Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Cualquier persona que lea algunos diarios y sitios digitales, encontrará noticias de Cuba que son falsas o tergiversadas, para crear matrices negativas contra la Revolución que tanto amargor causa en los Estados Unidos, desde que en 1958 no pudieron impedir su triunfo.


Cientos de miles de dólares se desperdician anualmente para dirigir mensajes y noticias falsas respecto a la situación interna en la Isla, pero jamás mencionan las inhumanas leyes que aprietan el cuello del pueblo cubano, como son:

Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, sección 5.b; Ley de Cooperación Internacional de 1961, sección 620.a; Regulaciones al Control de los Activos Cubanos de 1963; Ley para la Democracia en Cuba de 1992, conocida también como Ley Torricelli; Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubanas de 1996, (Ley Helms-Burton) y la Ley de Sanciones Comerciales e Incremento del Comercio de 2000.

Estas Leyes no son propaganda comunista como suelen llamar a los reclamos de Cuba, son el verdadero amasijo legal que persigue el comercio y las transacciones financieras para impedir su desarrollo económico, solo por no dejarse pisotear y defender su soberanía.

Para intentar destruir el socialismo malgastan anualmente no menos de 20 millones de dólares, al financiar proyectos subversivos a través de la NED, la USAID y otras Organizaciones No Gubernamentales, que abastecen a los grupúsculos contrarrevolucionarios que viven del cuento de ser “opositores”, sin sudar la camisa.

 

En 62 años no han podido lograr una verdadera oposición política con apoyo popular, a pesar de la preparación y financiamiento que les brindan, pues la obra de la Revolución, aunque imperfecta, le da al pueblo lo que el sistema capitalista no es capaz de entregar y por eso son las protestas masivas y los millones de emigrantes que buscan mejorar de vida en naciones del llamado primer mundo, huyendo del capitalismo y no precisamente del comunismo.

En su empeño contra Cuba los yanquis aprovechan las posibilidades que brindan las redes sociales para intoxicar a los jóvenes, y por eso apuestan por fabricar algún cabecilla que sea capaz de movilizarlos y así fue el más reciente caso de Yúnior García, actor seleccionado por agentes de la CIA enviadas a la Isla a buscar, en el medio artístico-intelectual, personas con carisma que pudieran cumplir las tareas previstas.

La idealizada marcha que planificó este personajillo, se convirtió en sal y agua, a pesar de la maquinaria propagandística con la que intentaron magnificarla internacionalmente, pero una vez más fracasaron, porque se lanzan a gastar dinero con el primer pela gatos que les haga creer que es un “disidente”, con posibilidades de organizar una oposición contra la Revolución.  

La marcha contrarrevolucionaria no se llevó a cabo ni el día 14, 15 o el 20 de noviembre y la causa no fue porque el gobierno sacó los tanques y el ejército a las calles, pues en Chile, Colombia y otros países el pueblo se enfrenta a esas fuerzas porque tiene razones para protestar, sino porque no se puede fabricar una oposición contrarrevolucionaria con un poco de dinero y campañas mediáticas, cuando los cubanos saben que se juegan su independencia y soberanía, si el país vuelve a caer en brazos yanquis.

Muy diferente a eso fue la demostración a la Revolución de la magnífica marcha de jóvenes habaneros, efectuada el pasado 27 de noviembre 2021, cuando los estudiantes de medicina y de otras carreras universitarias, salieron desde la Universidad de La Habana hasta el monumento que recuerda el vil fusilamiento de 8 inocentes estudiantes de medicina, cuando España era dueña de la Isla, marcha silenciada por órdenes del régimen de Joe Biden, al prohibir que sus agencias de prensa y otras europeas la reflejaran en sus noticias, prueba irrefutable de la falta de libertad de prensa.

La rabia por esa grandiosa marcha de cientos de miles de jóvenes que llenaron decenas de cuadras capitalinas, dio como resultado que Estados Unidos adicionó una nueva sanción a Cuba, con la prohibición de entrada a ese país de nueve oficiales cubanos de alto rango de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior, supuestamente involucrados en la falsa represión de los inventados “activistas” que querían manifestarse contra el gobierno, el 15 de noviembre, no se efectuada porque quien la convocó se marchó subrepticiamente hacia España, decisión preparada de ante mano con apoyo de esa embajada en La Habana.

 

En un intento desesperado por desviar la atención internacional sobre la marcha en apoyo a la Revolución, Antony J. Blinken, Secretario de Estado yanqui, lanzó un comunicado de prensa para ridículamente recordar el plantón del 27 de noviembre del 2020, que ellos instigaron a través de su agente Tania Brugueras, artista plástica que sostiene colaboración con la CIA desde hace décadas, provocación de la que nadie se acuerda en Cuba, por no alcanzar sus ilusas intenciones de crear un movimiento opositor en el sector artístico y aquellos que se dejaron arrastrar por el engaño y la manipulación, rápidamente se alejaron de ella al conocer la verdad que se escondía detrás de la protesta.

Blinken, en su retórica gastada y machacona, calificó de “histórica”, aquella manifestación frente al Ministerio de Cultura, pero no mencionó el amplio desfile de los jóvenes cubanos que invadieron las calles habaneras el 27 de noviembre del 2021 y por eso en Cuba nadie cree en los yanquis.

Los millones de dólares malgastados anualmente por Estados Unidos, no pueden comprar la conciencia de un pueblo que aprendió a leer, escribir y pensar, conoce la historia y lo que sucede hoy en el mundo, donde la pobreza aumenta por horas, los muertos por enfermedades curables son resultado del capitalismo, las mujeres no son dueñas de sus cuerpos ni pueden decidir sobre un embarazo no deseado, los negros discriminados y los jóvenes no ven la luz al final del túnel y huyen por millones de un sistema inhumano, mientras Cuba, a pesar de tantas sanciones yanquis, controla la Covid-19 con vacunas propias creadas por sus científicos.

Esa es la realidad que Estados Unidos no quiere ver ni deja que otros la conozcan, pero como expresó José Martí:

“Las verdades reales son los hechos”

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