Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Desde clases magistrales hasta recetas específicas para cambiar el sistema socialista cubano son numerosas, con recomendaciones de célebres economistas que en su casi totalidad ignoran la guerra económica, comercial y financiera impuesta por Estados Unidos desde hace 62 años, que persigue el objetivo de hacer inviable el modelo económico, culparlo de ser un fracaso para que no sea repetido en otras naciones.


En 1959 Estados Unidos inició sus acciones subversivas contra el proceso revolucionario, al permitir y estimular actividades ejecutadas por miembros de la tiranía de Fulgencio Batista. El 5 de junio de ese año el senador demócrata George Smathers, propuso una enmienda para reducir la cuota azucarera que compraban a Cuba.

Al siguiente año, el 3 de julio, el Congreso aprobó la cancelación de dicha cuota que se hizo firme el 6 de julio por el presidente Eisenhower, quien declaró:

“Esta acción inicia las sanciones económicas contra Cuba. Ahora debemos emprender otras medidas económicas, diplomáticas y estratégicas”.

En 1962 legalizaron la guerra económica, llamándolo eufemísticamenteEmbargo”.

¿Qué países pobres y dependientes del comercio con Estados Unidos hubieran soportado tales medidas?

Desde un aula universitaria o en un buró, es muy fácil criticar y hasta diseñar políticas económicas, como hace el eminente profesor Carmelo Mesa Lago y otros economistas formados en Cuba después de 1959, pero dirigir una economía sometida a constantes sanciones es otra cosa, y más aún cuando se defienden programas sociales como la educación gratuita a todos los niveles, incluidos centros para discapacitados; la salud desde la atención primaria hasta la especializada; el deporte; la cultura y sus escuelas; investigaciones científicas en todos los campos; obras sociales y ventajas que solo un sistema socialista puede llevar a cabo.

Por supuesto, los errores no faltan en una obra colosal con funcionarios inexpertos, eso sin contar los colaboradores enemigos orientados por los yanquis a entorpecer el proceso revolucionario, unido a planes terroristas, hoy desclasificados, que hablan por sí solos.   

Cuba desde hace muchos años perfecciona su sistema para erradicar errores, pero sin abandonar su esencia socialista y por esa razón pudo resistir el desmontaje del socialismo en Europa del Este y en la URSS, a pesar de la pérdida de más del 85 % de su comercio exterior, cuando muchos apostaban a que la Revolución no duraría más de seis meses, quedándose Washington y sus aliados con las ganas.

No solo resistió, sino que avanzó económicamente, sin abandonar ninguno de sus programas sociales, ni aplicar políticas de choque, como hace el capitalismo que defienden los sabios economistas que exigen tantos cambios.

Cuba desarrolló el sector científico y el turismo sin contar con préstamos del FMI y el Banco Mundial, como no lo hizo otra nación, algo impensable en el llamado Tercer Mundo.

La reacción de Estados Unidos no se hizo esperar y en 1992 aprobaron la conocida Ley Torricelli y en 1996 la Ley Helms-Burton, para apretar más el cerco económico y financiero contra la Revolución, a la vez que incrementaba su guerra biológica para dañar la producción de alimentos, mediante la introducción de plagas y enfermedades.

Una prueba de la validez del socialismo es el resultado del enfrentamiento a la pandemia de la Covid-19, pues mientras en Estados Unidos y Europa, el desempleo y la pobreza aumentan, Cuba, pobre y bloqueada económicamente, demuestra su capacidad de resistencia y avances, al trabajar en cuatro candidatos vacunales al mismo nivel del primer mundo, unido a la cooperación médica en más de 40 países para salvar vida y no muertes, como hacen los yanquis con sus guerras injustificadas.

Ejemplo de las diferencias se manifiesta en Italia, donde en el último año viven más personas en la pobreza absoluta, cinco millones y medio, cerca del 9,4 % de la población del país, cifra considerada la más alta de los últimos 15 años. Por eso a diario se observan largas filas para recibir alimentos ofrecidos por ONG, a quienes no tienen dinero para adquirirlos.

La pandemia expuso las debilidades del sistema capitalista, lanzando a la pobreza y el desamparo a millones de europeos, al no contar con respaldo del gobierno como sucede en la Cuba socialista a la que exigen cambiar su sistema. A pesar de las 242 sanciones impuestas en los 4 años de la administración Trump, ningún cubano quedó sin empleo y la población recibe una asistencia médica incomparable con la de otros países capitalistas.

Hoy países desarrollados y sin la guerra económica y financiera que padece Cuba, sufren pobreza financiera y social, pero para ese capitalismo en crisis los renombrados economistas no recetan cambios, a pesar del fracaso de la economía capitalista.

Estudios de la ONU afirman que, en el mundo, una de cada 5 personas está en riesgo de pobreza, porque los gobiernos ven el gasto social como un aumento de su deuda y no como una inversión para el desarrollo futuro, como sucede en el criticado sistema socialista.

Estudios de la OXFAM exponen que debido a la crisis económica provocada por la Covid-19, unos 2,700 millones de personas en el mundo no han contado con protección social y calculan que 500 millones ahora están subempleados o sin trabajo.

España atraviesa una crisis colosal, con frustración para sus ciudadanos, quienes observan que el gobierno solo ha aprobado el uno por ciento de las solicitudes de ayuda.

Austria,el sexto país más rico de la Unión Europea, anda por el mismo camino y muchos se han visto de pronto en las calles, ante la pérdida de sus empleos y pequeños negocios, sin un sistema gubernamental de apoyo.

La economía británica se contrajo un 9,9% en 2020, el mayor desplome en 300 años, y la alemana sufre su peor año desde la crisis financiera del 2008. Pero quienes llevan la peor parte son los trabajadores y los jóvenes, quedándose sin empleos y dinero para pagar la renta, electricidad, alimentación y otros servicios básicos, sin tener una pequeña canasta básica alimenticia que los respalde.

América Latina es otra muestra del fracaso neoliberal capitalista, donde la pobreza, y los más de 700,000 muertos por la Covid-19, es lo único que crece.

La pandemia dejó al descubierto el agotamiento del sistema capitalista.

¿Será esa la receta perfecta que le proponen a los cubanos?

China con su sistema socialista particular, exhibe un crecimiento del 2,3 % del PIB en el 2020, pese a la pandemia, razón por la cual Estados Unidos y la Unión Europea no dejan de sancionarla, tal y como hacen con Rusia.

La vida se encarga de exponer la verdad. El sistema socialista trabaja por el bienestar del ser social y en el capitalismo hace todo lo contrario.

Cesen de malgastar millones de dólares para subvertir el orden interno de Cuba, acepten el socialismo y ocúpense de sus propios problemas; por eso José Martí afirmó:

“Lo que no se puede cambiar, ha de tomarse como es”.

La Columna
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