Artur González / Heraldo Cubano.- El 4 de marzo de 1960 ocurrió el primer acto terrorista cometido por Estados Unidos contra la Revolución cubana, cuando hicieron explotar el buque francés La Coubre, en el puerto de La Habana, con el fin de impedir que Cuba adquiriera en Bélgica, granadas para los fusiles FAL y dejarla sin capacidad de repeler la invasión mercenaria que ya preparaban para derrotar a la naciente revolución.


Las dos explosiones con minutos de diferencia, causaron la muerte de 101 personas, entre ellos algunos tripulantes franceses, más 33 desaparecidos y otro centenar de heridos. La mutilación física de los cadáveres fue terrible y pasados 64 años del hecho terrorista aun sigue clasificada la información en Estados Unidos y en Francia.

Las investigaciones realizadas arrojaron que la explosión ocurrió en la bodega número seis, refrigerada, donde estaban almacenadas las cajas de granadas para los fusiles. Las autoridades belgas no negaron la existencia de un posible mecanismo de relojería, capaz de estallar en un tiempo determinado, u otro dispositivo de alivio de presión que se disparara al levantar las cajas.

Se comprobó que, en el recorrido del buque, hubo que tocar puerto estadounidense para reparar equipos de refrigeración de las cámaras que tuvieron desperfectos y más tarde llegar a Haití para cargar varias toneladas de queso, las que fueron almacenadas en la misma cámara donde estaban las granadas, algo que viola todas las medidas de seguridad.

 

Es evidente la mano de la CIA en ese tenebroso acto terrorista, similar a los demás que, a partir de ese momento, ejecutaron contra Cuba, como se demuestra en decenas de documentos ya desclasificados.

Los campeones de las violaciones a los derechos humanos están presenten en casi todos los hechos similares que suceden en el mundo, porque su naturaleza es criminal, algo que queda demostrado en los vetos continuados a las resoluciones presentadas recientemente en la ONU, para que Israel detenga el genocidio contra el pueblo palestino en la franja de Gaza y el apoyo sostenido en dinero y armas.

No por gusto José Martí afirmó en su carta al amigo mexicano Manuel Mercado:

“De esta tierra no espero nada, ni para ustedes, ni para nosotros, más que males”.

 

 

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