Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Desde el año 1959 la CIA fortaleció su trabajo contra Cuba, algo que siempre hizo desde su fundación en 1947, por eso en La Habana tenían una poderosa estación local asentada en la embajada yanqui y otra con fachada de comerciantes, fuera de ese edificio.


No por gusto, tanto la CIA como el FBI, asesoraban al dictador Fulgencio Batista en la represión contra el movimiento revolucionario, los obreros y los integrantes de partidos políticos opositores, entre ellos el Partido Socialista Popular, de ahí la visita a la Isla en varias oportunidades de altos funcionarios de la CIA.

Las líneas de trabajo aprobadas contra la Revolución triunfante, bajo el liderazgo de Fidel Castro, se basan en cuatro direcciones que no han variado en 62 años, siendo estas:

  • La guerra subversiva contra la economía, el comercio y las finanzas.
  • La subversión política e ideológica.
  • El terrorismo.
  • La guerra biológica.

La primera persigue impedir el desarrollo económico del país, provocar escasez de todo lo que pueda ayudar al pueblo, con el fin de que este culpe al sistema socialista de las penurias, impedir las inversiones extranjeras, los préstamos y transacciones financieras, así como desactivar las producciones necesarias para satisfacer las necesidades internas y la exportación de bienes y servicios.

La segunda intenta erosionar ideológicamente a la sociedad, desmontar los valores, la ética y la historia patria, dividir para romper la unidad popular, mediante la guerra psicológica que busca influir en las opiniones, emociones y actitudes de las personas, con la utilización de la propaganda y campañas de prensa, además de crear grupos contrarrevolucionarios que reciben elevadas sumas de dinero para su accionar interno.

La tercera pretende sembrar el terror en la ciudadanía con actos criminales que provocan muertos y heridos, para dar la imagen que existe una oposición interna a la Revolución, destruir las principales industrias del país, los centros de servicio, escuelas, cines, teatros, transporte terrestre, aéreo y marítimo, la refinación de petróleo y la generación de electricidad, paralizar el suministro de alimentos, medicinas, piezas de repuesto, equipamiento militar para la defensa y devastar las instalaciones que prestan servicio al turismo internacional e incluso atacar empresas comerciales en el exterior, consulados y embajadas cubanas.

La cuarta introducir plagas y enfermedades que destruyen plantaciones, cosechas y animales para alimentar al pueblo, enfermar a miles de personas, incluidos niños y ancianos con virus patógenos mortíferos, con la malsana intención de matar por hambre y sufrimiento a toda una nación.

Esta cruel y despiadada línea de trabajo está aprobada por el gobierno de los Estados Unidos, por los últimos 12 presidentes, sin que ninguno haya podido liquidar a la Revolución, a pesar de los miles de millones de dólares empleados en su empeño.

Variados han sido los programas de acciones encubiertas, incluidos los planes de asesinatos, la fabricación de Organizaciones No Gubernamentales como pantalla para que la CIA no aparezca, aunque su huella indeleble siempre la delata, donde el espionaje y el reclutamiento de funcionarios está presente con una alta jerarquía, a fin de obtener valiosas informaciones que le permitan ejecutar sus planes subversivos.

Hoy en día la CIA retoma viejos planes, como si la acumulación de tantos fracasos no le fueran suficientes. Por eso se constatan acciones similares a las contempladas hace 50 años en la llamada Operación 40, la cual durante más de 10 años puso en práctica actividades subversivas, presiones en el Congreso de Estados Unidos, actos terroristas, agresiones físicas contra revolucionarios cubanos, espionaje y trabajos de subversión ideológica para confundir, engañar, manipular la mente de los ciudadanos con mentiras y tergiversaciones de la realidad cubana.

El desarrollo tecnológico actual les permite emplear las comunicaciones como nunca antes y llegar por medio de los teléfonos celulares a cada persona, trasladando informaciones que confunden bajo una aparente neutralidad política y así ganar la conciencia de ellas, especialmente de los jóvenes carentes de información y de la historia, muy asiduos a las redes sociales.

En los años 50 del siglo XX, el entonces director de la CIA, Allen Dulles aseguraba:

“Gracias a su diversificado sistema propagandístico, Estados Unidos debe imponerle su visión, estilo de vida e intereses particulares al resto del mundo, en un contexto internacional donde nuestras grandes corporaciones transnacionales contarán siempre con el despliegue inmediato de las fuerzas armadas, en cualquier zona, sin que le asista a ninguno de los países agredidos el derecho natural a defenderse”.

“Antes que los portaaviones y los misiles, llegan los símbolos, los que venderemos como universales, glamurosos, modernos, heraldos de la eterna juventud y la felicidad ilimitada”.

“El objetivo final de la estrategia a escala planetaria, es derrotar en el terreno de las ideas, las alternativas a nuestro dominio, mediante el deslumbramiento y la persuasión, la manipulación del inconsciente, la usurpación del imaginario colectivo y la recolonización de las utopías redentoras y libertarias, para lograr un producto paradójico e inquietante: que las víctimas lleguen a comprender y compartir la lógica de sus verdugos”.

Los yanquis no cambian ni un ápice sus proyectos de destruir a la Revolución cubana y a las puertas de la entrada en la Casa Blanca del presidente número 13 desde 1959, no esperemos cambios en ese sueño trasnochado, será el mismo objetivo ambicionado, quizás con algún que otro matiz, pero volverán a fracasar, porque en Cuba no hay ingenuos ni tontos que olvidan el peligro de tener a ese vecino cruel y ambicioso.

Nunca olvidemos a José Martí cuando afirmó:

“Mientras sea la guerra un peligro, será siempre un deber prepararse”.

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