Progreso Semanal - Tomado de Radio Miami.- El pasado 28 de enero, Jen Psaki, Secretaria de prensa del presidente Biden, respondiendo a una pregunta de la prensa acreditada, afirmó que el gobierno revisará la política hacia Cuba.
“Nuestra política sobre Cuba va a estar comandada por dos principios: el primero el apoyo a la democracia y los derechos humanos, que va a ser el eje, y el segundo es que los estadounidenses de origen cubano son los mejores embajadores de la libertad en Cuba. Estamos revisando las políticas del gobierno de Trump en varios temas de seguridad nacional para asegurarnos que nuestra visión se ajusta a eso. Vamos a marcar nuestro propio camino”, dijo la vocera presidencial.
Dos de nuestros colaboradores, Jesús Arboleya Cervera y Rafael González Morales, ambos especialistas en las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, brindan una primera reacción y aproximación a las citadas declaraciones. Insistimos: se trata de un primer acercamiento a un tema importante.
Jesús Arboleya Cervera:
Aunque se trata de un tema que con seguridad requerirá de análisis más profundo en el futuro, podemos comenzar por decir que causó poco asombro la declaración de la vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, respecto a que el gobierno de Joe Biden tiene previsto una revisión de la política seguida por Donald Trump hacia Cuba. Algo similar fue planteado por el actual presidente durante su campaña y todo parece indicar que existe consenso dentro de su administración.
Tampoco se discute el objetivo de esta reforma, igual que el propósito manifiesto de Donald Trump fue echar abajo la política de Barack Obama, el de los demócratas consiste en restablecer esta política, con el objetivo de aumentar su influencia en Cuba. Lo que sí se discute es la prioridad que puede tener el tema de Cuba dentro de la compleja agenda que enfrenta la administración, así como el alcance y la velocidad de las reformas que se plantean llevar a cabo.
Un argumento es que no será nada fácil revisar las más de 200 sanciones impuestas por el gobierno de Trump, pero es posible que no sea necesario hacerlo caso a caso, si se adopta la decisión de establecer un marco general que las elimine de facto. Retomar los principios establecidos por la directiva presidencial de Barack Obama sobre Cuba, emitida en octubre de 2016, pudiera servir de base para esto.
La realidad es que la base de la política de Obama hacia Cuba ha quedado casi inalterada, de lo que se trata entonces es de revitalizar la dinámica de las relaciones diplomáticas, que no fueron suspendidas; reanudar las negociaciones sobre la base de los 22 acuerdos de mutuo interés aún vigentes; ir al cumplimiento de los acuerdos migratorios y restablecer el avance alcanzado en relación con los contactos pueblo a pueblo, mediante el restablecimiento de las doce categorías generales para autorizar los viajes de norteamericanos a Cuba.
Es cierto que resolver el problema de los dichosos “ataques sónicos”, a todas luces inventados para justificar el cierre de los consulados, así como volver a sacar a Cuba de la lista de países promotores del terrorismo, pueden complicar el proceso, pero los diplomáticos de ambos países ya tienen la experiencia de haber lidiado con estos problemas y eso está a favor de una solución.
La otra variable es cómo ambos gobiernos interpretan la coyuntura en que debe ajustarse esta política, muy distinta a la que prevalecía en 2014, cuando fueron anunciados los acuerdos que condujeron al mejoramiento de las relaciones entre los dos países.
En primer lugar, está la pandemia, que ha trastocado las prioridades y la gobernabilidad de todo el mundo. En la medida en que ambos países avancen en la solución de este problema, será más fácil avanzar en el aumento de los contactos y la potenciación de otros intereses. Para Cuba, resulta esencial superar la crisis y neutralizar los avances de las fuerzas más agresivas durante el gobierno de Trump.
En segundo lugar, está el problema de la credibilidad de la política norteamericana. Tanto Cuba como otros actores, incluyendo sectores económicos estadounidenses y de otros países interesados en el mercado cubano, se enfrentan a una política que ya ha demostrado su fragilidad frente a las coyunturas políticas de Estados Unidos. Esta experiencia, plantea un escenario diferente para las negociaciones.
Por último, está el entorno latinoamericano y caribeño, que fue un factor de mucho peso en la decisión norteamericana de modificar su política hacia Cuba. Aunque se observa un retroceso de la derecha en el área, el avance de los gobiernos progresistas aparece condicionado por tal nivel de deterioro económico, que limita el peso de sus iniciativas políticas.
De todas formas, también Estados Unidos está precisado de reconstruir sus relaciones con la región y es posible que la próxima Cumbre de las Américas tenga lugar este año en ese país, lo que pudiera acelerar el interés por avanzar en las relaciones con Cuba.
Rafael González Morales:
Los pronunciamientos de la vocera de la Casa Blanca se centraron en dos aspectos fundamentales: enunciar los principios que guiarán la política hacia Cuba y anunciar que emprenderán un proceso de revisión de esa política.
Realmente, estos elementos no son novedosos debido a que los principios mencionados en términos generales se corresponden con los declarados durante la campaña presidencial demócrata y también se había anticipado desde esa etapa que se eliminarían las “políticas fallidas” de Trump contra Cuba, lo que se supone sea el resultado de un proceso de revisión.
Por lo tanto, hasta aquí, la única noticia es que ya existe una confirmación oficial de que el gobierno de Biden revisará la política que heredó de Trump y parecería que será en el corto plazo.
No obstante, existe un matiz en la declaración que considero constituye un elemento particularmente interesante y relevante cuando la vocera afirma que revisarán la política “como lo estamos haciendo en otras áreas de la seguridad nacional, con vistas a asegurarnos que nuestro enfoque esté alineado con eso”.
En mi opinión, estos pronunciamientos podrían indicar lo siguiente:
1) Hay una clara intención en destacar que la política hacia Cuba está comprendida dentro de las áreas de seguridad nacional para este gobierno, lo que indica que es un tema de interés que rebasa la visión estrecha y politizada de que Cuba es un asunto de política interna que está anclada en el Sur de la Florida.
2) En el enfoque de política hacia Cuba tendrán un peso importante las interpretaciones y consideraciones que este gobierno realice sobre cuál es la mejor manera para satisfacer los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.
En la práctica, la cooperación entre ambos países para prevenir y enfrentar las amenazas y desafíos comunes como las pandemias, las causas y consecuencias del cambio climático, el narcotráfico, el terrorismo, la temática migratoria y los delitos transnacionales es la forma más inmediata, efectiva y genuina de servir a esos intereses nacionales. Ambas naciones, por razones de proximidad geográfica, comparten una gama de peligros a su seguridad nacional que no existe otra manera de evitarlos y gestionarlos sino es a través de la cooperación.
Varios de los 22 instrumentos bilaterales, firmados, y que están vigentes, definen los objetivos, alcance, modalidades y mecanismos que ambas partes acordaron para combatir todas esas amenazas. Solamente se requiere ponerlos en práctica y retomar el intercambio productivo y profesional entre las diferentes contrapartes. Dar este paso, es una contribución a que Estados Unidos y Cuba comiencen a forjar un entorno de seguridad mutua.
3) Cuba formará parte de la agenda de seguridad nacional de esta nueva Administración, lo que no constituye per se algo negativo debido a que podría definirse dicha inserción en la perspectiva de todo lo que Cuba está en condiciones de aportar en el combate a los complejos desafíos regionales que están presentes. El escenario regional indica que las prioridades estadounidenses hacia América Latina y el Caribe están centradas en los temas de seguridad y en este esfuerzo el rol de Cuba no puede desconocerse y es funcional a sus intereses de política exterior.
Este enfoque trasciende la cooperación bilateral y considera a la Isla como un factor de estabilidad hemisférica, lo que tiene un precedente en la Directiva de Obama hacia Cuba cuando se planteó que uno de los objetivos de la nueva política era precisamente “incentivar el desarrollo de un socio en la región que sea capaz de trabajar con Estados Unidos para confrontar desafíos regionales”.
Por lo tanto, una revisión de la política hacia Cuba con profundidad, con objetividad, sin politización, ponderando adecuadamente el balance costos-beneficios y apegada a una interpretación seria y responsable de los intereses nacionales de Estados Unidos, solo podría conducir a un resultado: Reconocer la necesidad de convertir el diálogo y la cooperación en la piedra angular de las relaciones sin desconocer las asimetrías, nuestras profundas diferencias y la esencia del conflicto histórico.