Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- En materia de desinformación y crear matrices de opinión a su favor, los yanquis son los primeros del mundo. Su maquinaria de propaganda es sólida y experimentada, fabrican una estrella de la noche a la mañana y el caso de Jeanine Áñez, expresidenta golpista de Bolivia, es un buen ejemplo.


Después de las elecciones presidenciales del 2019 en Bolivia, donde resultó ganador indiscutible Evo Morales, a pesar del esfuerzo realizado por Estados Unidos para impedirlo, de inmediato la CIA ejecutó su plan previsto, un golpe de Estado apoyado por el ejército, con el fin de posicionar al frente de la nación a la persona que tenían seleccionada previamente y dispuesta a cumplir todas las órdenes emitidas desde Washington.

El plan de la CIA contempló la participación del secretario general de la OEA, su viejo colaborador desde 1979, cuando simulaba simpatías por la izquierda latinoamericana. La OEA fue el punto clave para declarar el falso fraude que desencadenó el pandemonio, sin un solo elemento probatorio, solamente con la publicación del informe de la misión de la OEA que participó como invitada.

Meses más tarde, en pleno desarrollo del golpe militar, académicos estadounidenses del Centro de Investigación de Economía y Política, el laboratorio electoral del MIT y las universidades de Pensilvania y Tulane, declararon la inexistencia del supuesto fraude certificado por la OEA, pero ya era tarde.

En noviembre del 2019 el sitio digital Behind Back Doors, dio a conocer un artículo titulado “La intervención de Estados Unidos contra Bolivia. Primera parte” , en el que revelan los pasos del golpe de Estado. De igual forma el reportaje “Tras el golpe: Los agentes más importantes de la CIA en La Paz, Bolivia”, publicó una lista de sus espías en ese país, donde aparecen los generales bolivianos Wiliams Kaliman Romero, Yuri Calderón y Rómulo Delgado.

Con estos elementos ¿cómo quieren conformar una campaña contra la detención de Jeanine Áñez, declarándola “victima”, cuando todos la vieron actuar, pisotear la Constitución e impedir que asumiera el cargo de presidenta quien estaba al frente del Senado boliviano, como le correspondía según la Carta Magna?

El mundo observó impávido las violaciones a los derechos humanos ejecutados por los militares y policías, aplaudidos por la presidenta de facto y los líderes de la derecha boliviana, hechos que no fueron repudiados por Estados Unidos ni la Unión Europea.

Ahora, Jalina Porter, portavoz adjunta del Departamento de Estado, declara hipócritamente que su gobierno “sigue con preocupación la situación en Bolivia, donde la ex presidenta interina, Jeanine Áñez y miembros de su gabinete, fueron detenidos y acusados de participar en un supuesto golpe de Estado contra el ex mandatario Evo Morales”.

Tendrán Alzheimer los funcionarios del gobierno estadounidense y sus aliados los exjefes de Estado y de gobierno de Iberoamérica, quienes conforman la llamada Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), al asegurar que:

“Sin previa exhibición de pruebas y derecho a la defensa, la detención de la ex presidenta transitoria boliviana Jeanine Áñez y miembros de su gabinete, es arbitraria y contraria a los principios fundamentales de un Estado de Derecho”.

¿Y lo que hicieron contra Evo Morales, sus ministros y dirigentes del partido MAS sin una sola prueba legal, no fue arbitrario y una violación de todos los derechos democráticos?

¿Dónde estaban esos defensores que callaron cuando el gobierno de facto cometió 36 asesinatos, durante las salvajes y brutales represiones contra el pueblo, dejó más de 800 heridos y 1,500 presos políticos detenidos ilegalmente, saqueó la economía y solicitó préstamos millonarios al FMI que pusieron al país con una espada al cuello por el endeudamiento, para después privatizar los recursos naturales, todo sin el consentimiento del Congreso?

¿No les preocupó a esos señores la violación de la democracia y los actos vergonzosos de racismo y neofascismo ejecutados contra el carácter plurinacional del Estado boliviano?

Áñez y sus ministros tendrán que responder por los cargos de terrorismo, sedición y conspiración, cometidos bajo su mandato al servicio de la CIA, aunque con total desvergüenza declare que su detención es “abusiva”.

Habrá que recordarle durante el juicio, que ella recibió órdenes de los oficiales de la estación de la CIA en La Paz, Rolf Olson y Annette Dorothy Blakeslee; esta última trabajó en Nicaragua bajo el manto legal de médico al servicio de la USAID, para desarrollar sus actividades encubiertas.

Se sabe que la CIA repartió cientos de miles de dólares para la ejecución del golpe, entre los militares y funcionarios políticos, con la activa colaboración de José Sánchez, jefe del espionaje argentino en la capital boliviana.

Es bien amplia la experiencia de la CIA en organizar asesinatos y golpes de Estado contra gobiernos elegidos democráticamente, entre ellos el de Irán en 1953 para derrocar al Premier Mossadegh; Guatemala en 1954 contra Jacobo Arbenz y 1973 en Chile para deshacerse del socialista Salvador Allende.

No se olvidan los golpes militares que Estados Unidos ejecutó en 1946 contra el presidente de Bolivia Gualberto Villarroel; 1947 en Ecuador para sacar del poder al presidente constitucional José María Velazco Ibarra; 1948 y 1956 la asonada golpista en Perú; 1948 y 1953 en Colombia; 1952 en Cuba, 1953 en Guyana contra el presidente independentista Cheddi Jagan; 1954 para derrocar al presidente de Paraguay Federico Chávez y en Brasil ese mismo año contra el presidente Getulio Vargas, acción repetida en 1964 contra el presidente Joan Goulart.

Argentina los sufrió varias veces especialmente en 1955 contra el presidente Juan Domingo Perón y en 1966 para quitar del poder al presidente Arturo Illia.

Muchas maniobras conformará la CIA con la prensa para tratar de santificar a su colaboradora boliviana Jeanine Añez, pero la verdadera historia no pueden borrarla, a pesar de sus esfuerzos para ganar la mente de algunos ingenuos que se dejan llevar por sus cantos de sirenas.  

Pero como dijo José Martí:

“La sangre de los buenos nunca se vierte en vano”

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