Raúl Antonio Capote* - Granma / Cuba en Resumen
«La transición en Cuba no solo es inevitable, sino probablemente inminente. (…) Creo que podemos ser muy creativos. Muy creativos».
Las recientes declaraciones del «preclaro» Mauricio Claver-Carone, político prominente de la administración Trump, y ahora enviado especial del mandatario para América Latina, son un indicio inequívoco de la sostenida hostilidad de Washington hacia Cuba.
Sus afirmaciones, en una entrevista a Político, no solo confirman la intención de ee. uu. de continuar interfiriendo en los asuntos internos de la Isla, sino que, también, revelan una peligrosa escalada, marcada, como siempre, por la arrogancia y el desprecio.
El currículo de Mauricio Claver-Carone señala su amplia experiencia profesional tanto en funciones de gobierno como en el área del cabildeo; un prontuario maquiavélico del que hemos sido víctimas los latinoamericanos.
Enemigo declarado de la Revolución Cubana, artífice de la inclusión de la Isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo, tuvo, durante el gobierno anterior de Donald Trump, un papel destacado en la política de «máxima presión» contra La Habana y Caracas.
Sobre él, dijo J. Williams, director ejecutivo de Engage Cuba: «Es un lanzallamas que hace que todo sea personal y político»; por tanto, habría que sobrentender que no se ande con rodeos en eso de inventarse maniobras coercitivas «irresistibles», de modo que, asegura, «el Gobierno cubano tendrá que iniciar una transición a la democracia».
Está claro que no podemos esperar nada bueno del grupo de políticos estadounidenses de origen cubano, de nuevo tan cercanos al poder en la Casa Blanca; en definitiva, negocio es negocio, y ellos han sabido engordar sus bolsillos gracias al «bisnes» de la guerra sucia contra Cuba.
Sin embargo, cada proyecto suyo parte de una premisa errónea: «la debilidad del Gobierno cubano»; de una creencia que toman por certeza: «nos tienen donde quieren»; y de no reconocer –al menos públicamente– la demostrada capacidad de resistencia del pueblo, de su historia y de sus valores.
Persisten en su guerra de presión porque saben que sostenerla lleva dinero detrás, dinero de su Gobierno, y en tanto más grande el monto, y más largo lo que dure, más grandes, por supuesto, serán las tajadas que desvíen y guarden bajo sus colchones.
Mientras tanto, sí son conscientes de que, golpe tras golpe, provocan crecientes dificultades en la calidad de vida del pueblo cubano, en su economía, porque algún resultado tienen que demostrar para que siga abierto el grifo de las finanzas. Si no, véase el pataleo que han armado porque, de pronto, la nueva administración ha «descubierto» que la Usaid es un «nido de corruptos», y han suspendido los montos millonarios asignados.
Que «hable fuerte» Claver-Carone no es sorpresa; él tiene que, al menos, hacerse oír, para que, como a Marco Rubio, les den a ambos una segunda oportunidad; pues cuando prometieron lo mismo, en el anterior mandato de Trump, lo que hicieron fue alentar una ola migratoria que terminó convirtiéndose en un problema para Estados Unidos.
Deberían darse por enterados de que eso va en contra de la política del actual Gobierno, que anda enfrascado en deportar masivamente a los migrantes; y si lo cierto es que la fórmula de más sanciones solo les dio un resultado: más migración, podrían antes preguntar allí, en la Sala Oval, si eso es lo que quieren.
(*) Escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es autor de “Juego de Iluminaciones”, “El caballero ilustrado”, “El adversario”, “Enemigo” y “La guerra que se nos hace”.
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