Paco Azanza Telletxiki - Cubainformación - Baraguá.-  Hace unos cuantos días, unos músicos cubanos reconvertidos en gusanos (pues con la gusanera se han abrazado) publicaron una canción, llamada Patria y Vida, absolutamente contrarrevolucionaria e insultante para con el pueblo que siempre les trató bien y que voluntariamente han abandonado. Sin duda, buscaban congraciarse con gusanera miamense o, lo que es lo mismo, hacer méritos para acceder a su sucio dinero. Para el que quiera ver, la cosa está muy clara. No me extenderé demasiado; pondré un solo ejemplo.


 

Uno de los músicos, Descemer Bueno, hace algo menos de un año todavía ensalzaba la solidaridad médica cubana a la que dedicó ésta canción y pedía el fin del bloqueo; vamos, que no parecía estar a disgusto siendo, de alguna manera, parte de la Revolución Cubana. Pocos meses después pasó a despotricar a ésta y a sus dirigentes, cuando Cuba seguía siendo la misma que había ensalzado. Creo que, a ese respecto, no hace falta añadir nada más.

Como los mencionados músicos (cuya única patria sólo es el dinero) trataban de burlarse de la disyuntiva de Patria o Muerte, expuesta por el compañero Fidel hace ahora 61 años, añadiré unas palabras acerca del motivo de la misma y de cómo hoy (con el imperio igualmente amenazante) todavía continúa vigente.

¡Patria o Muerte!, la disyuntiva de hace 61 años que hoy continúa vigente

El Gobierno de los Estados Unidos comenzó muy pronto a obstaculizar el desarrollo de la Revolución Cubana; tanto que, antes del triunfo, ya realizaron sus esfuerzos para que éste no se consumara; veían en los Rebeldes, sin duda, a individuos nada fáciles de manipular, como había sucedido hasta entonces durante casi sesenta años. De modo que, con el propósito de que Cuba no se les fuera de las manos, nunca dudó en utilizar todo tipo de métodos, tales como los sabotajes a las instalaciones y bienes del país para dañar a la economía, el intento de asesinato de los dirigentes revolucionarios o la invasión directa entre otros.

El pueblo de Cuba y su Dirección siempre fueron conscientes del peligro que corría la, por aquel entonces, joven Revolución, por lo que se pusieron a la tarea de organizarse y de intentar conseguir armas para defenderse. No fue fácil la consecución de las mismas, ya que los yanquis no sólo se negaron a vendérselas o a entregarles los equipos ya adquiridos en su mercado sino que, además, frustraron la compra de aviones a Inglaterra y presionaron a otros gobiernos europeos para que no les vendieran armamento ligero. Pero finalmente los cubanos consiguieron algo en Bélgica, pagando la compra con el importe de colectas realizadas entre la población a lo largo de todo el año.

El 4 de marzo de 1960 y desde las ocho de la mañana, el vapor de matrícula francesa La Coubre fondeaba en los muelles de la bahía de La Habana. Bajo la inspección de dos oficiales del Ejército Rebelde y otros compañeros de la Sección de Tanques y del Regimiento de Artillería, cincuenta y siete estibadores llevaban a cabo la descarga de las  44 toneladas de granadas y 31 de municiones que albergaba su bodega.

Todo transcurría con normalidad, pero, a eso de las tres y diez de la tarde, los habitantes de la capital cubana se estremecieron con la repentina escucha de una fuerte explosión. No cabía otra posibilidad, era La Coubre lo que había estallado en pedazos.

Habiendo atracado previamente en Hamburgo, Bremen, Amberes y Le Havre, el sabotaje había sido preparado antes de arribar a Cuba. Este acto terrorista ocasionó un número indeterminado de desaparecidos, y, en el lugar de la explosión, se encontraron los restos mortales de 101 personas y hubo más de 200 heridos.

Para que no hubiera dudas, los imperialistas yanquis acababan de dejar bien clara sus intenciones. Sólo unos días después, el 17 de marzo, el por aquel entonces presidente de los Estados Unidos, Dwight Eisenhower, aprobaba un plan militar elaborado por la CIA, cuyo presupuesto inicial era de 4.400.000 dólares. La finalidad del mismo no era otra que la de invadir Cuba, derrocar al Gobierno revolucionario y retomar el control de la Isla. El 17 de abril de 1991, veinticinco meses después y reemplazado Eisenhower en la presidencia, la responsabilidad de la invasión mercenaria de Playa Girón fue asumida por John F. Kennedy, que encajó una contundente y conocida derrota.

Reunido la misma noche de la explosión de La Coubre, el Consejo de Ministros decretó un duelo nacional para todo el día siguiente, así como luto oficial durante los días 6, 7 y 8 de marzo.

La indignación del pueblo fue mayúscula. El 5 de marzo, por la tarde, hubo una impresionante marcha de duelo. El asfalto de la calle 23, en el Vedado, fue cubierto de gladiolos rojos y blancos sobre los que, tras Fidel, el presidente Dorticós, el Che y otros dirigentes de la Revolución cogidos del brazo, marchó todo el pueblo.

Como no podía ser de otra manera, los revolucionarios estaban tristes, pero no derrotados. La defensa de la patria no se había alejado de sus mentes. Portando una bandera cubana, un grupo de mujeres recogió dinero entre los participantes; el objetivo era claro: reunir la mayor cantidad posible para volver a comprar armas.

En la tribuna se concentraron los dirigentes de la Revolución Cubana, a los que acompañaron también Jean Paul Sastre y Simone de Beauvoir, que se encontraban de visita en Cuba por aquellos días. En ese mismo acto y en ese mismo lugar fue fotografiado el Che por Korda, captando la fotografía más conocida de la historia.

En aquel homenaje a las víctimas de La Coubre, transcendió un hecho de manera notable en toda la población cubana. En medio de tanta indignación por parte de los asistentes, Fidel pronunció lo que sería la consigna más querida y utilizada a lo largo de más de sesenta años de proceso revolucionario. Me estoy refiriendo a la decisión de ¡Patria o Muerte! Fidel lo dijo de esta manera: “Y no sólo sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria, la de Libertad o Muerte; sólo que ahora libertad quiere decir algo más todavía, libertad quiere decir Patria, y la disyuntiva nuestra sería: ¡Patria o Muerte!”.

Tres meses después, el 4 de junio, la consigna conscientemente asumida por la población revolucionaria fue completada por el propio Fidel. El hecho sucedió durante la clausura de un congreso obrero: “¡Patria o Muerte! […] es la consigna de cada cubano. Para cada uno de nosotros, individualmente, la consigna es: ¡Patria o Muerte!, pero para el pueblo, que a la larga saldrá victorioso, la consigna es ¡Venceremos!” Se conjugaba así la determinación de morir por la Patria –que es vivir, como dice el himno cubano- con un canto de victoria.

No cayó en saco roto la citada determinación. El mejor homenaje que el pueblo ha ofrecido a los caídos en la Explosión de La Coubre, y también al resto de los mártires de todos los tiempos, es el haber mantenido viva la llama de la Revolución durante todos estos años. Y todo ello a pesar de los vientos huracanados que, desde el norte, el imperialismo yanqui siempre les ha enviado.

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