Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- El gobierno norteamericano y sus agencias de inteligencia fomentaron la campaña contra Cuba el pasado mes de noviembre 2021, para que el pueblo saliera a las calles en una marcha supuestamente pacífica, convocada por su marioneta Yúnior García, cabecilla del grupito nombrado Archipiélago, a pesar de que las autoridades cubanas le negaron el permiso y fuera advertido oficialmente de la violación que cometería de llevarla a cabo. El interés era repetir las acciones cometidas en el mes de julio.


De inmediato la prensa extranjera y los sitios en las redes sociales al servicio de Estados Unidos, lanzaron una cruzada mediática acusando a Cuba de limitar la libertad y otras cosas similares, en su añejo afán de satanizarlo todo, pues se sabía que el deliberado propósito era crear un desorden interno y alcanzar su añorado cambio de sistema, de ahí la insistencia en que se ejecutara.

Sin embargo, cuando se trata de una manifestación realmente pacífica en los propios Estados Unidos, como la que solicitaron organizaciones de la sociedad civil en apoyo a la Cumbre de los Pueblos por la Democracia, para el 10 de junio 2022 que sesionará de forma paralela a la Cumbre de las Américas, el Departamento de Policía de la ciudad estadounidense de Los Ángeles les respondió con una rotunda negativa y amenazas legales si la hacían.

Los organizadores de esa marcha en Estados Unidos no reciben el apoyo mediático ni el financiamiento de la Cancillería de Cuba y menos de sus diplomáticos en la embajada en Washington, como hicieron los yanquis y su misión en La Habana con Yúnior García y otros contrarrevolucionarios a su servicio.

Ante esa negativa, ni la Unión Europea y las principales agencias de prensa, acusan a la Casa Blanca de violar los derechos constitucionales contemplados en la primera enmienda de su Constitución, y de pisotear los derechos a la libertad de expresión, como ya denuncian la plataforma The People’s Forum y la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes, grupos que convocan a la manifestación y aseguran hacerla de todas formas.

Veremos entonces a la policía yanqui reprimir violentamente a los manifestantes, encarcelarlos y sancionarlos, sin ser condenados por la OEA, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y menos por el Parlamento Europeo, quienes forman una dramática alharaca para condenar a Cuba por sancionar a dos delincuentes comunes, respaldados por los yanquis, mientras hacen silencio cómplice ante la detención en el Reino Unido del programador y ciberactivista australiano Julián Assange, fundador de la plataforma WikiLeaks, donde se publican de forma anónima documentos sensibles de interés público.

Similares actitudes mantienen respecto al secuestro y traslado a Miami del diplomático venezolano Alex Saab, acción violatoria de las leyes internacionales, en prueba de la prepotencia imperial.

Ambos se enfrentan a desmedidas sanciones, como respuesta al desafío que asumieron ante las de las políticas criminales de Estados Unidos, pero los yanquis y sus aliados se desgastan en acusar a Cuba por detener y sancionar a los asalariados de Washington que comente delitos comunes, aunque los quieran disfrazar a la carrera de “presos políticos” y de “artistas” sin aval alguno.

Así actúan quienes invaden países, masacran a civiles inocentes y saquean sus riquezas, experimentan con seres humanos, torturan a los detenidos en cárceles secretas, sin permitir acceso a familiares ni a un abogado para defenderlos, encarcelan y condenan a niños, además de mantener la pena de muerte como sanción, incluidos menores de edad, sin jamás ser sancionados, para después argumentar cínicamente que lo hacen para “defender” los derechos humanos.

Siempre recordamos a José Martí cuando afirmó:

“Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar”

 

 

 

 

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