Andrés Marí - Cubainformación / Fundació Vivint.- Desde hace unos años paso largos meses en Ottawa, Toronto y hace muy poco en Barrie, una bella ciudad frente al lago Simcoe. A esta se ha mudado mi hija a una casa preciosa en medio de una naturaleza igualmente espléndida… Hasta hace muy poco vivía en edificios altos de construcción normal y de convivencia más o menos bien. Ahora todo cambió y del anterior ‘más o menos’ ha pasado a vivir en una ‘envidiable’ casa dentro de otra ‘envidiable’ urbanización donde todo es más suntuoso y no tienen vecinos pegados a sus paredes. Y debo apuntar que tuvo suerte en estos ‘envidiables’ aspectos, pues, a pesar del enorme territorio de Canada, ya estas urbanizaciones en pleno monte hermoso y acomodado, van pasando a ser rascacielos horizontales y con las casas prácticamente pegadas y con aquellos ‘más o menos’ de la convivencia en los edificios altos, pero nunca tan seguras como los últimos.
Llegué a Barrie a principios de julio de este 2021. Soy un gran amante de la naturaleza canadiense, excepto de los inviernos que, a veces llegan a los 40 grados bajo cero y, anulan o visten todo con el único color de la nieve…
A pocos días de la llegada, me llega al móvil un aviso urgente de tornado en el lago…, no tan cerca de la casa, pero lo suficiente para ver volar sillas y mesas en el amplio patio donde recién disfrutaba del techo de árboles que lo cubre… ¡Estar allí fue preguntarme cuándo volaría la casa completa y si el sótano en realidad era una verdadera protección! Después de ver por la tv los desastres en las azotadas partes de Barrie, volví a pensar que la vida es mucho más importante que la suntuosidad -muy frágil- de la casa y las otras bondades naturales que se rompen ante un simple tornado en el verano y los enormes fríos del invierno sin colores.
Ante los tornados que arrasaron hace 4 días diversas partes de 3 Estados en EEUU, ver los espeluznantes daños ocasionados y saber que bajo las maderas y plásticos de las casas había más de 100 muertos, vuelvo al mismo pensamiento escrito antes. No obstante, la gente que queda viva vuelve a levantar sus casas de 2 o 3 plantas para disfrutar, con toda naturalidad, lo que el mercado y las formas de imponerse y ser aceptadas les dicen: todos tenemos derecho a la suntuosidad, aunque sea demasiado frágil y mucho más falsa para unos que para otros.
Buscando una información más técnica, me dicen que la madera resulta el aislante perfecto ante las bajas temperaturas… También que en una semana puede terminarse un Palacio de Versalles… E igual que todos los materiales son mucho más baratos… Y que… cada cual elige su forma de vivir y de morir en los Estados de Derecho de EEUU y de Canadá… En definitiva, les sobran las luces de los Renos para celebrar felices, en el mar blanco de sus inviernos, la Navidad, y hasta otro sacrificio...