Wilkie Delgado Correa* - Cubainformación.- ¿No se puede entender y explicar fácilmente el pensamiento norteamericano de hoy, a través del pensamiento yanqui de ayer?
Como una muestra del viejo sueño americano por apoderarse de Cuba, es importante relacionar un resumen del pensamiento norteamericano desde el siglo pasado incluso mucho antes de que alcanzara la independencia la República de Cuba y mucho antes que triunfara la Revolución Cuba el 1 de enero de 1959.
Asombra el parecido de aquellos planteamientos con los actuales pronunciamientos y acciones de dirigentes de la política y del gobierno de los Estados Unidos que mantiene su férreo bloqueo genocida a pesar de la condena casi unánime en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Desde siempre ha estado revoloteando en las mentes de los políticos estadounidenses el llamado “Destino Manifiesto” que ha mezclado la teoría política con la doctrina religiosa para justificar su carácter expansionista e imperialista. Ha sido la ideología del despojo y el dominio de los “otros” por cualquier medio.
Así, por ejemplo, en 1800 el presidente Thomas Jefferson, declaraba: “aunque con algunas dificultades (España) consentirá en que se agregue a Cuba a la Unión a fin de que no ayudemos a Méjico y las demás provincias. Este sería un buen precio”.
James Madison, cuarto presidente estadounidense, proclamó en 1810: “(…) la posición de Cuba da a los Estados Unidos un profundo interés en el destino… de esa Isla que… no podrían estar satisfechos con su caída bajo cualquier gobierno europeo, el cual podría hacer de esa posesión un apoyo contra el comercio y la seguridad de los Estados Unidos”.
En 1823 John Quincy, Secretario de Estado, y luego sexto presidente de Estados Unidos (1825-1829), dijo: “La Isla de Cuba, casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los fines políticos y comerciales de nuestra Unión.”
El 28 de abril de 1823 definió el principio nefasto de la Fruta Madura para los destinos soberanos de Cuba, afirmando: «Pero hay leyes de gravitación política como las hay de gravitación física, y así como una fruta separada de su árbol por la fuerza del viento no puede, aunque quiera, dejar de caer en el suelo, así Cuba una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana».
Meses después, definida la política hacia Cuba, el Gobierno estadounidense extendería, con la Doctrina Monroe, su estrategia para todo el continente americano. Se expresaba:
“Estas islas [Cuba y Puerto Rico], por su posición local son apéndices naturales del continente (norte) americano, y una de ellas [la isla de Cuba], casi a la vista de nuestras costas, ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión”.
Es extenso el relato de las manifestaciones de posesión de la clase política y otros agentes de los Estados Unidos.
En 1845 el Senador Yudee, de Florida, fue el primero en proponer la compra de Cuba, presentando un proyecto de resolución en el Senado.
En 1847, el senador Jefferson Davis, afirmaba: “La Isla de Cuba tiene que ser nuestra.”
En 1847, Buchanam, un político yanqui, decia: “Tenemos que poseer a Cuba ... La adquiriremos mediante un golpe de estado en algún momento propicio ... que quizás no esté muy lejos. Cuba ya es nuestra: la siento en la punta de los dedos.”
En 1848, en el Senado, John Calhoun, señalaba: “Hay casos de interposición en que yo acudiría a los recursos azarosos de la guerra: Designo el caso de Cuba”.
En 1848, una publicación norteamericana Bow’s Review, afirmaba: “No es demasiado decir que si nos apoderamos de Cuba, estaremos en posesión del destino más rico y más vasto comercio que jamás deslumbró a la codicia del hombre. Y con ese comercio tendremos en nuestras manos el poder del mundo.”
En 1854, el Subsecretario de Estado, Mann, escribió: “Cuando me reúna con Ud., quiero saludarlo con esta exclamación: Cuba es nuestra o como si lo fuera”.
En diciembre de 1897, el Subsecretario de guerra, escribía al jefe del Ejército: “Es evidente que la inmediata anexión de Cuba sería una locura. Antes de hacerlo debemos limpiar el país. Debemos destruir todo lo que esté dentro del radio de acción de nuestros cañones... Debemos concentrar el bloqueo, de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la población civil, y diezmen al Ejército Cubano. Resumiendo: nuestra política debe ser siempre, apoyar al más débil contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos, a fin de anexarnos a la Perla de las Antillas”.
Leonardo Wood, gobernador interventor de Estados Unidos en Cuba, afirmó: “La misión norteamericana en Cuba era edificar una república anglosajona...establecer en poco más de 3 años una república calcada exactamente de nuestra república.”
Después de imponer la Enmienda Platt como un cuchillo en la garganta de la Constitución de la República de Cuba independiente en 1902, planearon y ejecutaron durante casi 60 años su política de neo colonización.
El apoderamiento de Cuba significaría abrir las puertas del Caribe y el resto de América al naciente imperio. Desde entonces, la política de los presidentes de EE. UU. ha sido diseñada para responder a ese objetivo geoestratégico.
Así se opusieron en 1826 a la propuesta del libertador Simón Bolívar, llevada al Congreso de Panamá, para independizar a Cuba de España e intentaron comprarla en distintos momentos 1848, 1853 y 1857, etc.
La entrada planificada en la guerra de independencia de Cuba contra España, tuvo el propósito de alcanzar el sueño americano a corto plazo. En carta al presidente Theodore Roosevelt, el 28 de octubre de 1901, el gobernador Leonard Wood resumió la situación con estas palabras: «Poca o ninguna independencia le queda a Cuba, por supuesto, bajo la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión».
Con la enmienda Platt impusieron el sello del neocolonialismo para Cuba, de subordinación política y económica, y de la presencia militar en la Base Naval de Guantánamo.
La Revolución Cubana triunfante el 1 de enero de 1959 significó la abolición de la subordinación política y económica, aunque no ha podido eliminar la Base militar mantenida a pesar de los reclamos cubanos.
Las agresiones de todo tipo han sido las armas que Estados Unidos ha empleado hasta hoy para dañar la vida normal del pueblo cubano. Su estrategia es coherente con lo expresado el 6 de abril de 1960 por el entonces subsecretario adjunto del Departamento norteamericano de Estado Lester D. Mallory, quien escribió un memorando interno que proponía negar dinero y suministros a Cuba, disminuir sus salarios y provocar hambre y desesperación en extremo. En fin que esto pudiera provocar desencanto e insatisfacción.
Muy similar al que redactara en diciembre de 1897 el Subsecretario de guerra, anteriormente citado, el Memorando de Mallory afirmaba: “…hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que (…) logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
¿No se puede entender y explicar fácilmente el pensamiento norteamericano de hoy, a través del pensamiento yanqui de ayer? ¿Acaso no se trata del mismo pensamiento codicioso, conquistador, expansionista y avasallador? ¿Acaso no se trata de una venganza inmisericorde contra el pueblo cubano por la osadía de proclamar su condición de soberano, libre e independiente?
Doctor en Ciencias y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio Nacional del MINSAP al Merito Científico por la obra de toda la vida.
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