a todas las partes involucradas, lo cual no es nada sencillo, créanme.

Siempre bromeaba al decirles que no sabía cómo iba a salir de todo eso algo interesante, con lo aburrida que son nuestras vidas, pero hasta ahora personas cercanas y amistades que ya vieron el documental dicen que les sorprendió, por ser una manera diferente de narrar historias de vida.

Y como trasfondo a la evolución familiar, desfilan hechos tan significativos como las jornadas contra la homofobia y la transfobia, la presidencia de Raúl, la muerte de Fidel y la continuidad que simboliza Díaz-Canel. Todo sin teque, y con los matices críticos que la realidad cubana, tan polémica siempre, lleva.

En lo personal, a mí me satisfizo enormemente ese tránsito a través de las marcas del tiempo familiar y político que hemos compartido juntos. El crecimiento de mi hijo Javier, las escenas de mi madre ya enfermita, pero con esa fuerza que siempre la caracterizó, el activismo y el amor compartidos con Miguel Ángel, la comprensión y apoyo de Tania, Raquel, Guille y los niños; la hermana cómplice en Yimel…

No está, por supuesto, toda la familia ni todo lo que pasó en estos años, por razones lógicas de dramaturgia y tiempo. Mis hermanos, sobrinas y sobrinos, colegas entrañables de profesión y luchas, pero igual creo que están ahí junto a nuestra sencilla y honesta historia.

Gracias, gracias otra vez. Ojalá así podamos contribuir a entender y amar más…