Paco Azanza Telletxiki - Cubainformación - Baraguá.- Casi siempre que se habla de Ernesto Che Guevara se hace para destacar sus cualidades como guerrillero, su paso por el ministerio de industria, así como por la presidencia del Banco Nacional de Cuba. Se conoce, también, su entrega y ejemplo en el trabajo voluntario, aunque de esto quizás se hable menos. Es por eso que hoy, 9 de octubre, cuando se cumplen 54 años de su caída, de su asesinato en la hermana Bolivia, voy a referirme a esa faceta del Che.
El Guerrillero Heroico siempre predicó con el ejemplo, allá donde estuvo desempeñando su importante labor siempre exigió, pero antes que a nadie se exigió a sí mismo. A pesar de las múltiples tareas que tenía como dirigente, el Che hizo para consigo una obligación la asistencia cada domingo a los trabajos voluntarios; allá estaba en primera línea cada madrugada para ejercerlo y contagiar su entusiasmo a toda la gente que en ellos participaba.
Principal precursor en Cuba de dichos trabajos, los consideraba como una actividad creadora de conciencia. Y eso sucedió desde el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959.
Guevara insistía en la importancia que tenía el trabajo en la sociedad cubana. Igualmente, consideraba importante que los que ocupaban cargos de dirección en los organismos llevaran a cabo jornadas de trabajo voluntario en centros de producción y servicios o áreas agrícolas.
En realidad, esta práctica cubana tenía sus antecedentes en Moscú. Allá, Lenin ya los realizó en la Plaza Roja durante los sábados. A estos se les llamó Sábados Comunistas (Rojos).
El Comandante Guevara acumuló muchas horas, pero es que, además, no pocas de ellas las invirtió desempeñando los trabajos más duros y complicados. En 1959, por poner un ejemplo, participó muy activamente en la construcción de la que sería Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos. Esta se construyó para los y las niñas de la Sierra Maestra. Allá se le vio al Guerrillero Heroico no pocos domingos tirando placas de cemento, picando piedras, poniendo ladrillos y cargando material en la carretilla, a pesar de sus muchas responsabilidades en la dirección del país y el padecimiento de su asma.
No por gusto, Fidel dijo de él que “fue un trabajador infatigable, en los años que estuvo al servicio de nuestra patria no conoció un solo día de descanso”. Y añadió: “Los días reglamentarios de descanso los dedicaba al trabajo voluntario”. Esto lo expresó el Comandante el 18 de octubre de 1967, durante el emotivo homenaje que el pueblo le rindió en la Paza de la Revolución José Martí de La Habana.
A nadie le debe de extrañar que hoy, tantos años después de su desaparición física, al Guerrillero Heroico se le siga queriendo tanto en la Isla irredenta. Pero, sobre todo, que continúe siendo referente imprescindible en el diario acontecer de la Revolución Cubana.