Flor de Paz - Cubaperiodistas / Cuba en Resumen / Cubainformación.- Que el periodismo sería la obsesión de su vida no pudo imaginarlo hasta que, a punto de terminar la carrera de Historia, en 1965, tuvo que elegir entre ser parte del Departamento de Filosofía en la Universidad de La Habana o periodista. “Periodista sí; filósofa no. Quiero estar en la vida, no pensar en ella”, dijo.


Casi 60 años después Juana Carrasco Martín piensa que el periodismo “es como el comején en la madera, que solo desiste cuando ya no queda leño a engullir. Lo vivo, lo gozo y lo sufro. Soy una periodista revolucionaria, martiana y fidelista; sé el partido que he tomado y lo sigo. En el ejercicio de esta profesión no existe la imparcialidad.

“Mentiría si digo que tenía vocación para el periodismo. Como estudiante de Historia, me veía más buscando la génesis de nuestra nación, hurgando en asentamientos aborígenes”.

Pero, al cabo, la historiadora que pudo ser y el ejercicio periodístico de Juana se precipitaron en una simbiosis de esencias: “Busco raíces, antecedentes de los acontecimientos; porque estos no surgen de hoy para luego. Nada es coincidencia o casualidad.

“Aunque ambas existen, están las causas. Como me he dedicado a hacer análisis sobre política internacional, la historia me ha servido como bagaje, fundamento, fuente de conocimientos”.

 

Juana Carrasco Martín llegó al periódico Granma el mismo año en que concluyó los estudios universitarios. Fue a partir de una solicitud que el entonces ministro de Educación José Llanusa hizo a un grupo de egresados, a quienes la Unión de Jóvenes Comunistas les había dado la «tarea» de dedicarse al periodismo en el vespertino Juventud Rebelde.

Más tarde, también estuvo en la revista Romances, en la fundación de la Editorial de la Mujer —y, por lo tanto, de las revistas Mujeres y Muchacha—; en Verde Olivo trabajó por más de 20 años, luego en Bohemia y finalmente en Juventud Rebelde.

Y tantas veces Juana Carrasco Martín ha golpeado con sus dedos los teclados de máquinas de escribir y computadoras que no necesita ni mirarlos.

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“Cuando llegamos a Granma, como no sabíamos nada de esta profesión, recibimos un curso impartido por grandes periodistas de ese diario en aquel momento, como Elio Constantín, Juan Marrero, Marta Rojas, Santiago Cardosa Arias, entre otras glorias de la profesión en Cuba.

“Estudiábamos por la mañana y después de almuerzo íbamos a hacer el periódico toda la tarde y la noche. A la vez, yo era profesora de secundaria; daba geografía física e historia, y no quise dejar a los muchachos en medio del curso. Pero eso implicó que seguí un régimen bastante fuerte”.

Si habla de un momento importante en su carrera Juana dice: “Angola”. Quiso ir mucho antes, pero le tocó cuando era periodista de Bohemia. Tuvo a su cargo para esa publicación la cobertura de los días finales de la presencia militar cubana en el país africano; “es decir, toda la retirada de las fuerzas”, oportunidad que cuenta entre sus realizaciones profesionales.

Su primer reporte internacional lo hizo desde New York. Como corresponsal de la Agencia Prensa Latina cubrió dos Asambleas Generales de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

Fue en un momento de bastante tensión entre Cuba y Estados Unidos, durante la década de los setenta, cuando el terrorismo era práctica cotidiana de la contrarrevolución. Y, aunque ni siquiera pudo ir a Brooklyn, en aquella época una zona prohibida para los cubanos, recorrió Union City, en New Jersey, territorio contemplado dentro de las veinticinco millas permitidas.

En otra ocasión, vivió la emergencia de un país en la ONU: Bangladesh, a partir de la contradicción indo-pakistaní y por determinación del Consejo de Seguridad del organismo internacional.

A esas vivencias añade la de haber tenido contacto con periodistas de distintas naciones del mundo y visitar países sobre los cuales ha escrito mucho. Entre estas cuenta sus diversas estancias en Venezuela y su permanencia allí por casi dos años y medio al frente del grupo de la prensa cubana, también las veces que tuvo el privilegio de acompañar a Fidel en algunos de sus viajes internacionales.

“Aprendimos a comportarnos como periodistas en medios o en ambientes bien diferentes a los nuestros. El ejercicio del oficio en Cuba se caracteriza por el compañerismo, la colaboración. Es muy diferente cuando estás en un evento donde se busca la noticia a toda costa, aunque te empujen y traten de echarte a un lado”.

Dice Juana que, además, la vida le ha dado el privilegio de haber cultivado las dos profesiones que Martí consideraba las mejores del mundo. “He sido maestra de nivel secundario y soy periodista; en ambas, lo importante es ofrecer todos los conocimientos que se tienen, porque en el periodismo el aula es de millones de personas.

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Juanita, como la llaman los colegas del gremio, tuvo una infancia feliz. Ha vivido siempre en el mismo lugar, en la calle 15 del Vedado habanero, aunque entonces en ese terreno había un solar, no un edificio de apartamentos como el que habita desde finales de la década de los sesenta.

De su niñez, recuerda los juegos, la humilde playita de 16 de los pobres, junto al entonces Vedado Tennis Club. Le gustaba mucho estudiar, leer, pero no tanto estar sentada en el aula.

Su papá, Miguel, español, era maestro electricista de la construcción. “Un hombre inteligente, que llegó a Cuba muy joven huyendo de la guerra de Melilla, porque no quería participar en la contienda”. Su mamá, Ángela, “modista extraordinaria, tenía una gran clientela a la que hacía los mismos modelos de la tienda El Encanto o de los famosos modistos franceses. Juanita tiene un hermano, y ha tenido muchos primos, muchos tíos.

Miguel, su padre, hubiera querido que ella estudiara ingeniería eléctrica, pero los números no le estaban dados. Después del bachillerato, en el año ’59, matriculó para estudiar contador público en la Universidad de La Habana, pero enseguida abandonó esta carrera; luego hizo la licenciatura en Historia y a la par participó en la Campaña de Alfabetización en la ciudad.

¿Mis mejores coberturas? En todas se aprende y se aprehende. En Estados Unidos conocí el movimiento pacifista contra la guerra en Vietnam. Y sufrí cuando Nixon ordenó el bombardeo de los diques vietnamitas para ahogar en hambre a la población durante esa terrible contienda.

—También vi el movimiento de los negros estadounidenses por sus derechos civiles. Pude apreciar de cerca los valores de un pueblo que nos acompañaba y lo comprendí mucho más.

“Angola fue muy importante para mí como ser humano. Añoré ir en la etapa de la guerra, como la inmensa mayoría de los cubanos. Trabajaba entonces en Verde Olivo, donde priorizaban la participación de los colegas hombres.

Tras mucho batallar, cuando la colega Elsa Blaquier terminó su misión como jefa de los grupos de periodistas en ese país, yo iba a relevarla, pero Verde Olivo cerró como publicación tras el adverso acontecimiento de la crisis económica del Período Especial en Cuba. Y me enviaron para la revista Bohemia.

Por fortuna, cuando iba a ocurrir la retirada de las tropas cubanas de Angola se organizó la concurrencia de un grupo de periodistas de medios nacionales de la isla. Recuerdo que Caridad Miranda, que era la directora de Bohemia en ese momento, me llamó por teléfono y me dijo: “Juanita, vas a cumplir tu gran deseo” Y le respondí: “¿Cuándo me voy para Angola?” “Mañana”, contestó ella.

De esa cobertura Juana Carrasco Martín atesora historias de jóvenes y hombres fantásticos, de mujeres que pasaron largos meses allí, y aunque trató de abarcar en sus reportes todo lo posible, ya en el país había pocos espacios donde publicar. No obstante, sus trabajos aparecieron en las revistas Bohemia y Cuba.

De Angola tiene vivencias muy hondas. Entre las que no olvida cuenta esta: “Un día en Luanda a un niño de más o menos cinco años de edad que vivía en la calle y tomaba el agua que caía de los aires acondicionados de los edificios alguien le regaló un paquete de galletas dulces.

—Lo abrió y nos brindó, dice.

“Su gesto me llegó hasta el alma. Escribí en Juventud Rebelde sobre esa experiencia para dar fe de lo que fue, y sigue siendo, la amistad entre los pueblos de Cuba y Angola.

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Del oficio de reportera estuvo alejada cinco años. Fue cuando la eligieron vicepresidenta de la Unión de Periodistas de Cuba en el Sexto Congreso de la organización. Pero, justo al finalizar ese período, que ella llama «misión nacionalista», durante el cual conoció a los colegas de todo el país, desde la emisora de Baracoa hasta la de Guane, llegó por fin a Juventud Rebelde, el 12 de abril de 1999.

“El periódico volvía a su frecuencia original y, prácticamente, la inmensa mayoría de los colegas que estaban en el entonces semanario nunca habían hecho un diario. Y como dicen que lo que se aprende de chiquita no se olvida, y yo había hecho diarismo durante muchos años en Granma, he podido aportar ese conocimiento como jefa de la página internacional.

“Dicen que la juventud se pega y esta vez llegué a Juventud Rebelde en mi segunda juventud o mi tercera niñez. Me siento bien allí, pero añoro las redacciones llenas de colegas y el intercambio que se propiciaba. La pandemia de la COVID-19 obligó a la práctica del trabajo a distancia y con las nuevas tecnologías se puede escribir desde la casa y enviar los textos mediante las vías digitales”.

Juana Carrasco Martín piensa que el periodismo cubano forma parte del periodismo alternativo mundial: “nosotros somos los otros, los que publicamos hechos y verdades que la gran prensa oculta o tergiversa, y para hacer eso tenemos que estar cada vez más preparados.

“Se aprende a escribir con calidad escribiendo, leyendo y estudiando mucho, adquiriendo cultura. La lectura de libros es importante y necesaria.

“No somos la aldea donde todo se encierra. Como decía Martí, Cuba no es el ombligo ni el centro del mundo, y aunque para nosotros es el punto más importante, como parte de él tenemos que conocerlo”.

 

 

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