Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Ni por ser hija de una víctima de los planes yanquis contra Chile, cuando organizaron el cruento golpe militar, la señora Michelle Bachelet asume una posición soberana en defensa de los derechos humanos en el mundo.


Desde que el pasado año el pueblo chileno salió a las calles a reclamar justicia social, derecho a una buena educación, empleos, derecho una salud publica adecuada, rebaja del precio del transporte y otros servicios necesarios para todos, ella no condenó las muertes, las desapariciones de detenidos, las crueles represiones policiales similares a las ejecutadas por el dictador Augusto Pinochet, quienes maltrataron con salvajismo a los que protestaron en plazas y avenidas.

Sus demorados y tibios pronunciamientos dan vergüenza. Igual sentimiento causa su silencio ante las masacres continuadas en Colombia contra líderes sociales, los ex combatientes de las FARC incorporados al trabajo en los campos y sus timoratas declaraciones sobre la sostenida represión contra el pueblo que protesta en las ciudades colombianas desde hace semanas.

Tampoco condenó a Francia por las represiones durante meses contra los llamados Chalecos Amarillos, conformado por trabajadores y estudiantes que exigen mejores formas de vida; ni por los españoles que exigieron la libertad del rapero catalán, que cantaba denunciando las actitudes corruptas del Rey Emérito, en total coerción a la libertad de expresión. Menos se le escuchó condenar a España por la Ley Mordaza.

Las represiones en Estados Unidos contra los que se oponen al asesinato de ciudadanos negros y el trato discriminatorio que reciben a diario, parecen no estar en la agenda de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ni la brutal represión en Tailandia que se observa en las imágenes televisivas.

Sin embargo, con una inmediatez desacostumbrada, la señora Bachelet, en solo 24 horas, pidió la urgenteliberación en Cuba de todas las personas detenidas por “ejercer su derecho a la libertad de reunión pacífica, opinión y expresión”, durante las protestas ocurridas el 11 de julio 2021.

Sin tener los elementos necesarios para hacer tal acusación contra el estado cubano, se lanzó a solicitar una “investigación independiente, transparente y eficaz del suceso, tras la cual los responsables sean sancionados”.

¿A qué se refiere ella con investigación independiente?

¿Será una realizada por Estados Unidos que aún no ha investigado ni sancionado a los asaltantes del Capitolio Nacional, ni condenado a su principal instigador, Donald Trump?

¿Por qué no hace la misma solicitud para Chile, Colombia, Francia, España y los Estados Unidos, países que reprimen con una crueldad terrible, con el empleo de balas de goma que dejan ciegos a sus víctimas, chorros de agua fría en pleno invierno, gases lacrimógenos que afectan los ojos, y brutales golpizas que jamás se han visto en Cuba?

¿Por qué no ha condenado el magnicidio del presidente de Haití, por mercenarios formados por los yanquis?

¿Vio ella como los “pacíficos” manifestantes cubanos lanzaron piedras y cócteles molotov contra la policía, destruyeron sus autos oficiales, saquearon centros comerciales, atacaron escuelas y hasta hospitales?

 A pesar de esos actos terroristas, Cuba no emplea los métodos represivos de otros países, ni carros lanza agua, ni balas de goma contra esa parte del pueblo, incitada desde el Norte.

¿Por qué no le exige a Estados Unidos una investigación independiente por el uso de la plataforma Twitter, para enviar llamados a la movilización de los cubanos, empleando robots que multiplicaron los tuits de forma exponencial y la divulgación de imágenes manipuladas por las redes sociales, todo sufragado con dinero federal de congreso de la Florida?

Si en Cuba hay falta de alimentos y medicinas no es porque el gobierno revolucionario desee molestar a su pueblo, se sabe bien que es por la criminal guerra económica y financiera que busca precisamente el disgusto popular, como dicen los documentos oficiales yanquis, algo que ella debería condenar diariamente, pues esa guerra dura 62 años, recrudecida en medio de la pandemia mundial de la Covid-19 y que será mantenida, según el presidente Joe Biden, quien aseguró que ni las remesas familiares permitirá para el pueblo cubano.

Buscan matar de hambre a una nación y aun así Michelle Bachelet, obedece las órdenes que le imparte la Casa Blanca.

Si está tan “preocupada” por las detenciones, ¿por qué no les exige a los yanquis que cesen de financiar con millones de dólares, a una oposición fabricada por ellos y orientada a crear disturbios para afectar la tranquilidad ciudadana que no tienen otros países?

Para limpiar un poco su deteriorada imagen, en sus reclamos a Cuba, incluyó un delicado pedido del levantamiento a las “sanciones sectoriales unilaterales que sufre Cuba”.

¿Será master en hipocresía esta señora para decir que las sanciones son sectoriales?

La guerra económica, comercial y financiera es total, afecta toda la vida de los cubanos y es extraterritorial por la ley Helms Burton.

Ella debería saber que documentos oficiales de Estados Unidos plantean:

La sublevación necesita un movimiento de acción política fuertemente motivado y arraigado en Cuba, capaz de generar la rebelión, de dirigirla hacia el objetivo perseguido y de aprovecharse de su momento clímax. La acción política será apoyada por una guerra económica, que induzca al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, las operaciones psicológicas acrecentarán el resentimiento de la población contra el régimen, y las de tipo militar darán al movimiento popular un arma de acción para el sabotaje y la resistencia armada en apoyo a los objetivos políticos”.

Estados Unidos sueña con ejecutar en Cuba el mismo plan que aplicaron en Venezuela y en 2018 contra Nicaragua, donde empezaron por supuestas protestas y terminaron empleando una violencia criminal contra todos los que apoyaban a sus gobiernos, incluso quemaron vivos a policías y simpatizantes, hechos apoyados por la curia católica y que no fueron condenados por la Comisión de derechos humanos de la ONU.

Por eso dijo José Martí:

“La vergüenza se ha de poner de moda y fuera de moda la desvergüenza”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Columna
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