Artur González / Heraldo Cubano.- En cada acción que ejecutan los Estados Unidos contra quienes no se someten a sus órdenes, está presente el carácter terrorista de ese país, que pretende acusar a los demás cuando son ellos los verdaderos terroristas del mundo.


Para probarlo, solo es necesario hurgar en la historia plasmada en sus propios documentos secretos, algo que desgraciadamente la prensa a su servicio no divulga, ante el temor de ser condenados como hicieron con el periodista Julián Assange, pero hay que insistir para desenmascararlos y que los pueblos lleguen a comprender quienes son y cómo actúan.

Cuba es uno de los países que más actos de terrorismo de Estado ha sufrido desde 1959, solo por defender su derecho a ser libre e independiente, actitud que los yanquis no le perdonan y de ahí el precio que paga su pueblo, pero sin perder la dignidad, la unidad y su capacidad de resistir esos embates imperiales.

Un documento secreto elaborado el 7 de agosto de 1962, por Robert A. Hurwich, representante del Departamento de Estado para la criminal Operación Mangosta contra Cuba, expone cuestiones que, transcurrido más de medio siglo, aún se repiten en sus planes actuales. (Biblioteca Kennedy, archivos de Seguridad Nacional, Memorandos y reuniones, Grupo Especial Ampliado, Operación Mangosta, 8/62, Muy Secreto, Sensible)

Dicho documento reconoce que el objetivo perseguido por Estados Unidos es lograr la caída del gobierno de Fidel Castro, de ahí que mientras eso no se alcance, sus vínculos con la Isla mantendrán el mismo carácter subversivo, a pesar de las reanudadas relaciones diplomáticas por Barack Obama.

Sin ambages, Robert A. Hurwich expuso:

“…la economía cubana, deteriorada y mal dirigida, se aparejó a un pueblo volátil y generalmente insatisfecho, cuyas vidas se militarizan cada vez más, lo que proporciona algunos ingredientes para un levantamiento contra el régimen. En esta situación, puede que las acciones norteamericanas propicien la chispa necesaria con la que ellos no cuentan…”

“El actual curso de acción con respecto a Cuba, involucra todas las presiones factibles de tipo político, económico y psicológico, así como limitadas acciones encubiertas dentro de Cuba, diseñadas para hacer que la supervivencia del gobierno de Castro sea más difícil y para aislar a Cuba del resto del hemisferio…” 

Sin embargo, no mencionó que la propia Operación dice: “La acción política será apoyada por una guerra económica que induzca al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país…”

Prueba de cómo actúa el Departamento de Estado para intentar derrocar a gobiernos que no son de su agrado, se observa en la siguiente afirmación del citado documento, lo cual tiene total similitud con sus actuaciones actuales:

“…un incremento de las actividades encubiertas pudiera estimular la creación de una resistencia interna organizada contra el gobierno de Castro. El programa de sabotajes sistemáticos merece una seria consideración entre la variedad de acciones encubiertas”. (Esta nota fue añadida al final del documento.) Y señala a continuación:

“Como esa oposición política organizada no existe ahora en Cuba, el programa de sabotajes puede constituir el medio para desarrollarlo. Este programa se ve en tres partes: El suministro de materiales de sabotaje a cubanos dentro de Cuba que no están bajo el control de Estados Unidos; el abastecimiento de material de sabotaje e instrucciones sobre los objetivos a atacar, a los cubanos que están bajo nuestro control dentro de la Isla; y objetivos a sabotear por los cubanos que están controlados por nosotros, quienes entran en la Isla, los destruyen y salen de Cuba. Se le debe dar prioridad a los objetivos de importancia económica…”

Cuba es víctima de miles de actos terroristas ejecutados por el gobierno de los Estados Unidos, pues crearon y abastecieron a decenas de bandas criminales para sembrar el terror entre los campesinos, obreros, maestros y el pueblo en general, pero de nada les sirvió.

El coronel Jack Hawkins, jefe de la sección de personal paramilitar en el centro de operaciones de la Fuerza de Tarea de la CIA en aquellos años, en un informe secreto del 5 de mayo de 1961, reconoció: (Biblioteca Kennedy, Memorando para archivo. Acción Paramilitar contra el gobierno de Castro. NSF caja 61)

“Durante el período comprendido entre octubre de 1960 y el 15 de abril de 1961, se perpetraron alrededor de 110 atentados dinamiteros contra objetivos políticos y económicos, se colocaron más de 200 bombas. Se descarrilaron 6 trenes, se dejó inactiva la refinería de Santiago de Cuba durante una semana, como resultado de un ataque sorpresivo desde el mar.  Se provocaron más de 150 incendios contra centros estatales y privados, incluidas 21 viviendas de comunistas y 800 incendios en plantaciones de caña”.

Agregó: “desde el 28 de septiembre de 1960 hasta el mes de abril de 1961, la CIA introdujo ilegalmente en Cuba 75 toneladas de explosivos y armamentos, mediante 30 misiones aéreas, más 46,5 toneladas en 33 misiones de infiltración marítima, para abastecer a grupos terroristas urbanos y bandas de alzados en zonas montañosas, creadas, entrenadas y financiadas por la Agencia Central de Inteligencia”.

En la década de los años 70 y 80 del siglo XX, organizaron nuevos grupos contrarrevolucionarios internos, entre ellos el Comité Cubano Pro Derechos Humanos en 1976, e intentaron crear partidos políticos, como el Partido Pro Derechos Humanos de Cuba en 1988, todos con el financiamiento y dirección de los yanquis a través de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA).

Desde la apertura de la SINA en 1977, la CIA retomó su trabajo directamente en la Isla con cientos de oficiales que arribaron como “diplomáticos”, accionar que fue denunciado públicamente por el gobierno cubano en 1987.

La preparación y orientaciones a los elementos contrarrevolucionarios fue llevada a cabo dentro de la propia sede diplomática yanqui, en total violación de la Convención de Viena, quienes recibieron el apoyo directo de los jefes de la Sección, entre ellos John Ferch, Curtis W. Kamman, John J. Taylor, Alan H. Flanigan, Joseph Sullivan, Michael Kozak, Vicki Huddleston, James Cason, Michael E. Parmly, Jonathan D. Farrar, John Caulfield y Timothy Zúñiga-Brown.

Con estos elementos probatorios de su actividad terrorista,e expuesta en sus propios documentos oficiales, el único país que tiene que estar en una lista de Patrocinadores del Terrorismo son los Estados Unidos, porque Cuba jamás ha hecho semejantes atrocidades criminales contra ellos ni contra otro país.

Ante esto, recordemos a José Martí cuando afirmó:

“Las cosas han de decirse descarnadas, para que resulten como son”.

 

 

La Columna es un espacio libre de opinión personal de autoras y autores amigos de Cuba, que no representa necesariamente la línea editorial de Cubainformación

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