Continuar pensando que la demencia es cosa de la edad, natural e inevitable, es un error. Pero el malentendido no solo persiste entre la población en general, sino también entre un 62 por ciento de los trabajadores de la salud.


Este dato, aportado por la Alzheimer’s Disease International (ADI), la federación internacional de asociaciones que apoya a pacientes y familiares, se sustenta en la siguiente convicción: “el manejo adecuado de los factores de riesgo puede retrasar o prevenir un tercio de los casos en el mundo”.

Son enfermedades que no podemos curar, pero sí intervenir, prevenir y que no aparezcan o que se retrasen, asegura la doctora Carmen Terrón, una de las autoras de “Prevención del deterioro cognitivo y la demencia”, un documento del grupo de Neurogeriatría de la Sociedad Española de Neurología. “Si se retrasa, no llegas a la edad en la que se desarrolla”, dijo a eldiario.es.

Dirigido a “los colegas con lagunas y al público en general”, el texto citado afirma que la demencia puede prevenirse con éxito, igual que un infarto de miocardio.

“Detrás del error, está el ‘edadismo’ que atraviesa a la sociedad”, apunta José Augusto García, presidente de la Sociedad Española de Geriatría.

“Hay una asunción de que los mayores, por el hecho de serlo, pierden automáticamente capacidades. La sexual, por ejemplo, o la mental. Y por eso es normal que tengan demencia, pero envejecer no es una enfermedad”, señaló el experto.

De tal modo, “si no hay mucha formación entre profesionales y tampoco social, caemos en la idea de que para qué van a diagnosticar si no hay nada que hacer”, añadió Mariló Almagro, presidenta de la Confederación Española Asociaciones de Familiares de personas con Alzheimer y otras Demencias (CEAFA).

De acuerdo con la fuente, además de los factores vasculares, fundamentalmente la hipertensión, hay doce elementos que intervienen en la prevención de la demencia, junto al desarrollo de fármacos.

El texto aludido (de 81 páginas) detalla en sus primeros epígrafes:

El daño vascular a nivel cerebral aumenta el riesgo no solo de lesiones micro y macrovasculares, sino también de atrofia y neurodegeneración. El estrés oxidativo y la inflamación están asociados con el depósito de β-amiloide (Casserly, 2004).

La diabetes y el síndrome metabólico están asociados con la aterosclerosis y el infarto cerebral, y la toxicidad mediada por glucosa causa anomalías microvasculares y neurodegeneración (Qiu, 2014).

La elevación del colesterol HDL podría proteger contra el riesgo vascular y la inflamación que acompaña a la patología β-amiloide en el deterioro cognitivo leve (Parbo, 2017).

La práctica de ejercicio en la edad media de la vida se asocia con un riesgo reducido de demencia. Se postula que el ejercicio tiene un efecto neuroprotector, podría reducir el peso y el riesgo de diabetes, mejorar la función cardiovascular, disminuir la glutamina o mejorar la neurogénesis hipocampal.

Fumar aumenta la materia particulada del aire y tiene efectos vasculares y tóxicos. De manera similar, la contaminación del aire podría actuar a través de mecanismos vasculares (Livingston, 2020).

Y, en tal sentido destaca como factores modificables el bajo nivel educativo en la infancia, la presencia de hipertensión arterial, obesidad, pérdida de audición, traumatismo craneoencefálico y abuso de alcohol en edades medias de la vida, tabaquismo, depresión, inactividad física, aislamiento social, diabetes y contaminación del aire en edades avanzadas. “Todos estos factores pueden contribuir a aumentar el riesgo de demencia”, asegura.

La nota de prensa añade que la demencia es un subgrupo del deterioro cognitivo y está causada por diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria, como la enfermedad de Alzheimer o los accidentes cerebrovasculares.

“En el primer caso sabemos las consecuencias, que son un depósito de proteínas en el cerebro que llamamos ovillos neurofibrilares. Se degeneran, mueren y dejan esos acúmulos, pero no sabemos por qué se producen. Tenemos fármacos para tratar el síntoma, la causa no la sabemos”, sostiene José Augusto García.

Además, el reporte alerta que (sin contar los no diagnosticados) “el número de adultos –de 40 años o más– que viven con demencia en todo el mundo se triplicará de aquí a 2050. Pasará de los 57 millones que había en 2019 a 153 millones en 2050, según la predicción del estudio multinacional ‘Global Burden of Disease’, el primero que ofreció estimaciones de previsión para 204 países de todo el mundo”.

Por otra parte, García subraya, el papel de la “reserva cognitiva”, una especie de “depósito de la memoria” que se llena con la actividad mental y social y “cuanto más llena esté, mejor, más tarda en vaciarse”. También enfatiza en que el aislamiento social es tan perjudicial como la hipertensión o la inactividad física.

“Si sales un rato a la calle con alguien tienes que pensar en qué te vas a poner, cómo te tienes que dirigir a tu acompañante y recordar las cosas que hablaste en otro momento. Eso, además de ser muy importante para que las personas no se sientan solas, es un estímulo enorme para el funcionamiento global”.

Tomado de Cuba en Resumen

Foto de portada: Tomada de La Tercera

 

 

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