Paco Azanza Telletxiki - Cubainformación - Baraguá.- En relación a la guerra que se vive estos días en Ucrania, la creencia generalizada es que la comenzó Rusia. Craso error por parte de la gente honesta que se lo cree; mayúscula mentira de quienes, de manera interesada, transmiten la versión de que fue así.


UNO. La Asamblea General de las Naciones Unidas se ha pronunciado acerca del ilegal y genocida bloqueo que, hoy hace más de 60 años, Estados Unidos mantiene contra Cuba. Lo ha hecho desde 1992, y el mundo lo ha rechazado de manera rotunda.

DOS. De acuerdo a los preceptos de la Convención de Viena, el bloqueo es ilegal. Según los tratados de 1948 y 1949, suscritos también por Cuba y Estados Unidos, el bloqueo de alimentos y medicinas, aún en tiempos de guerra, es delito y debe ser sancionado.

La Carta Magna de Naciones Unidas no contempla ningún derecho a veto, ya que no menciona para nada la regulación del Consejo de Seguridad. En todo caso, lo que determina es la igualdad —siempre inexistente— de todas las naciones, y además prohíbe el uso de la fuerza militar a no ser que vaya en interés de todos los países miembros. Por otra parte, el bloqueo yanqui contra Cuba es genocida, porque así lo establece la Convención para la prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de Ginebra de 1948.

TRES. Según estimaciones realizadas en julio de 2021, a precios corrientes, el bloqueo estadounidense ha provocado perjuicios por más de 147.853 millones de dólares a los diferentes sectores del país, y en su valor en oro ascendió a un billón 377 millones.

CUATRO. El motivo de su puesta en marcha no fue otro que causar hambre y desesperación a la población revolucionaria, para de esa cruel manera enfrentarla a sus dirigentes con el ánimo perverso de derrocarlos. Documentos desclasificados en 1991 así lo certifican: “No existe una oposición política efectiva en Cuba; por tanto, el único medio previsible que tenemos hoy para enajenar el apoyo interno a la Revolución, es a través del desencanto y el desaliento, basados en la insatisfacción y las dificultades económicas. Debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible para debilitar la vida económica de Cuba. Negar dinero y suministros a Cuba para disminuir los salarios reales y monetarios, a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”. Estas palabras fueron expresadas el 6 de abril de 1960 por el entonces secretario de Estado Adjunto para los Asuntos Interamericanos, Lester Dewitt Mallory, durante una reunión dirigida por el presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower.

CINCO. Eisenhower siguió al pie de la letra las citadas recomendaciones de Lester Dewitt Mallory. El 6 de julio de 1960 redujo la cuota de importación de azúcar cubano. El 30 de octubre del mismo año prohibió todas las exportaciones a Cuba, excepto comestibles y medicinas. Y finalmente el 16 de diciembre, también de 1960, redujo a cero la importación de azúcar cubano. Mientras tanto, asesorado por la CIA, en su cabeza se desarrollaban los planes de la invasión mercenaria por playa Larga y playa Girón. El presidente que le reemplazó, John F. Kennedy, se encargó de continuar con los planes de su predecesor, materializando —aunque sin éxito— la citada invasión el 17 de abril de 1961 y ordenando el bloqueo económico total de la Isla el 3 de febrero de 1962.

SEIS. Tras el triunfo de la Revolución y desposeídos de sus perversos privilegios en tierra ajena, los imperialistas yanquis pensaron que, al igual que en sus ridículas películas Hollywoodenses, aún podían escribir un nuevo guión que les permitiera materializar sus parásitas ambiciones. Pero se equivocaron, porque Cuba ya había decidido revolucionar el podrido sistema sociopolítico existente hasta 1959, y la valiente decisión no fue el capricho temporal de un puñado de locos, sino la legítima y acertada determinación de todo un pueblo.

Pasado un tiempo, los imperialistas se dieron perfecta cuenta de que con el bloqueo causaban daño infinito al rebelde pueblo cubano, pero también llegaron a la conclusión de que, por inhumana que fuera, su obcecada política jamás serviría para rendirlo. En cualquier caso, lejos de derogarlo, decidieron mantenerlo y endurecerlo hasta límites insospechados. A día de hoy, el duro castigo que desde hace más de cinco décadas todavía mantienen contra Cuba —cerca del 80% de su población nació con el bloqueo—, no puede obedecer a la esperanza de que aún puedan “recuperarla”, sino al sentimiento de odio y venganza de un imperio que, decadente, se siente humillado y herido por no haber podido doblegar al pequeño país que, durante casi sesenta años y siempre mediante la fuerza, mantuvo a sus pies.

SIETE. En 1992, con un George H. Bush ya a la baja, se aprobó la Ley Torricelly —oficialmente Ley para la Democracia Cubana—. Y en 1996 William Clinton puso en marcha la Hemls-Burton —Ley para la Libertad y la Solidaridad Democrática Cubana— con efectos extraterritoriales. Obsérvese qué dos maneras más falsas e insultantes de denominar a las citadas leyes.

OCHO. He aquí algunos ilustrativos ejemplos de cómo el ilegal y genocida bloqueo afecta negativamente a la población cubana: Un día de bloqueo equivale a 139 ómnibus urbanos; una semana a 48 locomotoras; tres semanas a los materiales para terminar la autopista nacional de Cuba; cinco minutos a los materiales para construir una vivienda de dos cuartos; tres días de bloqueo equivalen a la impresión de todos los libros de texto de un curso escolar; tres días a los lápices, libretas y demás materiales docentes de un curso escolar en Cuba; dos horas a todas las máquinas braille que se necesitan en toda la Isla; cinco horas de bloqueo equivalen a los dializadores anuales para todos los pacientes; doce horas a toda la insulina anual necesaria para los 60.000 pacientes de Cuba…

NUEVE. Los gobernantes estadounidenses y muchos enemigos de la Revolución han asegurado durante décadas que el Gobierno cubano no quiere que se elimine el bloqueo, porque le sirve de excusa para justificar los problemas no resueltos y “encubrir sus fracasos”. Tamaña desvergüenza y tamaña estupidez. Si de verdad hubiesen creído en sus ridículas palabras, ¿por qué hasta el momento ninguna de las administraciones yanquis lo ha eliminado?

DIEZ. Tras las aperturas de las embajadas, con Barack Obama como presidente, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba fueron algo más distendidas. Después de tantos años, el Gobierno estadounidense reconoció su fracaso en el intento de doblegar a la población cubana, pero continuó con la idea de retomar el control de la isla.

Llegó el republicano Donald Trump, y endureció el bloque a la Isla irredenta aplicando más de 250 nuevas medidas que el demócrata Joe Biden las ha mantenido. Está claro que el Gobierno estadounidense actual, y los próximos, continuarán con el perverso propósito de intentar hacerse con lo que no les corresponde. No deberían hacerse demasiadas ilusiones, sin embargo.

Ya han pasado 12 inquilinos por la Casa Blanca desde que, el primero de enero de 1959, fuera derrocado Fulgencio Batista, el último presidente títere y pro yanqui —con Joe Biden serán 13—. Por si no se han dado cuenta, después de más de 63 años gobernándose a sí mismo, en la tierra de Fidel y de Martí encontrarán a un pueblo mucho más culto y digno que, armado de sobradas razones y argumentos, sabrá defender su Revolución socialista.

 

(Baraguá)

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