Noel Manzanares Blanco* – Cubainformación.- Expertos alertan, con Fidel Castro, el ritmo cualitativo del comportamiento revolucionario, según las contradicciones a resolver
La primera vez que abordé este título, en junio de 2021 (1 —siempre, la misma fuente, si no se indica otra), lo hice desde la documentación del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), y cité: “El aprendizaje en los campos de la política y la ideología concierne a todas las fuerzas que participan en un proceso. Lo imperdonable no es haber cometido errores en los años precedentes o ahora mismo, lo imperdonable sería no corregirlos”.
Seguidamente, signifiqué que con la idea anterior apenas intentaba/intento compartir una percepción en base a mi experiencia docente-investigativa-mediática cuya formulación partía/parte de distinguir un par de aristas comunicacionales, a saber:
Asumo que la opinión “es una proposición donde no se tiene la confianza total sobre la verdad del conocimiento”, resultante de un pensamiento que emerge carente de la mayor meditación y queda reflejada en consecuencia; mientras que la tesis es una idea que se expresa con claridad y como manifestación concisa de una prolongada meditación —verbigracia: “Tesis sobre Feuerbach” de Carlos Marx.
En el mismo título, me pronuncié por aprehender y exhibir pleno entendimiento de que una amenaza significativa a la edificación de una sociedad cualitativamente mejor reside en los errores que se pueda cometer hoy y mañana —lo que “contraviene el criterio que se reconoce como válido” o sea, la acción que puede evitarse—, un lance desigual a la limitación, es decir al “error” —a tono con el Marx “discípulo de Hegel” que dijo: “me he tomado la libertad de adoptar hacia mi maestro una actitud crítica [de cara a sus “errores” o limitaciones]”.
Además, en aquella oportunidad advertí que lo citado del 8vo Congreso del PCC, de acuerdo con mi referida apreciación comunicacional, se sustenta en un magisterio de Fidel revelado el 17 de noviembre de 2005: “Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo. Parecía ciencia sabida […]”.
No obstante, debo consignar que esta conclusión fidelista la asumí/asumo matizada con el razonamiento que compartí en “Marxismo, Raúl Castro y Socialismo cubano” el 15 de julio de 2017 (2).
Con esta premisa, la segunda vez que abordé este título, en agosto de 2021, tras las protestas del mes anterior (3 —siempre, la misma fuente, si no se indica otra), resalté las percepciones del General Fabián Escalante en “Reflexiones sobre la actualidad cubana” y “Cuba: ¿Vamos por el camino correcto?”, puntualmente lo que continúa:
“Los revolucionarios tenemos que meditar y sacar experiencias sobre los hechos sucedidos. Estados Unidos y su gobierno fascista es el principal responsable, pero —y este es importante—, nosotros también tenemos responsabilidades por los errores cometidos [¿?], que exigen un análisis autocrítico, no solo referencias marginales, es necesario profundizar en el porqué de ellos, cuáles fueron sus causas y cómo vamos a solucionarlos. Eso fue lo que Fidel nos enseñó y advirtió en noviembre del 2005 al afirmar en un discurso en la Universidad habanera que solo la Revolución podía autodestruirse” —entre otros aspectos.
Igualmente, en la segunda vez aludida, resalté que el Profesor Jesús Arboleya firmó “Radiografía política para el diálogo posible en Cuba”, a pocos días de las protestas señaladas, y acotó:
“La intransigencia revolucionaria ha sido un componente esencial de la capacidad de resistencia demostrada por la Revolución y forma parte de las tradiciones de lucha del pueblo cubano por la independencia y soberanía nacional. El problema para el diálogo posible es cuando esta intransigencia se asume mediante una mal entendida radicalidad, que confunde principios con coyunturas y objetivos con métodos para alcanzarlos. Cualquier estudioso de la historia de Cuba, tendrá que reconocer que Fidel Castro, el más radical de los revolucionarios cubanos, fue un mago de la dialéctica. En una ocasión le escuché decir, lo cito de memoria, ‘el arte de la Revolución ha sido la capacidad de convertir a enemigos en amigos’” —entre otros aspectos.
En los últimos días —justo cuando organizaba en mi mente el contenido a trasmitir en esta tercera vez—, recordé que en “Cuba: el quehacer de sus ciudadanos/as”, una década atrás, acoté que la cultura de resistencia creadora del pueblo cubano constituye una de sus decisivas cartas de triunfo que se revela desde la Guerra de los Díaz Años (1868-1878) iniciada por Carlos M. de Céspedes 10 de Octubre, y en la Guerra del 95 concebida por José Martí, comenzada el 24 de Febrero de ese año y extendida hasta 1898 (4).
Acredito que un complemento sin par de estas páginas históricas se encuentra sintetizado en la consigna de “Resistir y desarrollarnos” enarbolada por el Comandante en Jefe de nuestra Revolución, precisamente en un inédito momento después del triunfo de 1959: me refiero a tiempo en que cayó el socialismo con epicentro en Moscú, al paso que la Guerra multilateral de EEUU contra Cuba se multiplicó por el infinito, durante la década de los 90 del siglo XX (5).
Certifico que con el razonamiento que hago ni remotamente acepto la crítica revolucionaria (implícita o explícita) como una amenaza —el mismo Fidel enseña acerca de las consecuencias negativas que provoca la ausencia de crítica— sino más bien como una fortaleza para tributar a la irreversibilidad de nuestro Socialismo —ajeno a la ex Unión Soviética (6).
Llegado a este punto, traigo a capítulo reflexiones recientes realizadas por el Científico Agustín Lage en “Las pequeñas empresas estatales y el socialismo”, específicamente las que continúan:
“Necesitamos acelerar un despliegue de nuevas MIPYME (todas), pero especialmente aquellas que sean: / De propiedad estatal; Productoras; De tecnología avanzada; y Con posibilidades de exportación”. “El experimento está hecho y la conclusión es clara: el tipo de MIPYME que necesitamos, productiva, de alto contenido tecnológico y orientación exportadora, no va a emerger espontáneamente del sector privado. Tiene que ser una construcción consciente del sector estatal” (7).
Vale certificar que tales reflexiones de Lage contienen también dos asertivos de nuestro Líder Histórico:
Uno, “Si me pregunto a cuál de los grupos pertenezco yo [en medio de las contradicciones propias de una Revolución como la de Cuba], diría que milito en el bando de los impacientes, y milito en el bando […] de los apurados, y de los que siempre presionan para que las cosas se hagan y de los que muchas veces tratan de hacer —en ocasiones— más de lo que se puede. Pero nosotros tenemos un lema, que dice: ‘¡Siempre se puede más!’” (8).
Y dos —al calor de la mencionada década del siglo XX—, “Tenemos que analizar bien las perspectivas del desarrollo de la pequeña y la mediana empresa, el papel del Estado y su participación en todo eso; pero deben ustedes comprender que son diferentes las circunstancias en que antes podíamos desenvolver la actividad para rectificar algunas injusticias” (9).
Se comprende, pues, que Agustín Lage confirme —casi al finalizar sus reflexiones de marras:
“Alguien dijo hace unos meses en una reunión que esto era otro ‘invento cubano’. Pero soy de los que piensan que es un invento imprescindible. Como dijo el maestro de Bolívar, Simón Rodríguez: ‘O inventamos o erramos’./ Podemos hacerlo, pero no tenemos todo el tiempo del mundo para hacerlo. Percibimos que nos estamos acercando a puntos de inflexión y bifurcaciones [¿acaso de contradicciones que pudieran ser antagónicas?] que marcarán nuestro futuro”.
Concluyo: expertos como Escalante, Arboleya y Lage, desde sus puntos de mira, comparten sentipensamientos que en medida considerable sintonizan con la sabia de Fidel: exactamente, con el ritmo cualitativo del comportamiento revolucionario, según las contradicciones a resolver. Con este presupuesto, en Cuba tenemos que obstaculizar errores (no son limitaciones) que estimulen la reversibilidad de su Socialismo. ¡Amén!
*Dr. C. Profesor de Teoría Política. Presidente de la Cátedra Honorífica de Estudio del Pensamiento y Obra de Fidel Castro Ruz perteneciente al Instituto de Marxismo, Historia y Seguridad Nacional de la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, Cuba.
Referencias:
4.- https://www.cubainformacion.tv/la-columna/20140907/58314/58314-cuba-el-quehacer-de-sus-ciudadanosas.
7.- http://www.cubadebate.cu/especiales/2024/08/23/las-pequenas-empresas-estatales-y-el-socialismo/
8.- http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1967/esp/f120867e.html.
9.- http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1995/esp/f030395e.html.