Wilkie Delgado Correa* - Cubainformación.- Santiagueros, compatriotas de toda Cuba: Al fin hemos llegado a Santiago. Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado./ Fidel Castro, 1 de enero de 1959.Y si es preciso venir a morir, ¡en esta provincia vendré a morir! / Fidel Castro, 11 de marzo de 1959
Los días y años se suceden y las generaciones que vivieron y fueron protagonistas de los acontecimientos históricos gloriosos murieron en tales hechos o por las propias e ineluctables circunstancias han dejado de existir en tiempos posteriores.. Los aún sobrevivientes y las generaciones nuevas tienen un legado que deben preservar y cultivar en la memoria para que jamás se extinga esa savia nutricia de los pueblos que es la continuidad de un destino que los salvará y engrandecerá en el porvenir.
Esta es una verdad y realidad que este 26 de julio del 2023 ha vivido Cuba a lo largo de todo el país al conmemorarse 70 años del asalto a la segunda fortaleza militar del país que era el cuartel Moncada en Santiago de Cuba y a otro importante cuartel, el Carlos Manuel de Céspedes, situado a muchos kilómetros en la ciudad de Bayamo. En aquella fecha ambos eran objetivos de una misma acción revolucionaria estratégica.
Los asaltos armados fueron dirigidos por el mismo líder, Fidel Castro, con la participación de menos de 200 bisoños jóvenes combatientes, de la llamada generación del Centenario de José Martí, con el objetivo de derribar a la dictadura imperante y lavar con la sangre generosa tanto crimen, abuso y privaciones de un pueblo heroico y generoso.
Setenta años después los hechos se conmemoran y los cientos o miles de recuerdos tratan de que perduren en la mente de cubanos y ciudadanos de otros países. Y después de días pletóricos de fervor revolucionario, de fidelidades juradas y mantenidas y de solidaridades internas y externas rememorando la historia, caben algunas reflexiones propias y de Fidel que enriquezcan las repercusiones de los escenarios y acontecimientos hoy vigentes como ayer.
El asalto al cuartel Moncada ocurrió en la madrugada del 26 de julio de 1953, día de la Santa Ana, y fue como si Federico García Lorca convocara al repique y al jolgorio desde aquel memorable 4 de junio del año 1930 con su famoso poema Iré a Santiago y cuyos versos resuenan con el mismo ritmo ancestral del carnaval santiaguero que se celebraba aquel día. Como escribió Lorca “/ Iré a Santiago. / Y con la rosa de Romeo y Julieta / Iré a Santiago…/ ¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas! / Iré a Santiago. / /… ¡Oh bovino frescor de cañaveral! / ¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro! / Iré a Santiago”…
Y los asaltantes del Moncada llegaron por distintas vías a la ciudad desconocida personalmente el día antes 25 para prepararse a vencer o morir, y ha quedado intacta la herencia de esperas y acogidas de este terruño hospitalario y rebelde, pues como he afirmado antes en un artículo sobre el Festival del Caribe y la Fiesta del Fuego, Santiago vive su vida porque es, además de tierra y humanidad especiales de cubanía, un aliento y un espíritu de rebeldía indomable que irrumpe cuando es necesario para jalonar de heroísmo y epopeya la historia patria, mientras cotidianamente existe incólume con la filosofía de crear de la nada, lo poco o lo mucho, las razones para construir e inventar una felicidad compartida con todos los compatriotas y con otros ciudadanos del mundo.
Fue en ese largo discurso frente del parque Céspedes y desde un balcón del Ayuntamiento de Santiago que terminó en la madrugada que entre muchas cuestiones vitales para los destinos de Cuba que Fidel expuso: “La libertad nos la quitaron mediante un golpe de Estado, pero para que se acabaran de una vez y para siempre los golpes de Estado, había que conquistar la libertad a fuerza de sacrificio de pueblo, porque no hacíamos nada con que dieran un golpe mañana y otro pasado y otro dentro de dos años y otro dentro de tres años; porque aquí quien tiene que decidir, definitivamente, quién debe gobernar es el pueblo y nadie más que el pueblo (Aplausos)”.
Volvió a hablar en Santiago otra vez, en un discurso esclarecedor y trascendente, el 11 de marzo de 1959 en la avenida Michellsen, del cual seleccionaremos fragmentos que deben formar parte de la fragua ideológica de todos los cubanos. Inició sus palabras de esta manera:
Orientales: Había estado ya varias veces en Santiago de Cuba después del primero de enero. Los santiagueros me preguntaban cómo era que yo pasaba por Santiago de Cuba y no les avisaba, por qué no me detenía en Santiago de Cuba a hacerles la visita, y yo les respondía siempre: estoy trabajando…
“(…) ¿Por qué, sin embargo, fue necesario reunir al pueblo? Fue necesario reunirlo porque el pueblo es la fuerza de la Revolución; fue necesario reunirlo para demostrar la fuerza de la Revolución. Los sacrificios que ustedes han hecho acudiendo aquí desde todos los rincones de Oriente, no son sacrificios inútiles. Han venido aquí a respaldar con su presencia al Gobierno Revolucionario (APLAUSOS); han venido aquí a demostrar con el número de compatriotas que se ha reunido, la fuerza de la Revolución; han venido aquí para demostrar que la Revolución tiene respaldo, que la Revolución es fuerte, que la Revolución está alerta, que la Revolución es invencible.
“(,,,). Yo hice la revolución, yo inicié esta lucha revolucionaria, convoqué al pueblo a la lucha, logré el respaldo del pueblo y junto con el pueblo se hizo esta Revolución, primero, para derrocar la tiranía y, después, para hacer justicia (APLAUSOS)”
“(…) Bueno es advertir esto, porque estos pueblos —el haitiano y el dominicano— están padeciendo ahora lo que padeció el pueblo cubano. Son pueblos oprimidos, son pueblos sometidos al hambre, son pueblos sometidos a la miseria. Y como esos dictadores tienen miedo al pueblo, porque vieron lo que pasó en Cuba, están tratando de buscar el apoyo de potencias extranjeras… Y con ese propósito están provocando a Cuba. Pero Cuba está en calma, Cuba está ecuánime, Cuba se sonríe, porque Cuba está firme, Cuba está segura; Cuba, en su Revolución es invencible.”
Porque hoy vamos a un pueblo y nos piden una escuela, un centro escolar. Es lo que más desean, pero no es eso lo único que necesitan. Lo necesitan todo: casa de socorros, si no tienen hospitales; necesitan alcantarillados, necesitan pavimentación, necesitan parques, necesitan stadiums. Piden una sola cosa de las muchas que necesitan. Y yo llevo mi libreta, y cada vez que paso por un pueblo se me llena una hoja de la cantidad de cosas que necesitan los pueblos. Es extraordinario el abandono.
Y nos llaman cubanos. ¿Cubanos por qué, si no tenemos nada aquí? Dicen que esta es nuestra patria. ¿Nuestra patria, por qué, si no tenemos nada en esta patria? ¡Será la patria de unos cuantos aquí! ¿Pero la de nosotros, si no tenemos nada? ¡Ah!, para poder llamarnos cubanos y para poder decir “nuestra patria”, es justo que cada cual tenga su pedacito en la patria, ¿no? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”)
Y día a día ustedes verán cómo se va a notar la obra de la Revolución, a pesar de todos los obstáculos, a pesar de los enemigos de adentro y de afuera, a pesar de las preocupaciones.
¡La Revolución se hizo para resolverle el problema a todo el mundo, a todo el pueblo, a toda Cuba y no a un grupito de señores! (APLAUSOS.)
Pero hay gente que cree que no. Y duele mucho recordar a todos los que han caído, duele mucho recordar a todos los compañeros que están enterrados en los arroyos, en los ríos y en los firmes de las montañas. ¡Duele mucho recordar aquellas cruces de hombres que murieron puros como la luz del sol, de hombres que murieron llenos de desinterés y llenos de ideal, de hombres que cayeron en el camino y no tuvieron siquiera el placer mínimo de ver la victoria inicial de nuestro pueblo, la caída de la tiranía!
Así que estamos preparando un mundo para el cubano como posiblemente nunca se soñó, estamos preparando un mundo como el que merece nuestro pueblo. No lo podemos hacer en un día, si lo pudiéramos hacer en un día no tendría mérito. Tenemos que hacerlo día tras día, luchando mucho, trabajando mucho, venciendo muchos intereses, esforzándonos incansablemente.
Pero el pueblo cubano tendrá lo que espera de nosotros, esa fe y esa confianza tendrá su premio. No voy a decir que no será defraudada, porque la palabra defraudación ha desaparecido de nuestro diccionario, la palabra traición ha desaparecido de nuestro diccionario. La palabra que está de moda es la palabra lealtad, la palabra que esté de moda es la palabra honradez, la palabra que está de moda es la palabra deber, la palabra que está de moda es la palabra patriotismo, entusiasmo, moral, fe, espíritu revolucionario, decisión de lucha, valor, entereza; esas son las palabras que están de moda. Porque eso es hoy nuestro pueblo: nuestro pueblo es hoy virtud, nuestro pueblo es hoy fe, es un pueblo entero.
Haremos leyes revolucionarias que entrañen bienestar y entrañen justicia para los desamparados, para los que nunca tuvieron nada, para los que nunca tuvieron amigos, para los que nunca tuvieron protección.
Haré justicia. Si por hacer justicia me gano el odio de unos cuantos, ¡bienvenido el odio! (APLAUSOS); si por hacer justicia me gano la crítica de unos cuantos, ¡bienvenida la crítica!; si por hacer justicia me gano la antipatía de unos cuantos, ¡bienvenida la antipatía!; si por hacer justicia me gano la muerte, ¡bienvenida la muerte! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡No!”); si por hacer justicia me combaten, ¡que me combatan!
No estoy luchando por la gloria. Hay quien dice que lucha por la gloria. ¿Por la gloria para qué? ¿Por vanidad? ¿Para que me hagan una estatua? Yo no estoy luchando por estatuas, lucho porque lo siento, lucho porque cada hombre tiene que cumplir un deber en esta vida. Mi deber era servir al pueblo. Me tocó a mí como le pudo tocar a otro, y yo lo que hago es cumplir con mi deber, cumplir con un sentimiento. No quiero premio ni en esta vida ni después de muerto. No quiero nada de eso. (APLAUSOS)
No lucho ni por interés material, ni por interés moral, ni porque me aplaudan, ni por nada de eso; lucho porque estimo que ese es mi deber. Mi premio es, cada vez que le hago un bien a alguien, sentirme satisfecho; mi premio, cada vez que veo una familia más feliz, es sentirme satisfecho; cada vez que veo una escuela nueva que se levanta, sentirme satisfecho; cada vez que veo un hospital nuevo que se levanta y cientos de enfermos que van a recibir medicinas, sentirme satisfecho; cada vez que veo un campesino alegre, sentirme satisfecho. (APLAUSOS)
Mi premio no será ahora, mi premio será más adelante, será mañana, si estoy vivo, cuando pase por las cooperativas de campesinos produciendo; cuando pase por las casas de los campesinos y vea casas nuevas y distintas a las que son hoy, y vea a todo el mundo con zapatos, y vea que todo el mundo sabe leer y escribir, y vea que todos los niños tienen maestros, y vea que todo el mundo tiene medicinas, y vea que todo el mundo tiene radio, y vea que todo el mundo tenga higiene, y vea que todo el mundo tiene salud (APLAUSOS)
Cuando vea que no hay mendigos, cuando vea que no hay hambrientos, cuando vea que no hay injusticias, me sentiré feliz, y ese será mi premio. Mi premio no puede ser jamás en dinero, mi premio no puede ser jamás en honores, mi premio no puede ser jamás en otra cosa que en la satisfacción infinita que el hombre sano, que el hombre limpio, que el hombre noble, que el hombre honesto siente cuando le lleva un bien a alguien (APLAUSOS)
Hablo así aquí como no he hablado nunca en ningún otro lugar. He hablado de estos sentimientos y es justo que lo haga, porque mi corazón, mi vida, está unida a esta tierra, está unida a esta provincia, está unida a esta ciudad. (APLAUSOS)
Vine aquí, vine otras veces. Mucho antes del 10 de marzo hice una promesa y le dije al pueblo que si algún día manos mercenarias, fusiles mercenarios volvían a oprimir nuestra patria, cambiaríamos las escobas (Nota: Fidel se refiere al símbolo de escoba del Partido Ortodoxo de Chibás que proponía barrer todos los males de un estado corrupto) por fusiles e iríamos a combatir, iríamos a hacer la Revolución.
Vine aquí a Oriente con Eduardo Chibás —ustedes recuerdan—, vine después de la muerte de Chibás (APLAUSOS). He venido siempre a Oriente (Santiago). Un especial sentimiento me invade cuando estoy aquí; una especial emoción me invade cuando estoy aquí entre los santiagueros. Y aquí tengo que decir estas cosas que me salen del alma; aquí tengo que hacer estas confesiones que no hago en ninguna otra parte; aquí tengo que decir todo lo que siento por el pueblo; aquí tengo que decir todo lo que soy, o sea, toda la tristeza que siento al no poder hacer más, toda la pena que siento al no poder hacerlo mejor, toda la convicción que tengo de que es imposible que todo me salga bien y me salga perfecto.
Pero decir aquí ante los orientales —¡ante los bravos orientales, ante los limpios orientales, ante los cívicos orientales! (APLAUSOS.)— que este oriental que nació en Oriente, que luchó en Oriente, que inició la Revolución en Oriente y que hoy tiene en sus manos grandes responsabilidades, sabrá ser un hombre digno aquí y allá, sabrá ser un hombre digno hoy y siempre. ¡Que los campesinos de la Sierra Maestra, los guajiros que hicieron la Revolución, los guajiros del Segundo Frente, los guajiros que hoy tienen las armas y el poder en la mano, sabrán hacer un gobierno justo, sabrán hacer un gobierno bueno, sabrán hacer el gobierno de los campesinos, el gobierno de los humildes, el gobierno de los obreros, el gobierno del pueblo! ¡Este es el gobierno del pueblo!
Combatirán este gobierno no los hombres del pueblo, sino los hombres que nunca pueden sentir con el pueblo; combatirán este gobierno no los amigos del pueblo, sino los enemigos del pueblo. Inventarán todas las cosas posibles, pero lo mejor es que vayan comprendiendo que la Revolución es invencible, que la Revolución es indestructible. Cuando hay la fe que existe hoy, cuando hay la honradez que existe hoy en los hombres que están dirigiendo esta Revolución, cuando hay el entusiasmo y la fe que hay en el pueblo, la Revolución no la podrá vencer ningún poder del mundo, ninguna fuerza del mundo. Para vencer esta Revolución habrá que destruir el pueblo entero, porque cada vez será mayor el entusiasmo, cada vez será mayor la fe, cada vez será mayor la firmeza y la decisión de nuestro pueblo.
Me voy de Oriente como siempre me he marchado de Oriente: ¡con más fe, con más entusiasmo! Me voy de Oriente llevándome todo lo que me he llevado siempre de Oriente: ¡el espíritu de lucha, la rebeldía, la energía, la fuerza! (APLAUSOS.) Me voy de Oriente llevándome lo que siempre vendré a buscar a Oriente, cuando esté triste, cuando esté desanimado —si es que algún día pueda estarlo—, cuando quiera buscar fuerza, vendré a Oriente a buscarla. (APLAUSOS)
Nací en esta provincia, en esta provincia luché, en esta provincia fui derrotado, en esta provincia volví a la lucha, en esta provincia vencí, en esta provincia vendré a luchar cuantas veces sea necesario. Y si es preciso venir a morir, ¡en esta provincia vendré a morir!
En conclusión, muchas otras ideas se expresaron por Fidel en este discurso al que hemos hecho referencia, pero por la contundencia y trascendencia de las seleccionadas es suficiente para comprender la obra colosal que hubo de llevarse a cabo en Cuba bajo la dirección de la Revolución y el cumplimiento de su ideal. Y como ser humano excepcional, el único en la historia de la humanidad, se mantuvo fiel a lo confesado al inicio de la Revolución triunfante: 1. Su premio era la felicidad de su pueblo. 2: Que toda la gloria del mundo cabía en un grano de maíz y no lo enajenaba. 3. Que no aspiraba a estatuas ni a otros atributos pomposos ni en vida ni en muerte. 4. Y que si era preciso venir a morir, en esta ciudad permanecería sus restos después de morir.
*Doctor en Ciencias y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba. Premio Nacional del MINSAP al Merito Científico por la obra de toda la vida.
La Columna es un espacio de opinión personal y libre de las personas autoras y no necesariamente tiene por qué representar la de Cubainformación.