Rosa Miriam Elizalde - No es excepcional que un senador de Estados Unidos sea investigado por corrupción, pero es un récord que tenga que presentarse ante los tribunales dos veces por causa similar, en menos de una década.


Robert Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, se libró de la cárcel en 2018 cuando su juicio por corrupción fue declarado nulo. Distraído con tecnicismos legales, el jurado no llegó a acuerdos sobre la docena de cargos por fraude y sobornos que el Departamento de Justicia había logrado documentar contra Menéndez tras varios años de investigación.

El senador de Nueva Jersey, demócrata y de ascendencia cubana, fue acusado de haber recibido 750 mil dólares en forma de donaciones a su campaña, regalos, viajes en avión privado con amantes menores de edad y lujosas vacaciones pagadas por un benefactor a cambio de que defendiera sus intereses. Menéndez siguió en el Capitolio, pero su “amigo” peligroso, Salomon Melgen, un oftalmólogo de la Florida, fue sentenciado a 17 años de cárcel por el mayor caso de fraude al Medicare en la historia de Estados Unidos. En un giro digno de la serie House of Cards, parodia alocada de lo que en verdad ocurre en la Casa Blanca, Donald Trump conmutó la sentencia de Melgen en 2020 como último acto de su presidencia, un gesto, dijo, “en reciprocidad a la solicitud del senador Menéndez y del representante Mario Diaz-Balart, republicano por la Florida”.

¿Y ahora qué? El Departamento de Justicia y el FBI investigan si Menéndez o su nueva esposa recibieron obsequios no declarados de un automóvil de lujo y un apartamento en Washington, regalos de otro amigo del Senador que también es objeto de investigación criminal, según un extenso reportaje de The New York Timespublicado este martes.

La Fiscalía ha adelantado la conexión de la pareja con un hombre de negocios de Nueva Jersey, Wael Hana, con quien el senador no solo parece compartir “afinidad por los puros cubanos”, según el Times. La trama ha sacado a la luz la facilidad con que el empresario ha logrado los permisos para controlar, sin experiencia previa, un mercado millonario de comida halal y la misteriosa venta de varios lingotes de oro, propiedad de la señora Menéndez quien, antes de casarse con el senador en octubre de 2020, se había declarado en quiebra.

Se ha ocultado deliberadamente en esta saga escandalosa algo que está a la vista: la tendencia de Menéndez a las malas compañías comenzó mucho antes del escándalo del oftalmólogo y está estrechamente vinculada con las componendas más atroces contra el país donde nacieron sus padres, Cuba.

Una investigación del New York Observer (“A Senator With Tough Friends”, 6 de noviembre de 2006), demostró que Menéndez no solo recibió donaciones de contribuyentes que han sido llamados durante investigaciones de terrorismo contra Cuba, sino que contribuyó financieramente a la defensa de un acusado de actos de este tipo. A comienzos de su carrera -durante la década de 1980, cuando era alcalde de Union City-, dio dinero para la defensa legal de Eduardo Arocena, condenado a dos cadenas perpetuas por el asesinato en Nueva York de un diplomático cubano acreditado ante la ONU y por colocar bombas en lugares públicos de Estados Unidos.

Aunque Menéndez está familiarizado con la mafia cubana y es de Nueva Jersey, escenario de Los Sopranos, él parece encajar mejor en el personaje central de la serie de Netflix que mostró a los políticos de Washington como hienas hambrientas de poder y al Congreso, como un lugar sombrío donde nunca se está lejos del chantaje y la puñalada trapera. Sabe cómo negociar y amenazar a legisladores para que una ley tenga o no suficiente apoyo, y maniobrar oscuramente para chantajear a la Casa Blanca.

Cualquiera que siga las relaciones Cuba-Estados Unidos está al corriente de que Menéndez intentó impedir el acercamiento a Cuba de la administración Obama y ha logrado intimidar al entorno de Biden para mantener la política de “máxima presión” de Donald Trump contra el gobierno del Presidente Miguel Díaz-Canel. Suele condicionar la aprobación de leyes y resoluciones de su propio Partido en el Senado y las decisiones del Comité de Relaciones Internacionales en esa cámara, a la aceptación de más y más sanciones contra la Isla.  No lo dicen sus enemigos. En una entrevista para un canal de Miami (Americateve, 11 de marzo de 2021), se atribuyó la estrategia de la administración demócrata para estrangular al pueblo cubano y, en particular, impedir las remesas, las visas y la asistencia sanitaria en medio de la pandemia de Covid-19.

El fiscal estadounidense que acusó a Robert Menéndez en el caso vinculado al oftalmólogo de la Florida, dijo en el juicio de hace seis años que el legislador “vendió su oficina del Senado por una vida de lujos”. Tenía una montaña de pruebas, pero el Senador logró evadir la justicia y regresar a sus antiguas andanzas en el Congreso de los Estados Unidos, como el protagonista de House of Cards.

No me extrañaría que un día de estos, mirando a una cámara, Menéndez diga como Frank Underwood: “Mi verdadero trabajo es mantener el lodo en movimiento”.

 

 

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