Flor de Paz - Cubaperiodistas / Cuba en Resumen / Cubainformación.-Este viernes 26 de agosto falleció Hugo Rius Blein, Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida.La entrevista que sigue tiene poco más de cinco años de realizada. De ella emergió (y viceversa) una cápsula televisiva que hemos colocado al final del texto. Con ella, la Unión de Periodistas de Cuba recuerda su vida y su dedicación al periodismo.
Hay una foto en la que Hugo Felipe Rius Blein está montado sobre un camello, delante de la Gran Esfinge de una de las pirámides de Guiza, en Egipto. En 1953, exactamente diez años antes del momento que registra la instantánea, las había contemplado a través de un View-Master (visualizador de diapositivas en tercera dimensión) que le habían “traído” los reyes magos. Pero el artilugio venía en solitario, sin ninguno de aquellos discos de cartón y pequeñas ventanitas por donde asomaban las imágenes transparentes. Para comprarse el primero, reunió 50 centavos, moneda a moneda. Y en una tiendecita, ubicada en San José entre Galiano y Águila, en el corazón de La Habana de entonces, eligió el “compacto” de los paisajes egipcios ¿Prenuncio o suerte? Para Rius Blein, la encomienda inicial que le hicieron en Prensa Latina: ser corresponsal de la Agencia en el mítico país del noroeste de África.
—Lo deseé, pero fue la vida quien me llevó allí. Y si vas a El Cairo, tienes que ir a ver las pirámides y montarte en un camello.
Delante de la Gran Esfinge de las Pirámides de Guiza, Egipto, 1963. Foto: Archivo del entrevistado.
Hugo nació el 23 de agosto de 1940 en el barrio habanero de Luyanó, donde también se hizo adulto. De su padre, Ramón, lector de tabaquería, de ascendencia catalana, heredó un apellido (significa ríos) con el que tiene poca suerte para que se lo escriban bien. El legado por la madre, Mercedes, despalilladora de oficio que se dedicó a atender a sus hijos en casa, es una variación del original Bleu. Ella era nieta de una mujer negra de vientre libre del siglo XIX que adoptó el Blen (erróneo) de sus dueños. Y después, cuando Hugo, el segundo de una prole de dos, sacó por primera vez su inscripción de nacimiento, supo que lo habían apuntado como Blein, y con este se quedó. Ramón y Mercedes tuvieron descendencia entre la cuarta y quinta década de sus vidas, “fueron gente muy humilde y me dieron mucho amor”.
—Corre en mis venas sangre de negro, de los culíes chinos[i] y de catalán. Mi abuela materna fue una mezcla de negra con chino.
Cuando ya pudo leer y escribir, fue el momento más importante de la infancia de Hugo. “Porque sin estar alfabetizado no conoces el mundo, no conoces la vida, no vas a crecer”. Después, recuerda especialmente los días de cumpleaños, por el empeño de sus padres en hacerlo sentir halagado, feliz; y las nochebuenas y esperas del año nuevo, horas en que la familia se reunía en torno a una mesa apoderada del apego y la sencillez.
De la adolescencia, no olvida que fue el mejor expediente del curso en la escuela superior. Esa condición le permitió ganarse una beca y prepararse para ingresar en la Normal para Maestros, en una época en que también logró compartimentar estudios con la Escuela Profesional de Periodismo Márquez Sterling. Más tarde, a los 29 años, se hizo Licenciado, y luego de un largo período en la docencia periodística, Profesor Titular y Máster en Ciencias de la Comunicación. Porque maestro y periodista ha sido siempre.
¿Su vocación por el periodismo? Viene del oficio de Ramón, su padre, quien todos los días llegaba a la casa con una montaña de periódicos y un lápiz rojo y azul para marcar lo que consideraba importante comunicar a los tabaqueros. El pequeño Hugo le acompañaba y vivía intensamente ese ejercicio cotidiano. Así nació en él un sentimiento de aprecio al papel, al efecto de la trasmisión de una noticia.
—Yo percibí que los periódicos eran muy importantes, como la comida y el agua.
Un artículo en el que pugnaba porque Cuba tuviera una marina mercante nacional, en un periódico mimeografiado que hizo en la Escuela Superior fue su primera aventura periodística; tenía catorce o quince años. En la Normal, creó el estudiantil Horizonte, que solo alcanzó una o dos tiradas. Durante su etapa en la Márquez Sterling también sacó un pequeño periódico, hasta que colaboró con los de verdad: Hoy, El Mundo, Revolución, Juventud Rebelde y Granma.
En el transcurso de los últimos años de la década del 50, y como parte de la juventud masónica (Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad), Hugo se vinculó con algunos hermanos, “que es como le llamábamos entonces” incorporados al Movimiento 26 de Julio. Y así, desempeñó algunas tareas en el campo de la propaganda; entre ellas, enviar proclamas a los militares de Batista en las que se les alertaba que la tiranía no iba a durar mucho, que tomaran una posición social en la vida. También, iba a las casas de algunos miembros de la clandestinidad de las provincias que habían tenido que salir huyendo, para informar a sus familiares sobre ellos y recogerles ropas y otros artículos que habían dejado atrás.
—Igual le llevaba alimentos a los presos del Castillo del Príncipe, de mi propia logia, donde se recolectaba el dinero posible. Son las pequeñas tareas, que cumplí en la lucha contra la tiranía, a mi juicio pequeñas, pero con mucho compromiso.
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Tiene casi 78 años y ha dedicado su vida al periodismo. Recuerda sus inicios, en 1962, en la Agencia Prensa Latina (PL), con la mirada sostenida y cadencia reflexiva. “Entonces todavía era un proyecto de periodista, pues solo tenía 22”. Y así, puesto sobre décadas de experiencia profesional, suele explicar a sus alumnos de la asignatura optativa Periodismo Internacional, que aún, a los treinta años se es apenas una promesa y a los cuarenta es cuando uno sabe si realmente es periodista.
—Sin descartar que haya precocidades. Pero si las precocidades no asumen un valor fundamental: la humildad, pueden perderse por el camino.
En callejuelas de Argelia, 1964.
Por eso califica de prematura su labor como corresponsal de PL en Egipto, apenas un año después de entrar a la Agencia; aunque se enorgullece de haber puesto en esa faena toda su voluntad y conocimientos para hacer el trabajo lo mejor posible.
—Egipto fue un privilegio para mí. Me dio grandes oportunidades, como cubrir la fundación de lo que hoy es la Unión Africana, entonces Organización de la Unidad Africana. Su primera conferencia fue en Addis Abeba, Etiopía.
“Pude llegar hasta el palacio real y conocer y saludar al entonces legendario emperador Haile Selassie; el personaje real de El emperador, de Ryszard Kapuscinski. Estuve en la entrada del palacio donde Selassie solía tener un león vivo encadenado a un árbol”. Incluso, Rius Blein coincidió en Etiopía con el periodista polaco y fue testigo de algunas de las escenas que narra en su obra. “Y ahora soy un apasionado de los libros de Kapuscinski”.
Son alrededor de las tres de la tarde del cuatro de febrero de 2018. El set de la entrevista es el espacio real de trabajo de Hugo en su apartamento de la calle Línea, en el que la realizadora audiovisual apenas ha hecho cambios antes de filmar. Un buró estilo art decó, delante de un librero enorme de madera y cristal, identifica el sitio ambientado con plantas, fotos y diplomas enmarcados, artilugios para la escritura, pequeñas figuras talladas en maderas preciosas africanas y otros libreros y mesas, una de ellas para la computadora e ingenios disímiles asociados a la era digital.
Rius Blein habla pausado y en voz baja, sin mover demasiado las manos. No se inquieta por las cámaras que lo enfocan. No pierde el ritmo del discurso. No sonríe. Mantiene el tono de quien es dueño de una gran fortuna: las canteras de la cultura humana a las que ha podido acceder, sumergido como estuvo siempre en las rutinas de los mundos que conoció para intentar atraparlos en sus aprendizajes; o también en las fuentes de la lectura. “Igual que Ulises en su viaje a Ítaca. Llegó sin riquezas materiales, pero tiene la riqueza de las vivencias. Son huellas que se quedan contigo para siempre”.
A su esposa, María del Carmen Marín, con quien tiene dos hijos, Hugo agradece en el transcurso de la entrevista todo lo que él ha logrado en su profesión; por la tranquilidad con que ha podido hacerlo, por el amor y la paciencia que le ha tenido. “Este trabajo muchas veces implica una cuota de desatención y de renuncia al disfrute familiar, en pos de una tarea informativa. Hemos estado juntos en todas las corresponsalías; ella se ha involucrado en el trabajo y también ha conocido esos otros mundos.”
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En Argelia, su destino después de Egipto, la corresponsalía de PL estaba ubicada en una antigua casa de arquitectura morisca, que había sido la sede de la OAS (el grupo terrorista que trató de impedir la independencia de ese país), gracias al concurso del primer presidente Ahmed Ben Bella. Allí, una noche, apareció el Che, con el embajador cubano, que era el Comandante Serguera. Y esta es otra de las historias que guarda Hugo.
—Yo estaba de segundo periodista, aprendiendo de Gabriel Molina Franchossi, una figura importante del periodismo cubano. La fotografía me obsesionaba en aquel tiempo, al punto de que me pasaba horas en un cuarto-estudio revelando, además de hacer mi trabajo de corresponsal. Como fotógrafo fui el único que cubrió aquella segunda visita del Che a la nación norafricana. Las imágenes que tomé también fueron las únicas que publicaron los periódicos argelinos. Entonces, Molina esa noche decidió enseñárselas al Che. Él las revisó con mucho cuidado, y de repente preguntó:
—¿Quién las hizo?
Yo respondí, y me dijo:
—Mejor dedícate a estudiar economía.
Aquello me cayó como un jarro de agua fría, pero enseguida aclaró:
—Es que estoy muy gordo; no es culpa del fotógrafo.
Tiempo después descubrí que en el trasfondo de su comentario estaba la inconformidad con su físico, de cara a los proyectos guerrilleros que ya anidaba.
Como parte de esa conversación, el Che también le contó a Rius sobre la época en que tiraba fotos en El Zócalo, de México. “La gente pasaba y él las fotografiaba. Además, vendía, pequeñas virgencitas de Guadalupe. Y yo, en mi inocencia de la edad, le manifesté que perdía si tiraba la foto y luego no querían comprársela. Y él me respondió con picardía:
— ¿Y tú te crees que soy bobo? Primero yo hacía que tiraba la foto, y si me recogían el papelito les decía, espérate, que te voy a hacer una mejor, y era ahí cuando verdaderamente la tiraba.
“Molina y yo nos habíamos preocupado por hacer una pequeña biblioteca sobre África en un rincón de aquella casa en Adís Abeba; el Che la descubrió y se volvió loco con los libros que teníamos. Y, por supuesto, nos desvalijó el estante”.
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En el andamiaje de sus relatos, Rius Blein va colocando el tiempo y el espacio de su existencia, sustantivada por acontecimientos de valor universal de los que ha sido testigo, y por la diversidad de formas humanas de vivir apreciadas en buena parte del planeta, pero especialmente en el continente africano.
El I Congreso del ANC y la elección de Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica, es uno de los sucesos que coloca entre sus emociones significativas. “Era la primera vez que iba al país del apartheid y, además, en el momento en que el ANC ya no era clandestino, ya tenía carta de ciudadanía formal, porque real siempre la tuvo. Y ver emerger de cerca a ese gigante de la historia que fue Nelson Mandela, en una Sudáfrica sin apartheid, es una lección de lo que supone creer en una causa sin importar el sacrificio, las penalidades. Se cree en ella, se puede alcanzar el objetivo sagrado”.
De Etiopía, admira la amabilidad, el afecto y la lealtad de ese pueblo con los cubanos. “Al principio me abatió la miseria que encontré; pero luego, conocí la naturaleza de los etíopes, el respeto que tienen por las jerarquías, no sólo formales sino intelectuales y humanas”. Y ese fue el país donde más disfrutó de realizaciones profesionales.
Durante un recorrido con combatientes del Frente Polisario en zonas liberadas del Sahara, 1982.
Además de la fundación de la Unión Africana, en Etiopía, uno de los países más antiguos del mundo, vivió la revolución encabezada por Mengistu, la visita de Fidel, significativas conferencias de solidaridad y, por último, la llegada de los rebeldes cuando Mengistu huyó y el país entró en una situación de gran violencia y peligrosidad.
—Antes de ese momento, hubo un intento de golpe de estado y tuve la posibilidad de ser el primero en dar la noticia. Cuando mis colegas se decidieron a decirlo ya les habían cerrado las comunicaciones. Yo supe lo que pasaba por un niño vendedor de caramelitos y chiclets, al que siempre le compraba para ayudarlo. Estábamos cerca del Ministerio de Defensa y le pregunté en amhárico: ¿qué pasa? Él, en su pobre inglés me dijo que habían matado al ministro de Defensa. Y, efectivamente, lo habían matado. Por eso hay que respetar todas las fuentes.
También en Etiopía fue testigo del trabajo extraordinario de los médicos cubanos, de la presencia de combatientes de la Isla en la frontera y de su contribución a la defensa de la integridad del país frente a la agresión de Somalia.
—Ahí es cuando arrestan a Cardoso Villavicencio y se lo llevan para Somalia.
Y en 1988, cuando se logró romper el largo cautiverio en solitario del combatiente, es Hugo Rius uno de los dos primeros reporteros cubanos que lo recibe al pie de la escalerilla de un avión a su llegada al aeropuerto etíope de Dire Dawa.
Pero el vínculo de Rius con Etiopía es tan hondo que hasta tuvo la desdicha de cerrar la oficina de PL en Adís Abeba, cuando la Agencia entró en crisis en los años noventa, por los problemas económicos que sufrió Cuba. Entonces, se trasladó a Zimbabwe.
—Me dolió tanto que, años después, cuando se hablaba de reabrir oficinas en varios países dije: si piden un corresponsal para Etiopía, me voy con lo que tengo puesto. En ese momento yo estaba en la ONU (2000-2005), y la gente allí no me creyó. Pero la idea de volver al país del Cuerno africano tenía más valor para mí que quedarme en Naciones Unidas, sin que dejara de pensar que esta también era importante.
En la ONU le tocó cubrir acontecimientos dramáticos y significativos como la invasión a Iraq, en 2003, y las contundentes victorias de Cuba en las votaciones contra el bloqueo de Estados Unidos, y además tuvo que moverse en la ciudad sede en las restringidas 25 millas, bajo el muy hostil gobierno de Bush hijo.
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Para ejercer el periodismo Rius ha tenido la suerte de estar en diversos medios de comunicación. Por Prensa Latina, fue corresponsal en Egipto, en Argelia; en Etiopía, para el cuerno de África; en Zimbabwe, para el África Austral, y en la ONU y en Vietnam. Ahora es editor de la página web en inglés de PL.
—La Agencia me ha proporcionado el encanto de la inmediatez. Un hechizo que gravita en lograr, en poco tiempo, el texto preciso; denso y resumido a la vez. Y esos son también sus desafíos.
PL, donde ha estado durante dos etapas (1962-65 y 1988 hasta la fecha), le abrió puertas a realidades como las guerras, conflictos, golpes de estado, calamidades. A propósito, recuerda una anécdota del siglo XIX, de Henry Morton Stanley (un periodista de publicaciones británicas y estadounidenses), que plasmó en su libro En busca del doctor Livingstone: viaje al centro de África. Este gran explorador llevaba dos años perdido y al fin es hallado por Stanley al norte del lago Tanganica. El hombre iba con su arsenal de preguntas, y antes de que pudiera hacer la primera Livingstone le dijo: ‘Dígame, periodista, ¿qué pasa por el mundo?’.
—Bueno, eso es lo que hace el periodista de temas internacionales o de una agencia como PL. Es decir, construye el “Imago mundo”, dice lo que pasa, porque ya el mundo no es ancho y ajeno, ahora es estrecho y propio, gracias al desarrollo de las nuevas tecnologías de las comunicaciones.
Por Bohemia (1972-87), Hugo Rius experimenta un profundo sentimiento de cercanía. “Fue el medio que me entrenó para escribir mis libros[ii], al tener la posibilidad de recrear lo sucedido, porque es una publicación que no se limita a la información puntual, inmediata. Entonces, puedes un poco jugar con la literatura, hacer un poco de literatura. Allí, maduré, crecí y me sentí muy realizado profesionalmente. También fui redactor especializado en África y Oriente Medio, jefe de información y subdirector”
Como enviado especial de la revista, cubrió la conferencia de la CEPAL, en Guatemala, y la Asamblea General de la ONU, en 1977; la visita de Fidel a Etiopía y a Cozumel, y los primeros pasos del proceso de cambio en el país del extremo oriental de África, en 1978. Recorrió Yemen, Tanzania, Mozambique, Angola y Benin, donde reportó la labor internacionalista cubana en distintos frentes. En Angola, se desplazó con tropas conjuntas de las FAPLA y las FAR a los frentes Quibala-Eboe, Ambriz-Ambrizete hasta la caída de Santo Antonio do Zaire, con las fuerzas del comandante cubano Zayas y el similar angolano Antonio Dos Santos (N´Dalo). También estuvo en Benguela y Huambo. Con base en Luanda, acompañó como periodista al presidente Neto a Santo Tomás y Príncipe. Y recorrió Afganistán en un momento de choques entre un gobierno progresista y el Talibán armado por la CIA.
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Vietnam fue para Rius una asignatura pendiente. Porque en el año ‘65 tuvo un lapsus en su labor periodística, trabajó en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos como guía de lengua francesa, y después allí fue director de Afroasia.
— Formé parte de la organización de la Conferencia Tricontinental en 1966, y entonces nos ocupábamos mucho de Vietnam, de todo el movimiento de solidaridad que se generaba. Yo quería ir a Vietnam, ¿qué cubano no quiere ir?
Pero la invitación se le presentó en un momento en que estaba en Polonia. El entonces presidente Jaruzelski le había concedido una entrevista, y no pudo ir a Vietnam. Hasta que en 2011 tuvo la oportunidad de visitar el país que imaginaba: el de los vietnamitas transitando por las calles con sus varas y una carga de fruticas, un país muy empobrecido.
—Fue muy sorprendente ver cómo en tan poco tiempo se había convertido en una nación de consumo medio, según la clasificación de la ONU. Es decir, levantaron la industria y aprovechan la tecnología.
“Tienen resueltos los problemas fundamentales: la alimentación, el vestir, el transporte, y en torno a las dificultades con la vivienda, han buscado alternativas, por el poco espacio que les queda por urbanizar. Así que, a cada paso, experimenté una mezcla de envidia azul y vergüenza. Porque pienso: Caramba, nosotros estuvimos ayudando a este pueblo que estaba hecho tierra y cuando al fin vencieron a los norteamericanos en el ‘75 había un nivel de pobreza del cincuenta y nueve por ciento, tenían que importar el arroz para comer, no tenían nada. Sin embargo, hoy nos donan el arroz a nosotros ¡Y de allá también viene el café!”.
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Hugo Rius Blein, en 1970, le hizo a Salvador Allende la primera entrevista telefónica para la radio cubana. Después de insistir mucho, el recién electo presidente atendió la llamada.
—Me habló de lo que significaba su victoria en la tercera ocasión que se postulaba, de la necesidad de hacer cambios en Chile. Y se notaba que estaba muy asediado por la prensa y por mucha gente.
La carrera periodística de Rius estaba entonces en fase germinal y fue la etapa más intensa de trabajo en la radio y la televisión (1967-1972), cuando también redactó guiones para los audiovisuales del programa Teatro Testimonio, que dramatizaba conflictos latinoamericanos. A la vez, hacía comentarios en Radio Rebelde, sin desdeñar que, durante la zafra de los 10 millones, fue reportero y director de Radio Reloj, ni que para el NTV y las mesas redondas de actualidad de entonces fue comentarista internacional.
De su actividad periodística actual, subraya La Coletilla, su contribución en Cubadebate. Lo involucró Rosa Miriam Elizalde, y “ha sido un gustazo escribir artículos diversos para ese espacio, pues “es el medio cubano más avanzado conceptual y prácticamente”. No omite, sin embargo, su ejercicio de columnista de opinión en Juventud Rebelde, y más reciente en Granma.
Ahora, Hugo Rius Blein tiene muchas obras concluidas y no pocas en proyecto; tiene el respeto de sus colegas y de sus alumnos (especialmente cuando a sus espaldas lo apodan Kapuscinski); tiene vida por vivir; tiene hijos; tiene nietos; tiene a María del Carmen ¡Tiene al periodismo!
— ¿El periodismo?: Atrapar las esencias de la vida. Porque sin buscar la esencia de lo que estás informando, sin transmitir un hálito de orientación o por lo menos un hálito movilizador del pensamiento ajeno, no puede hablarse de periodismo. El periodismo es contribuir a la movilización de la inteligencia ajena, de la cognición humana.
[i] Así se llamaban a los chinos que traían a Cuba en el siglo XIX como fuerza de trabajo, en condiciones de semi esclavitud por endeudamiento. Su bisabuelo era un chino culí, de Cantón.
[ii] Bibliografía del entrevistado: Angola, crónicas de la esperanza y la victoria; Afganistán, el rostro descubierto; Francisco Caamaño, ensayo biográfico; la compilación y edición de Fidel Castro, solidaridad sin fronteras y coautorías en obras corales como Periodismo, riesgos y peligros y Pablo de la Torriente Brau, además de aportes en textos docentes sobre periodismo.
La Columna es un espacio de opinión personal y libre de las personas autoras y no necesariamente tiene por qué representar la de Cubainformación.