Por Octavio Fraga Guerra* - Resumen Latinoamericano - Cinereverso - Cubainformación


Para mi hermano Rigoberto Senarega, cineasta y corresponsal de guerra

Ryszard Kapuciski nació en marzo de 1932, hace 88 años. En un lugar que ya no es: la ciudad polaca de Pinsk, ahora es la ciudad bielorrusa de Pinsk.

En 1951 ingresó en la Universidad de Varsovia, estudió Historia y obtuvo un máster en Arte (1955). Desarrolló, en una primera etapa, una itinerante labor académica. Primero en las Universidades de Caracas (1978) y diez años después en la Universidad de Temple, en Filadelfia, donde se desarrolló como profesor visitante.

Transitó como lector en Harvard, Londres, Canberra, Bonn y la Universidad de Columbia Británica de Vancouver (Canadá). Le dedicó dos décadas a corresponsalías de la Agencia de Prensa Polaca (PAP). África, Asia y América Latina fueron sus repetidos destinos. Los textos de Kapuciski engrosaron las páginas de Times, The New York Times, La Jornada y Frankfurter Allgemeine Zeitung.

A finales de 1972 comienza a impartir periodismo en la Universidad de Varsovia. Establece, por un año, compromisos profesionales con la revista mensual de geografía y etnografía Kontynenty (Continentes). Dos años más tarde se une al semanario varsoviano Kultura.

Enero de 1979 constituye un punto de giro para la revolución iraní. Es derrocado el sha Mohammed Reza Pahlevi. La agencia PAP lo envía a ese país para cubrir convulsos acontecimientos en pleno desarrollo.

Kapuciski fue miembro de varios consejos editoriales y, desde 1962, simultaneó la profesión de periodista con la escritura literaria. Formó parte del claustro de profesores de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada y presidida por el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez.

Legó diecinueve libros, algunos de ellos, esenciales referencias para el periodismo y la literatura contemporánea. Bus po polsku (1962) fue el primero de todos ellos. Le siguieron títulos como El Emperador (1978), un agudo retrato sobre la decadencia del reinado de Haile Selassie en Etiopía. En 1987 “compuso” El Sha, desgranado con toques de ironía y resuelta capacidad de observación.

La guerra del fútbol (1992), Lapidarium (1990) y El imperio (1994) no son obras menores dentro de sus casi veinte libros publicados. Con Ébano (1998) se sumerge en el continente africano.

Los cínicos no sirven para este oficio (2013), Los cinco sentidos del periodista (2003), El mundo de hoy (2004), y su última pieza, Viajes con Heródoto, publicada en 2006, confirman la altura intelectual y revolucionaria narrativa del autor.

Estos textos resumen lo que señalara José María Faraldo, en la introducción a la biografía de Ryszard Kapuciski, escrita por Beata Nowacka y Zygmunt Ziatek: «traspasar la mera realidad de los hechos y llegar más allá, hasta lograr verdaderas metáforas de la existencia humana».

Literatura y periodismo: el perenne reciclado en el filme

De su descollante obra, los cineastas Damian Nenow (Polonia) y Raúl de la Fuente (España) tomaron de su libro, Un día más con vida, para construir una escritura fílmica protagonizada por una estética de la animación, anclada en profundos trazos documentales. Un texto que la Editorial Anagrama ha definido como: “…un diario íntimo, escrito por un ser humano al límite de sus fuerzas y consciente de su indefensión ante la amenaza de muerte que se cierne sobre su cabeza y sobre las cabezas de tantos angoleños, soldados y civiles, que protagonizan este libro”, el preferido del autor entre todos los suyos.

Nenow y de la Fuente bocetan un sustantivo paréntesis narrativo de un autor real, también cronista, tomado de la obra literaria. Kapuciski es un contador de historias muchas veces resignificadas, que evolucionan en agudos tempos en los resortes del encuadre fílmico. Este se revela como parlamento que transita con otras escrituras estéticas de alto valor artístico.

En la puesta cinematográfica el autor-protagonista es construido como “imagen de sí mismo”. Se distingue al narrador, que es personaje y observador proactivo. Bajo un abanico de cromáticas puestas se subrayan escalonadas secuencias, cuya génesis es el periodismo literario.

El filme Un día más con vida se erige como la conciencia del protagonista, actor creativo y seductor de ideas. También son edificados, en cuidados planos secuencias, las acciones de un hombre marcado por las circunstancias y los derroteros de su oficio.

El tiempo de esta puesta documental, dentro de la voz en off, se establece en cruzadas respuestas entre la narración y los hechos relatados. Es la pensada fuga de entrecruzamientos entre el punto de vista del protagonista y los realizadores de esta pieza. Los límites entre ellos se difuminan, las lecturas se complementan, la palabra es parte vital de los cimientos de la pieza.

Es un transitar de idas y vueltas entre lo que habita en el texto literario y lo que resuelve el filme, son las respuestas de todo un andamiaje de recursos, puestos o superpuestos en los velados quebraderos de la pupila de un lector audiovisual.

Kapuciski encarna muchas pieles semánticas. Es autor, narrador, instancia narrativa y personaje-narrador. Los cercos audiovisuales de Un día más con vida apuntan hacia el en todas las texturas que le configuran como eje o arquitectura de los pretextos fílmicos. Son resueltas evoluciones de una literatura nacida del reportaje donde el elemento enfocado es el ser humano y todo lo que sucede en torno a él.

El personaje literario deja de ser papel para ser un cuerpo vivo, mutante actor de su entorno, cargado por el cansancio de los conflictos y las urgencias de una guerra, cuyo escenario es Angola.

El curso de este texto cinematográfico es la de un sujeto que evoluciona desde la enunciación e incorpora sus parlamentos resueltos con denotadas simbologías y capas icónicas que se complementa, que se sostienen por los hilos narrativos. Es un sujeto-actor-personaje, organizador de la producción de sentidos que opera a distintos niveles.

Con el texto literario se enuncia al periodista o fotorreportero. En la pieza fílmica mantiene esos declarados atributos, pero se le incorpora la de un actor animado de líneas cromáticas, de genuina corporeidad.

El trayecto narración cinematográfica y literaria se ventila entre los parámetros relativos al saber, corporeidad, relato, visión y audición. La mirada de un personaje se materializa si evidencia o subraya su condición desde el seno de la acción, que nos remite a la instancia enunciadora. Es el mecanismo que filma y al mismo tiempo es la mirada sobre la que se resuelve la escena.

En esta puesta fílmica estas teorías están sobriamente trabajadas, asignando una exigida humanización y legitimidad del personaje Ryszard Kapuciski.

La transversalidad del relato

Una de las claves narrativas del filme Un día más con vida es la cuidada resolución de material de archivo, de probado valor testimonial compaginado con los recursos de la animación artística. La voz en off se distingue en esta puesta cinematográfica que acentúa a un narrador apropiado de los pilares estilísticos del libro. Son diálogos significantes, simbólicos, donde la emotividad y el conflicto se entrecruzan para arropar al lector audiovisual en los parajes de la puesta.

Esta resuelta idea se fortalece con una rica, bien construida, arquitectura coral de planos que imbrican al lector en los estratos de la historia que narra el animado documental.

La legitimación y veracidad del texto cinematográfico es soportado por el testimonio de algunos de los que conocieron a Kapuciski en la gesta de Angola. Son presentados, también tratados, con entrevistas de sobrias luces que trasponla en lógicas pausas a personajes animados.

Esa simbiosis resuelve mostrar, también anclar, los dos planos en los que transita el protagonista, el de la realidad y la ficción. Estos terrenos se confunden, se subvierten, se reciclan. Al final el espectador acepta un juego performativo de agudas yuxtaposiciones.

La luz significa, subraya, contornea los detalles de testimoniantes llevados ante la cámara como hombres del presente. Y el pasado transcurre con los cromatismos de la animación, todos ellos de exquisitos trazos con envoltura de arte. Son actores, también personajes, de una plural entrega fílmica.

Lo narrativo del filme está soportado por la arquitectura del caos, los conflictos que son propios de una guerra o la atmosfera que arrecia en cada metraje. Todos descansan en los inquietos recursos corales de la animación.

Esta no protagoniza los más de ochenta minutos de duración en los que evoluciona la película, resulta esencial complemento, armónica resolución de una sustantiva lectura cinematográfica, reveladora solución de un esencial engranaje pictórico.

Ritmo trepidante, desabotonados contextos, escritura del caos, conflictos aferrados a los hechos históricos y a las brasas del libro, caracteriza esta puesta cinematográfica, cargada de atributos semióticos de claro atractivo visual.

Los realizadores del filme, para legitimar su escritura, posicionan a los entrevistados en los lugares donde ocurrieron los nudos de algunos de los más significativos hechos que se narran en Un día más con vida.

Se suceden las interpretaciones resueltas en claves animadas y el entrelazado de fragmentos audiovisuales, que los archivos de la memoria atesoran para tomarlos en otro texto, este texto. Se trata de recurrir a lo reciclado al retomar un pasaje documental recompuesto en los telares del contexto, de la mirada contemporánea.

Esta deliciosa pieza hurga en la memoria de los protagonistas. Pulsan con probada soltura lo transcurrido en una guerra que desangró familias, culturas, comunidades enteras. Los creadores cinematográficos entroncan con un principio del periodismo, que lo es también del cine: dejar una huella, edificar una memoria, desatar preguntas, articular interrogaciones de valor histórico.

La estética es vital en una pieza claramente de autor. Los colores son parte de los recursos que transpiran en la película: predominan los tonos propios de la tierra. Seguramente para imbricar a los personajes en esos proscenios, como geografía de un espacio mayor, que se nos revela como “inabarcable”. Un espacio tratado como territorio vivo y protagónico.

Es la textura de la guerra, de la ocupación, del desalojo, de la usurpación. Resulta el pretexto de siempre: el dominio de los recursos, de todos los recursos. Las balas y los explosivos surcan el límite de los sentidos, se denotan como elementos simbólicos del horror, la muerte, la ruptura de la vida.

La huella más significativa del autor-protagonista que permanece en el texto es, precisamente, su mirada. En el artefacto fílmico es una consecuencia que se traduce en la aplicación de un punto de vista, de una percepción y concepción de mundo.

Los cineastas Raúl de la Fuente y Damian Nenow significan a un periodista que se despoja de todo atisbo de neutralidad. El ejercicio de informar, de narrar los hechos, no está divorciado del arte de comprometerse, de asumir una postura. Se traduce en una ética frente a los desafíos que plantean los derroteros de la humanidad.

El filme nos revela hechos, complejos entramados, historias de vida en las que Kapuciski se enrola, llanas posturas frente a los actos, que un conflicto de corte guerrerista genera. El periodista transita como actor protagónico en una suerte de road movie animado. Un jerarquizado recuento de sus andares por los escenarios de una guerra donde las tropas sudafricanas pretendían usurpar el territorio angolano.

Aflora en la película la estética de la metáfora animada. También el surrealismo de puntales escenas que evolucionan con envolturas fantasmagóricas. Son lúdicas secuencias y sustantivos planos tratados con un amplio espectro cromático.

Todo esto es parte de los recursos de la  dramaturgia de Un día más con vida, pensada para fondear al lector en los extravíos y evoluciones de sucesos pretéritos, de hechos históricos que forman parte de la cronología de la Guerra Fría.

El periodista biografiado Ryszard Kapuciski, se enfrenta a la complejidad, a la disyuntiva y la responsabilidad de informar, de dar la primicia de una noticia que cambió el curso de la historia. Se trata de tomar partido frente a las amenazas de la vida de miles de angoleños.

Conoce de la entrada de las tropas cubanas al escenario de la guerra, solicitada por el gobierno angolano para contener y derrotar la ofensiva sudafricana. Una guerra financiada por el gobierno de los Estados Unidos, que apuntaló a los mercenarios de la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola), liderada por el criminal de guerra Jonás Savimbi.

El personaje Kapuciski apostó por la vida, por el fin victorioso de este conflicto, que las tropas cubanas protagonizaron junto al MPLA (Movimiento Popular de Liberación de Angola). Entró en escena la mítica Operación Carlota. El objetivo, preservar la independencia e integridad territorial de la nación angolana e impedir una invasión de Sudáfrica por su frontera sur, gobierno que junto a los Estados Unidos y el de Mobutu en Zaire, armo a las fuerzas antigubernamentales de la UNITA.

La vertical mirada del protagonista de esta entrega cinematográfica, sobre el periodismo y la guerra está asentada en su libro Los cinco sentidos del periodista (1). Kapuciski subraya que los medios «deberían comprometerse a conocer profundamente los problemas y las razones de esas situaciones y nunca utilizar el idioma del odio que alimenta el conflicto armado».

Y sobre el compromiso con la paz, señala en este mismo volumen: «Su primera característica que procurar o conservar es la del ser humano, y hablar o escribir con un lenguaje de entendimiento y de compresión de la paz, sin utilizar el odio o estimular la venganza (…). Cuando uno escribe sobre esas sociedades destruidas por años, por generaciones, debe tener en cuenta lo que padecen, la desgracia que sufren, la tragedia que atraviesan».

El cierre de esta pieza no deja de ser simbólico, como lo es todo el filme. Resulta una constante actoral presentarnos al protagonista fotografiando a los personajes animados, a los que son objeto de sus encuadres, devenidos retratos.

La cerradura del filme nos los presenta con los colores del blanco negro, con la autenticidad de lo documental, lo genuinamente histórico. Es una sobria manera de revelarnos la faceta del Kapuciski fotorreportero, del hombre que lo quiere congelar todo, hasta los acentos de las miradas y las grietas de los paisajes envueltos en los clamores del horror.

El documental animado Un día más con vida, de los cineastas Damian Nenow y Raúl de la Fuente constituye la vertical biografía cinematográfica de un periodista y escritor moral; un intelectual que hizo de su profesión y vida una constante praxis de coherencia por la humanidad.

Las lecturas de este filme parten de las sabias de la historia, la transparencia frente al ejercicio de la profesión, que no está reñida con la responsabilidad y la ética frente a los desafíos que nos depara la vida. Contra la neutralidad significa, apostar por el otro, tomar partido, ser parte de una causa en nombre de la verdad y los valores universales que nos convergen.

Kapuciski vivió los horrores de la guerra, las huellas del hambre y los desgarros de las “migraciones” forzadas. Estas experiencias le compulsaron a desarrollar una curtida sensibilidad que habita en sus textos, y de igual manera, están pintadas también en los telares de este filme, ejemplar biografía cromática de un hombre, al que debemos recurrir para avizorar los desafíos del futuro presente.

Notas

  • Kapuciski, Ryszard. Los cinco sentidos del periodista. México D.F., Fondo de Cultura Económica, 2004.

Ficha técnica

Título original: Another Day of Life

Título en español: Un día más con vida

Año: 2018

Duración: 86 min.

País: España, Polonia, Alemania, Bélgica, Hungría

Dirección: Damian Nenow, Raúl de la Fuente

Guion: Niall Johnson, Ryszard Kapuciski, Amaia Remirez, David Weber, Raúl de la Fuente

Edición: Raúl de la Fuente

Música: Mikel Salas

Fotografía: Raúl de la Fuente, Gorka Gómez Andreu

Intérpretes: Miroslaw Haniszewski, Vergil J. Smith, Tomasz Zietek, Olga Boladz, Rafal Fudalej

Productoras: Platige Image, Kanaki Films, Puppetworks Animation Studio, Animationsfabrik, Umedia, Walking The Dog, Wüste Film West GmbH, Eurimages

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