Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Radio Miami.- Las guerras civiles se inician de a poquito. No es del día a la mañana que multitudinarias facciones se enfrentan violentamente en todo un territorio nacional.
La Guerra Civil española tiene sus inicios con el fracaso del golpe militar en contra del gobierno electo de la Segunda República. Poco a poco, con la participación de la Alemania Nazi y choques esporádicos entre fuerzas de derecha e izquierda, alimentada además por creencias religiosas, se fue extendiendo. Pero no era sólo un encontronazo de civiles, sino que el estado estaba presente en ambas facciones porque los militares también escogieron bando, quedando el estado fraccionado técnicamente en dos.
La Guerra Civil estadounidense, llamada también Guerra de Secesión, tiene su origen cuando en 1861, siete estados de los treinta y cuatro que componían la Unión en ese entonces, se declararon independientes. Casi de inmediato se agregaron otros cuatro. El argumento principal fue que el gobierno federal había violado el Articulo 4, Sección 2 de la constitución, que estipula la devolución de fugitivos al estado donde la violación o el crimen tuvo lugar.
Como respuesta, el recién electo presidente Abraham Lincoln, adhiriéndose a la letra de la Constitución, los conminó a renunciar a semejante decisión, porque de acuerdo con dicha Carta Magna, ningún estado tiene la potestad de abandonar la Unión. En vista de aquel ultimátum de la presidencia, los sureños atacan Fort Sumter, se desbordan las pasiones en el Sur y el Norte comenzó a movilizar a los miles de hombres de su milicia. Se inicia así una guerra civil, comandada por el viejo y el nuevo estado recién proclamado. La conflagración termina cuatro años después con cerca de un millón de muertos.
Pero como vemos en ambos casos no fue un choque de facciones civiles sino el estado dividido en dos. Fueron civiles apoyados en una estructura estatal, en medio de un número de acontecimientos, durante los cuales, en etapas sucesivas, las partes enardecidas fueron organizándose.
Ahora bien, concebir algo semejante en la actualidad donde no existe violación de ninguna especie o donde las facciones políticas están desvinculadas del estado, reduce a cero las probabilidades para que ocurra una guerra de ese tipo. Por otra parte, en caso de que llegase a suceder, lo más factible es que una de las partes tendría el estado a su favor.
El fenómeno más próximo a semejante realidad, es que uno o varios estados se declaran favorables a un bando y entre ellos proclamen separarse del gobierno federal. Pero los ánimos actuales no indican la probabilidad de que esto pudiese ocurrir, aunque los elementos están dados en la presente división entre globalistas y nacionalistas.
La situación actual solamente está implícitamente planteada en esos términos pero no se ha concretado en ningún tipo de movimiento. El discurso de Trump es explícitamente contrario a la participación internacional al uso practicada tradicionalmente por Washington y durante años la política tradicional de los dos bandos más prominentes, demócratas y republicanos, han seguido una política de alianzas de larga historia como consecuencia de acontecimientos históricos casuales, donde han adquirido una posición hegemónica en cuestiones relacionadas con el llamado mundo occidental.
Por consiguiente, tendría que surgir uno o varios estados mayoritariamente nacionalistas al estilo planteado por Donald Trump, para que pudiera asomar esa probabilidad y la loca voluntad de plantear la escisión de la Unión.
Pero aún en tales circunstancias tendrían que enfrentar al ejército, el cual posee los misiles, la aviación, la artillería dirigida y el mayor número de efectivos entrenados, y es una organización militar que no está bajo la égida de ningún estado, salvo el federal.
Los estados en estos casos cuentan con la Guardia Nacional, que es un mini ejército, preparado para actuar dentro de las fronteras nacionales, pero carece de armamento para enfrentar la brutalidad militar de las fuerzas equipadas y entrenadas para agredir y ocupar territorios.
Respecto a las facciones enfrentadas tendrían que transitar por ese de a poquito que mencioné al comienzo, tal y como ha ocurrido en mayor o menor medida con otros hechos semejantes.
Es difícil imaginar que, con la inmensidad territorial del país norteño de América del Norte, el cual sobrepasa los diez millones de kilómetros cuadrados, y con la inmensa cantidad de organismos represivos de inteligencia, investigación, operativos y de combate clandestino, facción alguna pueda organizarse de modo que adquiera una fuerza capaz de crear un caos de dimensiones apocalípticas.
Con la inmensidad territorial del país no es fácil concebir que las facciones se organicen de modo eficaz para producir un golpe que las enfrente sin que el estado pueda evitarlo o controlarlo en un pequeño lapso. Pensar de otro modo me parece cosa de ciencia ficción.
Hay 20 millones de fusiles automáticos M-15 comparados con los 4 millones que existían al comienzo de la década de los noventa. Pero eso nada añade ante un estado. No importa siquiera su envergadura. No hay modo con rifles de combate enfrentar las fuerzas regulares de un ejército y menos aún la de los ejércitos actuales que en sus partes esenciales están automatizadas y cuentan con abrumadores recursos.
Los más apocalípticos y sobre todo aquellos que sueñan con la destrucción del Los Estados Unidos de Norteamérica, podrán concebir que el ejército se divida en dos, y cada parte abrace una facción y se produzcan entonces la hecatombe. Eso realmente me parece un sueño de verano.
Puede ocurrir que ante la derrota de Donald Trump surjan algunos orates que, llevados por la propaganda ruin, mentirosa y ladina del candidato como de muchos de sus adalides, salgan a inmolarse o a intentar iniciar una guerra civil que sólo la imaginación alocada de personas enfermas mentalmente, pueden concebir, Pero eso no es una guerra civil. Es simplemente la consecuencia de la propaganda mendaz de una persona megalómana, engañado con una grandeza que se ha inventado y algunos han ayudado a alimentar. Se trataría sólo de una insurrección, pero en modo alguno de una guerra civil.
Confrontaciones pudieran suceder, pero guerra civil es harina de otro costal.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.
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