Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Todavía quedan ingenuos que se creen la mentira de que la guerra fría terminó con la desintegración de la URSS y el cambio de sistema en los países de Europa del Este, pero la realidad afirma que aún existe esa guerra y está más fortalecida con el empleo de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.


Las naciones que mantienen una posición soberana contra las ambiciones imperialistas yanquis y de sus aliados, son víctimas de esa guerra fría, a veces no tan gélida, porque sus acciones subversivas buscan la confrontación física en las calles, como parte de los planes para desestabilizar el orden interno y eliminar dirigentes que no se arrodillan, como son los casos de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Irán, China y Rusia.

Desde que triunfó la Revolución cubana y demostró su independencia de la política yanqui, inmediatamente Estados Unidos conformó una poderosa guerra mediática para captar la mente del pueblo, siendo encargada de esto la Agencia de Información, USIA, quien recibió un millonario presupuesto, para llevar a cabo una guerra psicológica, que abarcara a todos los sectores de la Isla, fundamentalmente los jóvenes.

Los planes de esa guerra contemplaron campañas de mentiras de todo tipo, desde supuestas enfermedades que afectaban al país para evitar la entrada de visitantes extranjeros, imaginarios asesinatos, condenas injustas a terroristas, inventadas rebeliones internas por no aceptar al gobierno revolucionarios y variadas acciones psicológicas sobre las fuerzas armadas, para lograr la división y desafección de sus miembros.

En mayo de 1963 el teniente coronel James Patchel, especialista de la CIA en esa rama, propuso un plan con varias artimañas en el cual su eje fundamental era el empleo de la guerra psicológica contra la imagen de Fidel Castro, con el fin de desacreditarlo e incluso llegar a interferir sus discursos, modificarlos y hacerlos incoherentes. Además, pretendieron crear líderes ficticios dentro de Cuba y concentrar la propaganda sobre ellos, para buscar apoyo en el pueblo.

Hoy se observan los mismos planes en sus campañas de propaganda psicológica subversiva, estructurados por hábiles especialistas de la CIA, que persiguen prender una chispa entre la ciudadanía, lo que se observa en Rusia con el fabricado envenenamiento del bloguero Alexei Navalni, en Bielorrusia, el opositor Valeri Tsepkalo, Venezuela con Juan Guaidó y en Cuba con varios contrarrevolucionarios, entre ellos las llamadas Damas de Blanco, José Daniel Ferrer, y su más reciente y desafortunado invento de San Isidro, conformado por una pandilla de elementos del bajo mundo que, por su ausencia de ética y moral, unido al deseo de ganar mucho dinero, actúan con desprecio a la más elementales normas de educación cívica.

Para los especialistas de la CIA no hay fronteras éticas, cuando el objetivo es ganar las mentes y la situación en Bolivia así lo demuestra, al desplegar la campaña mediática de que no existió un golpe de Estado y la detención de la presidenta de facto y sus ministros es una cacería política.

Lo peor de esta realidad es la subordinación que se percibe en países y organizaciones internacionales que tienen una supuesta independencia política, como es la Unión Europea, su Parlamento, el Consejo de Derechos Humanos y otros por el estilo, que al llamado de Washington salen de inmediato como cotorras, a repetir las líneas de mensaje elaboradas por los especialistas de la CIA, perdiendo cada vez más prestigio ante los pueblos del mundo.

Sin embargo, cuando temas como las masacres en Colombia con miles de asesinados, la brutal represión a jóvenes en Chile, Francia y España, los asesinatos de negros estadounidenses a manos de policías blancos, el tratamiento criminal a los inmigrantes latinoamericanos, las masacres a los palestinos, la ocupación ilegal de parte del territorio de Siria por Estados Unidos, el asesinato a altos militares iraníes y las guerras económicas contra países soberanos para matar de hambre y enfermedades a sus ciudadanos, el silencio es total.

El golpe militar en Bolivia y la persecución política contra Luis Ignacio Lula en Brasil y de Rafael Correa en Ecuador, las operaciones para asesinar a Nicolás Maduro e invadir a Venezuela, el encarcelamiento a líderes catalanes por llevar a cabo un plebiscito para decidir la independencia en las urnas y el tratamiento como delincuentes, cuando realmente son causas políticas, no reciben similar cruzada mediática, ni reclamos por parte de esos que se prestan, raudos y veloces, a condenar a los gobiernos soberanos que no se arrodillan ante los yanquis.

¿Por qué motivos Zbigniew Czech, embajador de Polonia ante la ONU, no le traslada a la presidenta de Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, su preocupación por el deterioro de la situación de los derechos humanos en Cataluña, a partir del encarcelamiento del rapero Pablo Hasel, la salvaje represión contra los chalecos amarillos en Francia o la persecución política de que es víctima el expresidente de Cataluña, Carles Puigdemont y los eurodiputados independentistas, Toni Comín y Clara Ponsatí, a quienes la Eurocámara les retiró la inmunidad, para que el gobierno español pueda actuar sobre ellos?

Desvergüenza e hipocresía hay de sobra, en esos que acusan y condenan a gobiernos valientes que no se venden a Estados Unidos, sumándose a esa guerra fría, que cada vez se asemeja más a la cacería de brujas anticomunista desarrollada por Joseph Raymond McCarthy, a mediados del siglo XX, pero ahora con la asignación de cientos de millones de dólares para su instrumentación.

Exacto fue José Martí cuando afirmó:

“El decoro encalla donde la intriga sale ilesa”

 

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