Ana Hurtado - Original en Cubadebate y Cuba en Resumen / Resumen Latinoamericano / Cubainformación


Si la memoria no me falla, creo que fue en una columna que escribí el verano pasado (2023) donde dejé claro un concepto.

Este no va a ser un artículo de análisis político, sociológico o analítico, si me permitís la redundancia y tutearos, debido a la familiaridad que nos reúne cada semana o cada diez días.

Este es un mero artículo de opinión que refleja lo que pienso, mis ideas y el más humilde de mi criterio en este momento que atravesamos juntos. Todos.

Estoy  segura de que a nadie deja indiferente el anglicismo “influencer”. De ahora en adelante, lo expondré sin entrecomillar.  Este vocablo, que en castellano vendría a significar algo así como “la persona que influye en los demás”, se usa de unos años a esta parte para referirse a aquellos individuos que a través de internet y las redes sociales pueden ejercer algún tipo de influencia sobre los demás.

Expuesto esto en el sentido más literal del término, creo sea necesario hacer una breve reflexión al respecto yendo directamente al centro del asunto:

¿Qué es un influencer?

Un influencer es un personaje creado que representa a la sociedad de consumo.  Nos intenta afectar no solo para que compremos cosas, para que accedamos a nuevos productos del mercado como nuevas formas de la publicidad. También para que compremos estilos y formas de vida. Ideales e imaginarios.

La publicidad y las relaciones púbicas se van reinventando y mutando. Se adaptan a los nuevos tiempos para ir sobreviviendo y triunfando. El capitalismo, debemos tener claro, no solo nos vende mercancía material para garantizar su existencia, sino formas de vida, para seguir perpetuándola.

Y ahora, a diferencia de los métodos clásicos de los que siempre ha hecho uso (el capitalismo) como plataformas publicitarias, tiene a estos personajes que mediante las redes sociales a los que todos tenemos acceso, nos introducen de todo por los ojos en las pantallas. Pero sobre todo, más allá de lo material: hábitos y maneras de pensar.

Desde el surgimiento de este fenómeno, siempre lo he visto sin dudar como un recurso del capitalismo. En mi país de origen; en los de alrededor. He estado familiarizada. Lo tengo bien contextualizado.

Pero cuál sería mi sorpresa, cuando  he venido a ver el mismo fenómeno, mal copiado, dentro de la sociedad revolucionaria.  Oh my God! Como dirían los anglosajones, metiéndonos en contexto.

¿Es necesario que las revoluciones hagan uso de estas figuras exportadas?

Y me contesto a mí misma: las revoluciones no; individuos dentro de las revoluciones bajo el título de revolucionarios.  Y no solo en la cubana, en cualquier país dentro del ámbito de la izquierda y del progresismo.

Lamentablemente, asistimos a un fenómeno en el que hay influencers  revolucionarios.

Quizás algunos me llamen reaccionaria. Yo prefiero buscarme enemigos por ser sincera. Nunca he sido de otro modo.

Las revoluciones del mundo siempre se han caracterizado y han tenido su sello de identidad por tener sus propios líderes de opinión. Ni fotocopias de nadie ni reproducciones cutres.  Los revolucionarios tenemos el suficiente bagaje cultural, nivel ideológico, valor, valentía, moral, razón, verdad, como para ser vanguardia y andar copiando fórmulas ya usadas.

¿Qué es sino el intelectual orgánico? Basta con un poco de picardía y perspicacia para adaptarlo al sentido del momento histórico.

En el pensamiento de Antonio Gramsci, un intelectual orgánico no era aquel “estirado” que se pasaba el día dentro de una biblioteca separada de la realidad, consumiendo alta cultura.

Un verdadero intelectual en la sociedad revolucionaria, un intelectual del pueblo, escapa de la noción de especialista académico. Son todos aquellos y aquellas que tienen las herramientas de educar y organizar a grupos sociales. Un trabajador que articula a sus compañeros elaborando con ellos una visión unitaria de trabajo, de la sociedad y de la acción política en ella.

¿Qué importan los títulos universitarios si es mucho más influyente en el pueblo un trabajador capaz de construir hegemonía?  Debemos ser honestos y consecuentes a la hora de entender a quién prestamos nuestra atención. Conlleva un gran esfuerzo. La penetración cultural es brutal. Se nos cuela con los denominados influencers con valores socialistas que no hacen, sino copiar métodos y fórmulas del enemigo.

A veces siento que asistimos  a una degradación de la sociedad que solo está en nuestras manos salvar. Sin ser apocalípticos ni dramáticos. Es preguntarnos. ¿Deseo ir por el camino correcto y moralmente adecuado, éticamente sano, como enseñaron los líderes históricos, o por esos nuevos engendros morales que vienen a nuestras pantallas contando verdades a medias y con dudosos métodos?

Es tan fácil tener ética revolucionaria. Resta visibilidad en esta sociedad de consumo e inmediatez, eso por descontado.  Pero da tranquilidad cada noche al acostarse y al terminar un trabajo bien hecho.

Es fácil detectar las nuevas tendencias: copian estilos de titulares a la prensa capitalista y enemiga, hacen esas encuestas tan famosas en redes sociales para generar polémicas sobre temas delicados, dicen  verdades a medias y con poca ética para adquirir visibilidad y que la gente les de “me gusta”…

Al más puro estilo, prensa contrarrevolucionaria;  mismos métodos.

¿Somos nosotros, las mujeres y hombres de ética, conscientes del daño y la degradación  que estos fenómenos hacen a los movimientos de izquierdas y revolucionarios?

Quizás muchos desde la inconsciencia secundan o aúpan este tipo de situaciones creadas por conformismo, por falta de esperanza en fomentar y crear intelectuales nuevos. Pero debemos siempre estar dispuestos a alcanzar lo imposible.

El capitalismo nos muestra, ya desde la época del feudalismo, que cuando un bufón llegaba a un lugar, hacía reír a los habitantes que se olvidaban de sus problemas y sus miserias.

¿Prestamos nosotros en nuestro momento actual, frente a la opresión capitalista, al bloqueo recrudecido, a la asfixia norteamericana al pueblo cubano, más atención a los cantos de sirena y a los bufones de turno que a lo verdaderamente sustantivo, debido a una confusión que ni nosotros mismos sabemos que tenemos?

En un mundo efímero, donde se ensalza la visibilidad y el “postureo”, ¿nos hemos planteado que quizás los que hoy buscan fama y visibilidad en un futuro puedan cambiarse de bando buscando el dinero? Precedentes, hay.

Si hay algo que fomentar es el periodismo bien hecho, con ética. Adaptado a los tiempos actuales pero sin perder el contenido ni el análisis ideológico y político. Con identidad propia. El que no muta, el que no hace del periodista el protagonista, sino que ejerce con veracidad y profesionalidad. No se trata de vivir anclados en el pasado, sino de adaptarnos a los tiempos actuales, ejerciendo con plenitud y fomentando desde la base la creación de intelectuales orgánicos.

Dando su lugar a cada quién y a cada cual. A los médicos, a los profesores, a todos aquellos que están de misión en un país extranjero siguiendo el legado internacionalista de Fidel y de la Revolución.

Llegará un día en que se haga un monumento al pueblo, el día en que la historia absuelva a todos los que deben ser absueltos y en el que las aves de paso migren más allá de las aguas.

 

La Columna es un espacio de opinión personal y libre de las personas autoras y no necesariamente tiene por qué representar la de Cubainformación.

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