Mariana Monteagudo Fonseca* - Alma Mater / Cubainformación.- Para Marvel Melero León, ciudadana española, pero nacida y criada en el archipiélago cubano, conocer sobre la situación crítica de Cuba con la COVID-19 le causó una angustia que pesaba en su pecho. No han transcurrido más de tres meses desde aquel julio en el cual Matanzas vio su momento más oscuro como epicentro de la pandemia. Sus miedos se agravaron con las noticias sobre las manifestaciones que ocurrieron en ese entonces. Al igual que la preocupación a que aflorara la violencia entre cubanos. Por otra parte, no puede evitar recordar cuando colapsó el sistema sanitario en Europa y Cuba, con un mayor control de la pandemia en el momento, envió brigadas médicas como apoyo.
Aquel principio de julio, azotados por una grave escasez de alimentos, insumos médicos e incluso capacidades en los hospitales, pareciera imposible ver el final del túnel. Sin embargo, en momentos de crisis, como el que ahora recordamos, también brilla el valor humano. Están aquellos que enfocan su trabajo y esfuerzo en ayudar al necesitado. Así como cubanos y cubanas de distintas provincias se vieron conmocionados por la situación de la comunidad matancera, muchos compatriotas repartidos en el mundo brindaron su apoyo incondicional.
Hace más de veinte años que Marvel trabaja en España. Ahora vive en San Sebastián. Ella arrastra la “z” donde hay “s” y dice “os” en lugar de “les”, pero insiste a sus conocidos que no ha perdido su cubanía. Aquí atesora sus preciados recuerdos de juventud. Sus amistades que hoy considera familia y rincones que le traen calidez al corazón. Por ese amor a su Isla, se le hizo impensable quedarse de brazos cruzados mientras se acumulaba la cifra de decesos.
Junto con su madre, Magui, investigaron sobre vías eficientes para hacer llegar donativos al país, a la vez que hacían correr la voz entre conocidos. El objetivo era acumular la mayor cantidad de insumos posible. Pero nunca imaginaron a qué nivel germinaría lo que empezó como una iniciativa familiar.
Las amistades cultivadas, durante sus años en España, se convirtieron en un sólido pilar para la consolidación de este proyecto. “Gracias a Marta Díaz, una gran amiga que guarda muy buenos recuerdos de Cuba y de La Habana, pudimos contactar con un familiar suyo que trabaja en el aeropuerto. Él comentó que conocía a un empleado de una aerolínea y que hablaría con él sobre cómo podían ayudar. En ese momento todavía no existía la apertura para llevar todos los pesos que uno quisiera para Cuba. Pero él nos ofreció la posibilidad de enviar cinco paquetes de veinte kilos cada uno con medicamentos”, explica Marvel. Ya tenían resuelta la transportación.
Aunque reconoce que el papel de este hombre fue clave para solidificar el proyecto, mantiene su nombre en el anonimato. Él no está autorizado a tomar este tipo de acciones, que podrían costarle su trabajo y sustento. No obstante, priorizó la decisión que, aunque riesgosa, podía salvar miles de vidas.
Tampoco revela el nombre de la persona que ha aportado en mayor cantidad medicinas y material quirúrgico para hospitales. Se trata de alguien que anteriormente se ha manifestado contraria al gobierno revolucionario cubano. Pero para quien los desacuerdos políticos no justifican ignorar el dolor de la tierra natal.
“En su momento conversamos y le dije que no compartíamos los mismos principios, pero si ella tenía esos valores humanos y de solidaridad, podríamos colaborar sin ningún problema para tratar de ayudar a la gente de nuestro pueblo. A ella le pareció bien. Entre nosotras no ha mediado ningún tema político. Siempre ha sido respetuosa y muy colaboradora”, afirma la iniciadora del proyecto.
Aún le resulta increíble la manera en que el mensaje se propagó. Pronto correos de personas que desconocía invadían el teléfono de Marvel, deseando sumarse a la colecta de donaciones. Incluso, se unieron instituciones como la Iglesia Española Reformada Episcopal Parroquia San Basilio y la Catedral del Redentor. Fueron algunas de las que cooperaron con la recaudación de donativos y dinero.
Menciona con afecto a su amiga Patricia Caunedo, residente en Valencia, quien también se encargó de reunir dinero para comprar medicinas. Además, gracias a los contactos que tenían miembros de la iglesia con algunos hospitales matanceros, fue posible satisfacer las demandas de los materiales específicos que requerían.
Y fueron precisamente a Izett y los demás voluntarios del Centro, a los que se les presentaron las mayores trabas:
“Cuando el material llegó a La Habana, tardó más de diez días para ser autorizada su entrega a la organización. Aun cuando habíamos preparado los listados correspondientes con las cantidades de medicamentos, las dosis, el año de caducidad, la fecha, la farmacéutica que los produce, quiénes eran los donantes y demás datos, todo se complicó. Fue realmente frustrante la espera hasta que se resolvieran las cosas, porque había mucha gente ilusionada por la llegada de los donativos.
Gran parte del material era dirigido a los hospitales de Matanzas, que en ese momento eran los más críticos, y por un tema de, quizás, falta de coordinación u otro motivo que desconozco, la situación no caminaba como queríamos. Esto también constituyó un gasto de energía y recursos tremendos, ya que todos los días los voluntarios se movían hasta el aeropuerto para recoger los paquetes. Por suerte, aunque demoró, todo se resolvió al final”.
Marvel comenta, además, lo conmovida que se sintió cuando le enviaron las fotos de los donativos agrupados en la guagua y siendo entregados, finalmente, a centros de salud como el Faustino Pérez y el hospital de Cárdenas. Recuerda con especial cariño una fotografía del atardecer de aquel día que le envió Izett como “el regalo que tenían de Dios por cumplir esa misión tan humana”. Para ella, el mérito del Centro en esta iniciativa es inmensurable.
Aunque concluyó este primer viaje, Marvel sigue mencionando nombres, temerosa de no dar el crédito correspondiente a su trabajo. También asegura que no será la última misión del grupo. Todavía se puede hacer mucho más. Es esta clase de pensamiento nuestra mejor arma contra la COVID-19, buscar los medios para ayudar en lo posible y tomar acción en aras de lograr mejorías desafiando, incluso, las fronteras.
* Estudiante de primer año de Periodismo, Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana.