Hay nueve pillos que entraron a Juanelo. Lo venían haciendo desde hace unos meses, pero este 18 de febrero, a las 3:00 p.m., sellaron su presencia en el barrio “sanmiguelino”. Ellos —y ellas, como suele aclararse en estos tiempos—, tenían propósitos ilustres. Quisieron homenajear a Antonia Eiriz, artista visual que desarrolló su obra —caracterizada por una tendencia al neoexpresionismo— entre los años 60 y 70 del siglo XX en la manzana que rodea a la calle Pasaje Segunda[i].


La casa Antonia fue también un centro cultural. A través de la técnica del papier maché hizo su labor comunitaria: niños, adultos, ancianos, elaboraban allí mezclas de papel con engrudo de las que nacían sus muñecos y creaciones. Por eso muchos habitantes del barrio la recuerdan todavía, aunque ella murió hace unos 30 años.

Lo cuenta Pablo de Lázaro González, “el pillo principal”: curador, artista y organizador general del proyecto Los pillos entrando a Juanelo. Él labró sin sosiego durante meses la producción de este evento, para que todo estuviera a punto el 18 de febrero reciente y pudiera inaugurarse esta exposición colateral a la 15 Bienal de La Habana, como la había pensado.

Ellos, los nueve pillos, son estudiantes de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro. Bryan Álvarez y Amalia Morales son de tercer año; Anyeli Rodríguez, Erwin García, Gabriela Alba, Noslen Castellanos, Suamy Hernández, Celín Hernández y el propio Pablo, de cuarto. Montar sus cuadros en las fachadas de las casas del entorno que protagonizó Antonia hace tres décadas, en vez de hacerlo en una galería, fue la decisión del grupo.

“Convertimos la calle en un espacio expositivo con un sentido muy preciso: llevar la muestra hasta las paredes exteriores de esas viviendas, para que las obras pudieran ser apreciadas por todos”, explica Pablo.

Añade que “los habitantes del lugar se fueron implicando en el proyecto y que participaron de diversas maneras de esa acción museográfica, de curaduría y montaje: no fueron simples espectadores que asistieron a una galería a ver las obras”.

El proceso preparatorio fue escalonado. “Poco a poco fui recogiendo historias relacionadas con los vínculos de los habitantes del lugar con Antonia, cuenta Pablo. “También, otros datos útiles para poder relacionar las obras con las vivencias de las personas que habitan esas casas. Así concebí mi museografía y luego les mostré el proyecto; ellos dijeron si estaban de acuerdo.

A la hora del montaje de la exposición, también cooperaron. La mayoría de los que viven en esa cuadra y en el barrio son personas adultas y mayores. Eso propició un intercambio muy provechoso: nosotros les llevamos las obras y ellos nos enriquecieron con sus sabidurías, con sus tradiciones. Muchos conocieron a Antonia como una vecina más y eso alimentó el resultado final.

Los pillos entrando a Juanelo fue dispuesta con obras bidimensionales. “Trabajamos la pintura, el dibujo; hay un buen número de obras realizadas mediante grabado, xilografía, serigrafía y dibujo directo.

Las temáticas son muy variadas, pero están conectadas por el neoexpresionismo, una tendencia de vanguardia artística derivada del expresionismo, que surgió a principios del siglo XX. Las obras de la muestra tienen que ver con el mundo interior de los artistas, sus sensaciones, sentimientos profundos, condición existencial y conflictos humanos en general. Esto es lo que nos une como grupo.

“La extrapolación de lo subjetivo —de los sentimientos, del mundo interno humano, de su imaginativa— a través de la deformación de la figura, la fuerza de los colores, el contraste cromático, es lo que caracteriza a este movimiento. En el caso del grabado, los contrastes de valores, los trazos, las líneas toscas, lo grotesco. Ese primer movimiento de vanguardia tuvo mucho auge entre 1915 y 1920, en el teatro, el cine, la pintura, la poesía, la música.

“Después surgió la denominada nueva figuración, y a partir de entonces todo lo vinculado a esa línea se le denomina neoexpresionismo, que es lo que estamos haciendo nosotros ahora”.

¿Por qué el título Los pillos entrando a Juanelo?

Los pillos artistas nos llamamos en Instagram. Pero el título está basado en un cuadro de Antonia Eiriz, uno de los más famosos y que además está expuesto en el Museo Nacional de Bellas Artes, que se llama Cristo saliendo de El Juanelo.

La exposición, al mismo tiempo que la pensé para la Bienal, para homenajear a Antonia y para colaborar con el barrio, tuvo un objetivo muy importante para mí: que la gente tuviera acceso a la exposición en el lugar donde residen. En nuestro país hay muy buenas galerías, que tienen buenos curadores, buenos museógrafos, buen trabajo, artistas de calidad, pero no son muchas las personas que las visitan.

Pienso que es así en todas partes del mundo, no solo aquí. Pero, por eso quise buscar un escenario como el de un barrio nada céntrico para llevar nuestras obras.

“Convertimos la calle en un espacio expositivo con un sentido muy preciso: llevar la muestra hasta las paredes exteriores de esas viviendas, para que las obras pudieran ser apreciadas por todos”, explica Pablo. Foto: Cortesía del entrevistado.

Pablo de Lázaro González, estudiante de cuarto año de la Academia San Alejandro. ¿Qué piensas de ti?

Que estoy en una etapa en que se me han abierto muchas puertas a la creatividad, a las posibilidades que tengo para afrontar proyectos y también mi obra personal. Estoy terminando mis estudios en San Alejandro, una etapa en que los profesores hacen mucho énfasis en que nos concentremos en nuestra tesis y en la conformación conceptual como artista, en cuanto a claridad de las pretensiones individuales y cómo desarrollarlas, en el por qué y para qué de nuestras acciones creativas. Yo lo estoy investigando y cada día descubro más, y siento que poco a poco lo voy logrando; eso me hace sentir satisfecho, aunque no del todo conforme, siempre busco más.

Contribuyen a este desempeño, las experiencias que voy ganando con los proyectos. Ahora estoy curando, organizando otra exposición que va a formar parte de un festival. Es muy interesante concebir proyectos, hace que te construyas como artista, como persona; conlleva una disciplina necesaria para trabajar con muchos colegas y con uno mismo.

En cuanto a mi obra en específico, estoy interesado en el individuo y la condición humana, en la memoria, las costumbres de las personas, su historia, sus recuerdos, lo que ha influido en ellas, cómo asumen la vida, cómo piensan, cómo actúan. Estos son asuntos recurrentes en mi obra, que me llaman mucho la atención y me motivan.

Una de mis metodologías de trabajo se basa en encuestas. Por ejemplo, en la calle le hago preguntas a las personas. Escojo un grupo social, entrevisto a la gente y con ese ese material hago la obra. Tengo una que se llama El restaurador, es un video-arte. La imagen que se ve en el audiovisual es la de unas manos reparando una grieta, y lo que se escucha es la acumulación de entrevistas que hice a un buen número de personas a las cuáles les pregunté cuál era su sueño frustrado. Una vez que tuve grabadas todas esas voces hice el video, cuya mira es la reparación de sueños rotos.

También tengo una serie que se llama El oficio de vivir, en la cual trato de hacer un retrato de un colectivo en su cotidianidad. Salgo a la calle, me encuentro con cualquier persona y le pido que me hable de su vida, de lo que la ha marcado.

Después, dibujo sus manos e intento reflejar en esas ellas lo que ha vivido. En ocasiones acudo, además, al mapeo, a la forma gráfica de la conexión que hay entre ciertos elementos de un todo. Puedo mapear una zona, un lugar, pero también cuántas veces he usado el servicio telefónico. Todo lo tangible puede mapearse. ¿No?

Significa que cuando escojo un sector social, me intereso por la información que quiero extraer y la ubico en un gráfico, en un grupo de puntos —casi siempre personas— que termino conectando en una obra de arte. El mapeo es solo un recurso para organizar la información, un medio para llegar a la obra.

En El Juanelo también hice un mapeo, una maqueta de la cuadra con fotografías. Eso implicó hablar con cada vecino, explicarle el proyecto, pedirle autorización a cada uno para medir las paredes exteriores de su casa, tirarles fotos, tomar su número de teléfono.

Ahí está todo un mundo de información, y al hacerlo en toda esa cuadra obtuve un mapa. De hecho, esa misma maqueta que usé para la museografía, o sea la organización de las obras en ese espacio, me sirvió para preguntar a esas mismas personas qué sabían de Antonia, si la conocieron, qué experiencia tuvieron con ella como persona o trabajadora social, y para relacionar la respuesta de cada una con su casa.

¿Qué otros sueños o aspiraciones tienes como artista?

Quiero triunfar como artista; obviamente, exponer en galerías de prestigio aquí y allá, quiero hacer que la sociedad, el cúmulo social con el que trabaje se acerque más al arte desde la participación. Esa una de mis metas; al final, los artistas somos comunicadores y pocas personas ven la obra si está encerrada en una galería en el último piso de un edificio. Por eso mi empeño de llevar la obra a donde esté la gente.

Esa es la filosofía que rige buena parte de lo que hago; aunque claro, no siempre exponga en la calle, pero cuando lo haga en una galería van a ser obras que surgieron de la información que me ofrecieron esas personas que yo encuentro en la calle. Entonces, llevaré a la galería la historia de esas personas, o a ellas mismas, porque su cultura estará contenida en mi obra. Y lo mismo pasa cuando llevo mi obra a la calle, lo que al revés.

La serie que mencionaba antes, El oficio de vivir, es la que voy a presentar en mi tesis de graduación de San Alejandro. Es un libro arte o una obra de arte que asume el formato de un libro, casi siempre distorsionando el concepto de tradicional de libro en función de la creatividad del artista. Siento que estoy descubriendo mucho con ese medio porque me ha dado la posibilidad de hacer algo que llevaba tiempo buscando: darles tridimensionalidad, movimiento y secuencialidad a mis grabados.

 

[i] Antonia Eiriz vivió en la calle Pasaje Segunda, en El Juanelo, municipio San Miguel del Padrón, cercano a la Virgen del Camino.

 

 

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