Andrés Marí - Cubainformación / Fundació Vivint.- ¡Ay, mundo, qué has hecho de nosotros! ¡Cuántas esperanzas crearon en todos los pueblos del planeta las palabras de Juan Pablo II y Fidel Castro durante la visita del Papa a Cuba en 1998! Fue un llamado a la “La globalización de la solidaridad, al ecumenisno, a la cooperación que muchos políticos y oligarcas económicos y mediáticos no entendieron al cerrar 'aparentemente' la Revolución de Octubre e insistieron en ahogar a Cuba mientras la isla, en pleno proceso de cambios, se resistía a que le desaparecieran sus grandes conquistas sociales e implantara el negocio con todo y no solo con la pequeña empresa.
¡No! Ellos lo querían todo, incluso hasta hicieron ofertas con “el amor a las madres”. Nada lo querían ni lo aceptaban independientes del negocio. Es que nunca se enteran de que el corazón y la chispa de los cubanos -como los de cualquier otro pueblo-, saben distinguir entre comerciar -algo que depende, como mínimo, de dos personas-, y el amor, que solo vive en el alma de cada persona y fructifica exitosamente cuando es aceptado por otra alma que lo espera. Así, con enorme sencillez, comercio y amor nunca significan lo mismo.
Nunca sucedieron las célebres palabras de Juan Pablo II: "Que Cuba se abra al mundo con todas sus magníficas posibilidades, y que el mundo se abra a Cuba”. ¡Qué distinta es la Cuba de 1998 a la Cuba de hoy! Cada vez, Cuba se abre más al espantoso mundo del negocio lucrativo para unos pocos y al sufrimiento insoportable para la mayoría. Más o menos como en cualquier otro país, aunque aún Cuba se resiste a entregarse entera ‘al camino Yeltsin’, que fue y sigue siendo la única verdad que el mundo le abrió y le mantiene abierta a Cuba y como Cuba no la acepta, pues, no pasa nada: con más agresiones y bloqueos terminará aceptándola y en eso andan los cubanos pasándola mal...
Ni porque en la ONU Cuba obtenga años tras año el apoyo mundial al fin del bloqueo de EEUU, ni porque el prestigioso presidente mexicano, AMLO, llame a “A la Resistencia de Cuba un Patrimonio de la Humanidad”, nada cambia...
Ni para Cuba, ni para Rusia, ni para Ucrania, ni para los otros pueblos de aquella órbita e incluso de muchos otros fuera de ella, “El camino Yeltsin'' puede significar alguna salvación. Con los de ‘la órbita’ se buscó destruir todo lo mejor de su pasado y cantar su extinción. Solo se le vieron sus males, como si muchos de ellos no existieran también en 'los vencedores' y que, cada vez, para la mayoría de los que sin haber ganado nada con aquella ‘victoria’, sucumbieron al hechizo de cantarla y su canto fue hecho trizas por los que aumentaron sus bienes a partir de la mayor manipulación de una realidad.
En definitiva, para Yeltsin siempre fue prioritaria su embriaguez y mientras vivió entregó a los negociantes su país y asunto concluido… Y esta es hoy, no solo la tragedia de Rusia y Ucrania, sino la de todo el mundo que creyó con el estadounidense Francis Fukuyama que la historia había acabado…