En su libro El porvenir de la humanidad. Decálogo para la supervivencia de nuestra especie, Eudald Carbonell Roura, arqueólogo y científico social español, codirector del Proyecto y del Equipo de Investigación de Atapuerca[1], que funciona desde hace cuatro décadas y media en la elevación montañosa del mismo nombre, asegura que una amenaza interpela al conjunto de la humanidad si no reaccionamos pronto para hacerle frente.
El Homo sapiens se encuentra en un momento crucial de su evolución. Desde esta perspectiva histórica, precisamente, debemos ser conscientes de los peligros que conlleva no pensar, dejar nuestro presente en manos del azar o de los intereses de unos pocos. Debemos afrontar nuestro futuro: nuestro gran objetivo debe ser la construcción de la sociedad del pensamiento. Las sociedades humanas experimentan de forma cada vez más rápidas transformaciones más y más profundas, y este proceso alimenta comportamientos que ponen en peligro a nuestra especie.
Sus propuestas —basadas en una larga experiencia en el hallazgo y estudio de fósiles prehistóricos, en la observación de la naturaleza y del clima, en su noción marxista de conciencia crítica — exponen cuestiones que deberían plantearse los humanos para evitar su desaparición. Entre ellas, la socialización de la tecnología, el incremento de la diversidad, el fin de la globalización, el inicio de la planetización.
“La socialización es el instrumento que tiene que servir para pasar del azar a la lógica, y para aumentar de forma exponencial la conciencia crítica de nuestra especie[2]. Porque sin conciencia no hay dirección”.
Un trabajo empírico —dice— tiene que ser lógico y real; no puede subjetivarse con nada. “Y las inferencias que se derivan tienen que tener un sentido social. Si no, el conocimiento no sirve para nada. Este es el camino que conduce al pensamiento. Me interesa mucho más pensar que conocer”.
Define que la evolución humana es un proceso de adaptación al tiempo y al espacio que explica nuestra singularidad, provocada por el azar. “Pero el azar tiene que dejar de ser la base de nuestros cambios y transformaciones; “la evolución debe convertirse en un progreso real, en lógica”.
Como ciencia, considera, la evolución humana nos permite descubrir, paso a paso, ese proceso azaroso que nos ha hecho humanos.
¿Qué significa ser evolucionista en el escenario científico actual?
No queda otra. Si se trabaja en un campo como el nuestro y no se admite la evolución, la estructura científica no tiene ninguna capacidad explicativa, con lo cual de alguna forma se está impelido de hacerlo. Es como ser mamífero y no tener mamas.
Hay creacionistas que dicen que son científicos…
Todo el mundo sabe que el creacionismo es una esperanza de conocimiento que realmente no tiene una base metodológica para conseguir autoexplicarse. Es decir, el creacionismo es una tautología.
¿Qué implica ser evolucionista y marxista?
Es más, porque es un compromiso. El pensamiento crítico está muy ligado a los evolucionistas. Estoy convencido de que Darwin, Marx, Engels, no eran conservadores. Para mí un pensamiento crítico puede conservar los buenos procesos naturales, pero no puede nunca ser conservador en el sentido de la expresión de cambio.
Cuando niegas el cambio niegas la evolución. Porque la evolución siempre se dirige hacia una mejor adaptación de la especie. Por lo tanto, el evolucionismo en estos sentidos es básico para poder construir un esquema científico y explicativo de lo qué es la humanidad. Lo que no explica, lo que no predice, no es ciencia.
¿Hasta dónde pueden llegar los aportes de la arqueología en la argumentación de la teoría darwiniana? ¿Todavía valen las llamadas pruebas de la evolución?
Pienso que sí. Sin fósiles no hay paraíso. Si no tienes pruebas, ¿cómo argumentas? Los creacionistas se basan en la existencia de un ser superior, pero no tienen ni registros ni argumentos. Por eso para mí la arqueología es una disciplina central en la evolución humana.
Darwin generó la teoría de la evolución sobre todo viendo seres vivos, su diversidad, pero la evolución se explica después a través de los fósiles que hemos encontrado nosotros. Nosotros somos Darwin, porque sin Darwin nosotros no seríamos nosotros. Pero sin nosotros, tampoco Darwin sería Darwin.
¿Por qué la diversidad es nuestra salvación?
Porque son experimentos distintos de adaptación. Unos seres humanos pueden adaptarse al frío, otros al calor, otros a la nieve. Si se produce un cambio climático siempre habría alguien que sabría cómo adaptarse.
¿Cuánto tenemos en común los humanos actuales con los más primitivos?
Mucho, sobre todo tenemos una forma de ser, una etología animal que nos mantiene unidos a las raíces y a los tallos de estas raíces. Somos nada más que la consecuencia de una raíz que ha crecido hacia afuera, y las hojas que tiene, que tenemos, son las formas de variabilidad y de adaptabilidad a nuestros entornos; pero el tallo, la raíz, y las hojas, tienen la misma estructura que tenía hace muchos años.
Las sociedades humanas experimentan de forma cada vez más rápidas transformaciones más y más profundas, y este proceso alimenta comportamientos que ponen en peligro a nuestra especie.
Eudald Carbonell piensa que la globalización es el peor error de la historia humana, que destruye la diversidad, que quizás sea el invento ideológico más nocivo que ha creado el ser humano, que es un proceso arcaico y anacrónico. Y escribe, en El porvenir de la humanidad, al hablar sobre la planetización:
Solo la estupidez humana —que es mucha— puede estropear algo tan maravilloso como es la propia existencia del planeta y de los seres vivos que lo habitamos. Si no somos conscientes de la suerte que tenemos, podemos fracasar en el intento de prosperar como especie evolucionada. No debemos olvidar este aspecto emocional de la conciencia operativa, ya que se trata de un factor de motivación y movilización de primer orden. […] La planetización es el inicio de un nuevo ciclo de la humanidad que ya habrá socializado la conciencia crítica de especie.
Frente a tantos desafíos y los enormes avances tecnológicos actuales, ¿cuáles son las perspectivas de la investigación en evolución humana? ¿Hasta dónde se podrá llegar?
La revolución científico-técnica tiene que ser una revolución social. Este es el elemento fundamental, en el sentido de aumentar la sociabilidad de la especie; o sea, la tecnología y la ciencia, el conocimiento y el pensamiento, han de estar articulados para que nuestra capacidad de creación, de organización, de emergencia, tengan más tecnologías y capacidades para estar implicadas en cambios sociales importantes donde la complementariedad, la solidaridad, la singularidad propia de la especie se vean perfectamente incubadas en el progreso social, no para el desarrollo, sino para el progreso[3], y para una mejor comprensión de qué papel ha de jugar la especie en el futuro.
Tomado de La Jiribilla
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